“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Ustedes han oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. También se dijo: "El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio". Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: "No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor". Pero yo les digo que no juren de ningún modo. Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno” (Mt 5,17-37).

No anular sino complementar
El compromiso moral del cristiano debe ser más grande que el que enseñaban los escribas o doctores de la ley mosaica.  Estos eran rabinos estudiosos de la legislación hebrea que habían elaborado un sistema de 613 preceptos, como los artículos de un código civil y penal.  Daban una interpretación reductiva de numerosos artículos y una aplicación legalista de estrecha interpretación literal. La revelación divina se había reducido a un frio código de normas a observar, similar a las que ejecuta un fiscal.  En aquella enseñanza faltaba el corazón, porque carecía de amor. Para evitar cualquier equívoco, Jesús afirma que él no ha venido a abolir sino a complementar.  La Palabra de Dios comunicada al pueblo de la Antigua Alianza, permanece inmutable hasta en los mínimos detalles.  Dice que no va a cambiar la Ley y que ni siquiera va a desaparecer ni una “i”, ni una coma de ella.  La “i” era la letra mas pequeña del alfabeto hebreo.

La revelación contenida en el Antiguo Testamento no era pues falsa, sino incompleta. Lo que cambia es el espíritu y la actitud interior: ya no hay motivos para el miedo y los escrúpulos. Su evangelio no es una fría moral sino una conmovedora liberación. Es que la verdadera libertad no está en la posibilidad de decir “no” a Dios; sino más bien en la capacidad de decir “si”. El no es laxista ni rigorista.  Simplemente desarrolla la norma y la abre como una flor que extiende sus pétalos. Ahora puede decir: “Si la justicia de ustedes (es decir, el compromiso moral), no superará la de los escribas y de los fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos”.  Esto es: si no cambian de “estilo”, no podrán ser mis discípulos.  Para explicar mejor esta afirmación, presenta seis ejemplos.  Cuatro de ellos los encontramos en el evangelio de hoy, y los dos restantes los meditaremos el domingo próximo.  Los cuatro primeros se refieren al homicidio, el adulterio, el divorcio y el juramento. Para mayor claridad, son presentados con la técnica literaria de la antítesis: “Antes se dijo, pero yo ahora les digo”.  Todos los temas tratados son de extrema actualidad. 

Matar sin armas
El primer ejemplo se refiere al homicidio, que no es una cuestión de asesinar a un ser humano sólo con violencia física, sino de mortificarlo también en su dignidad.  Si una lectura minimalista de la Ley invita a no matar físicamente al otro, una lectura más perfecta indica la necesidad de no arrancar la vida del hermano ni siquiera interiormente a través de la ira, el desprecio o la demonización. La ira es el homicidio del corazón, porque mata al otro como hermano para transformarlo en enemigo.  El desprecio también es homicida, porque denigra al otro hasta anularlo.  Con la demonización se mata al otro en su potencialidad de bien, y se lo convierte en un mal a eliminar. No se mata sólo con armas, sino también con palabras.  Más aún, se mata a más personas con la calumnia, el insulto, la maledicencia, que con las armas de fuego.  Una reciente encuesta mostraba que sobre un sondeo de 100 adolescentes y jóvenes, 97 poseen su celular, convencidos de poder hacer con él lo que se les viene a la cabeza o como una licencia que los autoriza a acceder a una libertad sin frenos ni limites, que abarca la posibilidad de  insultar a los otros (82 %), difundir imágenes sin autorización (68%), o enviar  videos comprometedores sobre otras personas (73%).  La edad en que el primer dispositivo móvil llega a los bolsillos de los adolescentes es de 11 años. Sin duda que las redes sociales han hecho un aporte extraordinario a nuestras vidas, pero también se han transformado, por parte de algunos, en un instrumento para agredir a los demás, a través de la discriminación, la burla, la mentira, la ironía, comentarios ofensivos en foros, insultar en los comentarios de un diario “on line”, descalificar la opinión del otro, amenazar, acosar.  La agresión en el espacio virtual, no tiene limites, llega a cualquier país del mundo y a velocidad “luz”.  Algunas personas utilizan la red para “navegar”, otros para “conocer gente” y muchos para “hacer catarsis de sus serios problemas psicológicos y psiquiátricos”. Esta modalidad de “descarga agresiva” se debe a la ausencia del otro que es invisible,  y la ausencia de lo no verbal en la comunicación (gestos, miradas, tono emocional, etc).  En internet, a raíz de que no existe el “cara a cara”, algunas personas con baja autoestima se sienten “iguales” al poder insultar a un famoso, a quien no piensa como ellas, a alguien con autoridad, o descargar la ira contra “la noticia” de turno.  Toda comunicación tiene dos niveles: el digital (texto) y el analógico: lo no verbal. Este ultimo le da “sentido” al anterior.  La agresión es una expresión emocional y no racional.  Por eso es que no genera dialogo.  Se puede dialogar con quien disiente, pero no con quien agrede. Quien ofende o agravia por las redes no hace uso de un instrumento de comunicación, sino de un arma para generar violencia.  El evangelio de hoy nos invita a mirar a los demás con las lentes de Jesús, para que el amor logre encontrar siempre el camino de la proximidad y suscitar corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse y manos listas para construir.

Son dos los medios que combaten esta terrible plaga de la sociedad; esto de “matar sin armas”: la reconciliación y el respeto a la dignidad humana.  Más aún, Jesús afirma que la reconciliación y el perdón son más importantes que la oración y el culto: “si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Dejemos de lado y sepultemos el derecho a la fuerza y apliquemos la fuerza del derecho. De lo contrario volveremos a aquello del comediógrafo latino Plauto en su obra “Asinaria”, donde dice: “Homo homini lupus” (El hombre es un lobo para el hombre), frase que luego fue popularizada por el filósofo inglés del siglo XVII, Thomas Hobbes. Séneca hizo contrapunto cuando escribió en “Cartas a Lucilio”, que “Homo, sacra res homini” (El hombre es algo sagrado para el hombre).  En realidad, el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal. No es una cuestión de sentimiento, sino de consentimiento.  No es que “no perdono porque no lo siento”, sino que me reconcilio porque “consiento” a querer hacerlo. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios, que nos acoge a pesar de nuestro pecado y, como modelo supremo, el perdón de Cristo, el cual invocó desde la cruz: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34).  El mal y el odio siempre tienen rostro y nombre: Caín.

La propuesta del perdón no se comprende de inmediato ni se acepta fácilmente; es un mensaje en cierto modo paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre a corto plazo una aparente pérdida, mientras que, a la larga, asegura un provecho real. La violencia es exactamente lo opuesto: opta por un beneficio sin demora, pero, a largo plazo, produce perjuicios reales y permanentes. El perdón podría parecer una debilidad. En realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón la lleva hacia una humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador.

Cuenta una historia que dos amigos iban caminando por el desierto. En algún punto del viaje comenzaron a discutir, y un amigo le dio una bofetada al otro. Lastimado, pero sin decir nada, escribió en la arena: “Mi mejor amigo me golpeó”.Siguieron caminando hasta que encontraron un oasis, donde decidieron bañarse, El amigo que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, pero su amigo lo salvó. Después de recuperarse, escribió en una piedra: “Mi mejor amigo salvó hoy mi vida”. El amigo que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó: “Cuando te lastimé escribiste en la arena y ahora lo haces en una piedra. ¿Por qué?”El otro amigo le respondió: “Cuando alguien nos lastima debemos escribirlo en la arena donde los vientos del perdón puedan borrarlo. Pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo en piedra donde ningún viento pueda cancelarlo”.El cristiano es esclavo del amor, no del deber.  Un día, un niño le preguntó al Papa Francisco, qué hacía Dios antes de crear el mundo.  El Papa respondió: “amaba”.Es que su ser, esencia, es amar,  y luego eso se trasluce en la acción creadora y misericordiosa, que es expresión de aquel amor. A eso apunta la Buena Nueva que estamos meditando: a “parecernos” un poco más a Dios.

Cuidar, consolar y estimular
El segundo ejemplo alude a reforzar la familia. No es una cuestión de prestar atención sólo al acto material externo para no cometer adulterio o el divorcio, sino de gobernar los pensamientos y deseos.  Jesús inculca la mirada limpia y las manos honestas, con expresiones paradojales, capaces de subrayar la gravedad de los sentimientos y de las acciones que se cumplen. Convendría recordar lo que advierte el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia”, n. 39, respecto a “la cultura de lo provisorio” que se vive hoy, es decir, “la velocidad con la que las personas pasan de una relación afectiva a otra. Creen que el amor, como en las redes sociales, se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente. Se traslada a las relaciones afectivas lo que sucede con los objetos y el medio ambiente: todo es descartable, cada uno usa y tira, gasta y rompe, aprovecha y estruja mientras sirva. Después, ¡adiós! El narcisismo vuelve a las personas incapaces de mirar más allá de sí mismas, de sus deseos y necesidades. Pero quien utiliza a los demás tarde o temprano termina siendo utilizado, manipulado y abandonado con la misma lógica”. Me gusta lo que el Papa dice respecto a la familia como célula que viva “la espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estimulo” (A.L. 321-325): “Dios llama a los esposos a engendrar y a cuidar. Por eso mismo, la familia «ha sido siempre el “hospital” más cercano». Curémonos, contengámonos y estimulémonos unos a otros, y vivámoslo como parte de nuestra espiritualidad familiar…querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con él, es animarse a construir con él, es animarse a jugarse con él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo”.

Me parece hermoso lo que un hijo le escribió a su padre recién fallecido.  Un reconocido deportista argentino se accidentó en el mar a fines de enero de 2017, luego de lo cual murió. Y uno de sus 13 hijos subió a Facebook una carta en la que le dice: “Te estoy agradecido por enseñarme a amar, a ayudar al que lo necesita, a saber que todavía se puede amar a una persona toda una vida como hiciste con mamá, a que el matrimonio tiene valor y es increíble.Y de lo que estoy más agradecido es de la familia que me diste con mamá, 12 hermanos que elijo una y otra vez como mis amigos y en los que veo reflejados muchas actitudes tuyas; ellos y mamá son lo que me mantienen todo el tiempo muchas veces sin darse cuenta, y me alegran los días.Como siempre decías: "después de la vida el mejor regalo que te di, son tus hermanos". Nunca estuviste tan acertado.Lo que más te agradezco es que con mamá me hayas presentado a Jesús, y hayas sembrado en nosotros,tus hijos, este increíble amor incondicional, este camino de vida a la santidad, del cual tenías mucha fe y confianza.No puedo decirte que en estos momentos no estoy muy enojado, porque la verdad es que tengo un enojo contra Jesús y su plan que es difícil de explicar.Pero por experiencia y por tus consejos sé que al final siempre termino volviendo a los brazos de Jesús y empiezo a entender un poquito más de su plan y los frutos de levantarse después de cada caída.Algo que me ayudó mucho fue imaginarte con Jesús fumando un habano y que desde arriba me veías y decías: "que tonto este chico que se enoja con vos y te echa la culpa, cuando debería ser con vos en quien se apoya y deja consolar". No sé cuántos hijos pueden decir eso de sus padres.  Imagino que muchos.  Ojalá no me equivoque. No conozco a este joven ni a su familia, pero por los frutos se conoce el árbol del cual proviene.

La palabra que no necesita juramento
El cuarto ejemplo se refiere al juramento falso o “perjuro”, (afirmación contraria a la verdad pronunciada bajo juramento y en publico), ya prohibido por el octavo mandamiento: “No levantar falso testimonio ni mentir”.  Hemos perdido en gran parte el valor y compromiso con la palabra empeñada. Te acordarás cuando nuestro padres al realizar una transacción, no firmaban papeles? La palabra “dada” era el mejor sello y la firma más inteligible. En hebreo “dabar” (palabra), significa contemporáneamente “acto creador”.  Es que “decir” y “hacer” se entrelazan. Los cuatro significados que Goethe en su obra trágica“Fausto” atribuye al Logos (Palabra) divino son: Das Wort (palabra), Der Sinn (significado), Die Kraft (potencia) y Die Tat (acto).  Es que la palabra tiene el poder de “significar” (en griego: “syn-ballein”, “poner junto a”, es decir, “unir”).  El lenguaje simbólico, permite anudar finito e infinito, contingente y absoluto, temporal y eterno, humano y divino.  Lo contrario a lo simbólico es lo diabólico (en griego: “dia-ballein”, “arrojar”, “separar”, “dividir”, “desperdiciar”).

Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.  En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento, se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable. El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que se tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto: la horca! El juez, también cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo: por eso dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de él; tu destino.  Vamos a escribir en dos papeles separados, las palabras “culpable” e “inocente”.  Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino.  Por supuesto, el corrupto funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “culpable”, y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa.  No había escapatoria.  El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados.  Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos, y con una extraña sonrisa tomó uno de los papeles y, llevándolo a su boca, lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados los presentes, le reprocharon airadamente:  Pero, qué hizo? Y ahora? Cómo vamos a saber el veredicto?  Es muy sencillo, respondió el hombre.  Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que elegí y que me tragué.  Con rezongos y enojo mal disimulados debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.

En los momentos de prueba y de mentiras de otros para anularnos, debemos usar la imaginación y la creatividad, sin olvidar lo del pensador chino Confucio: “Cuando las palabras pierden su significado, la gente pierde su libertad”, o lo de la novelista y académica española, Premio de Literatura Miguel de Cervantes 2010, Ana María Matute: “La palabra es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros”.