La histórica Casa de Tucumán, lugar donde se firmó el acta de Independencia el 9 de julio de 1816.

La independencia de los seres humanos implica "per se", que una persona no necesita en un momento de su vida de otra para su realización ni quien le diga estrictamente lo que puede o no hacer. Llegar a ser independientes implica firmeza de carácter, mucha entereza, convicciones propias adquiridas con el discernimiento que trae el crecer y formarse y desde luego la autonomía de la propia conducta. Si llevamos esto a las razones para la independencia de un territorio dominado por otros, hay que imaginar que fue la decisión y comprobación del poder propio, de prevalecer mandatos de gente agrupada en una causa común y un anhelo de dar a las características propias y bien diferenciadas de los habitantes del suelo a libertar, que surge de la conciencia de dejar de ser dominados.

Desde Mayo de 1980 y aún antes, ese sentir, esa toma de conciencia ardía en la mente y el corazón de los hombres de aquellos tiempos en el Río de la Plata.

Hoy, muchas vidas que se fueron, serán el renacer de nuestras futuras generaciones con un mayor amor y respeto por nuestras libertades individuales.

  • Nación libre e independiente

El acta de la Independencia se firmó el 9 de julio de 1816, y en ella prevaleció una postura que representaba el mandato de la mayoría de las provincias: investir a las Provincias Unidas del "alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli". Pero esto involucró no sólo la mera firma como expresión de deseo. El Congreso Constituyente reunido en Tucumán tenía dos grandes objetivos: declarar la Independencia de las Provincias Unidas y sancionar una Constitución con el fin de organizar jurídica y políticamente al territorio independizado.

Sin embargo, para España era perder sus colonias y no sería sencillo lograr hasta mucho tiempo después tales objetivos. Paralelamente, San Martín estaba preparando un ejército en Cuyo para lograr la Independencia. Habría que luchar por ella. Y bien sabemos que lograr una Constitución también llevaría todo un proceso interno que duró más allá de 1853 y que mantener en el devenir de los años es tarea prácticamente diaria, si queremos ser una República con sus tres poderes constituidos y gravitar en el mundo. 

 

  • Realidad del siglo XXI

Comenzado 2020, millones de personas pasaron aisladas por la crisis del coronavirus. Cuando todo pase, será un recuerdo que nadie podrá olvidar por el resto de su vida, porque a raíz de algo jamás imaginado, perdimos nuestra independencia y libertad en aras de la salud. De repente todo por lo que luchamos y aquello que creemos, fue invadido por una realidad diferente. Nos vimos enfrentados a reglas del juego para seguir con vida, como es no salir de casa, no reunirnos con nuestros afectos, permanecimos un tiempo encerrados y solo se permitió aquello esencial para la vida. 

Ha sido un tiempo de relegar nuestra independencia sin ser por ellos sojuzgados, que es lo que cualquier ser humano libre de pensamiento anhela y de que la libertad que teníamos la perdamos porque el bien común importaba más que nosotros mismos como individuos.

A pesar de los grandes medios con los cuales comunicarnos, nos ha faltado el contacto humano, el calor de hermanos, la fuerza de unidos enfrentar el momento difícil y por sobre todas las cosas el estar de acuerdo, porque miles de personas son miles de modos de pensar y de reaccionar ante la pérdida de la capacidad de decidir por nosotros mismos o de hacer lo que sentimos cuando lo queremos y porque así lo queremos.

 

  • Un renacer en libertad

La inquietud primera, es la rebelión, el enojo y hasta la intolerancia. Hierve en la mente -en el proceso- el deseo de romper cadenas, de arriesgarlo todo, de infringir y de luchar. Traslademos eso al espíritu de aquellos que nos legaron ser libres y luego independientes: ¿No es dable profundizar en el valor de esos hombres que también sortearon escollos y luego se vistieron con la gloria del bronce y la memoria intacta en nosotros como Laprida y Fray Justo en 1816 y tener la templanza y la paciencia de esperar?

Un renacer en libertad y recuperar nuestra independencia nos espera cuando alumbren los días sin atisbos de enfermedad, con todo lo que conlleven las secuelas.

Mucha sangre de hermanos cuyos nombres tampoco conocemos en este tiempo, ha dejado de latir para que nosotros estemos mejor, tal y como aconteció en las horas primeras de la Patria. 

Muchos ofrendaron sus vidas y no escuchamos el reclamo de la hora histórica sino la aceptación de que era necesario para la causa de la Independencia. 

Hoy, muchas vidas que se fueron, serán el renacer de nuestras futuras generaciones con un mayor amor y respeto por nuestras libertades individuales. Porque el espíritu siempre prevalece, la fuerza de la hora histórica nos convocó a reflexionar que podemos seguir adelante pues hubo otros en su momento que lo hicieron iluminados por la luz que hoy quizás nos falta en fe y esfuerzo pero que nunca deja de estar porque es inherente al alma humana: la luz del amor al prójimo irradiando hacia el bien de todos.

 

Por Ada Gámez
Escritora ex Presidente de SADE