El asesinato de 6 millones de judíos, 1 millón y medio de ellos niños, pensado y ejecutado en una dimensión sistemática y perversa, lo hace único en los registros de la maldad humana. El antisemitismo fue el motor que alimentó las deportaciones y el exterminio. La aniquilación de 6 millones de vidas fue posible no sólo por la masividad de los crímenes sino por la complicidad de la indiferencia.
En la capital de Polonia, Varsovia, más de medio millón de hombres, mujeres y niños, por el hecho de ser judíos fueron trasladados a un sector reducido de la ciudad. Ese espacio que hoy conocemos como lo que fue el Gueto de Varsovia implicó la concentración de los judíos de la ciudad y alrededores con el plan de degradarlos espiritualmente, generar en ellos apatía colectiva y llevar a sus muertes por la combinación de hambruna y el impacto de las epidemias.
Como la mortalidad elevada en la población judía era demasiado lenta para el deseo de los nazis y el mecanismo de fusilamientos masivos era complejo en espacios urbanos (situación que no les fue complicada en la actual Ucrania y Rusia), se dio paso a las acciones y traslados.
Estos últimos, orientados en su mayoría hacia el campo de exterminio de Treblinka, combinado con el impacto del frío, el hambre el tifus y otras epidemias llevó a que hacia 1943 los judíos que habitaban el Gueto no superaran los cincuenta mil.
Durante los años de funcionamiento del Gueto, los judíos que vivieron en él, hicieron a su manera lo posible para aferrarse a la vida. Las instituciones comunitarias que se articularon entre muros trataron de mantener el espíritu, fortalecer la confianza y contrarrestar la resignación. Se trató de sostener la vida cultural y religiosa dentro de los muros.
El 19 de abril de 1943 las tropas alemanas de las SS y de la Wehrmacht junto con sus leales colaboradores reciben la reacción organizada de 22 grupos de lucha formada en su mayoría por jóvenes. Mayor esfuerzo le generó al ejercito nazi terminar con la resistencia del Gueto que lo que implicó tomar la capital de Francia.
Hombres y mujeres que no pretendían la derrota del ejército nazi, sino la victoria de la dignidad humana. Ellos lucharon por preservar la memoria de lo que significa ser humano en un momento de deshumanización. Cientos de personas, casi sin armas, luchando en las calles Muranowska, Mila, Zamenhof, Walowa y otras.
Muchos de los que resistieron en la shoá, resistieron en soledad, pero ninguno de los que murieron, murió en soledad, parte de todos nosotros murió junto con ellos, parte del concepto de lo humano desapareció junto con sus vidas.
La obligación de todos es consolidar la memoria, bregando en el camino irrenunciable de la educación como herramienta insustituible.
Lo que nos enseña el heroísmo del levantamiento de Varsovia, tras la inhumana acción de los nazis y sus cómplices, es el mensaje para las generaciones presentes y futuras de la necesidad de combatir la indiferencia que tuvo el mundo hacia el colectivo judío en Europa a mediados del siglo pasado. Indiferencia que no puede repetirse para con colectivo alguno en los tiempos por venir.
La memoria ayuda a la construcción de la sociedad que todos deseamos, pero a la vez la memoria la construimos entre todos, combatiendo el negacionismo, expresando nuestro mensaje contra la intolerancia, valorando la diversidad, educando sobre lo que ocurrió y que jamás debe volver a repetirse. La memoria combinada con la educación nos enseña que el holocausto (la shoà) no integra como catástrofe parte inmensurable de la tragedia del pueblo judío, sino que afecta a la humanidad toda.
Así lo ha entendido nuestro país al incluir la enseñanza del Holocausto en los distintos programas de estudio en niveles primarios y secundarios según lo dispuesto en la resolución 80/09 del Ministerio de Educación de la Nación. En esa misma forma se ha actuado al declarar el 19 de abril como Día de la convivencia en la diversidad cultural en recuerdo del levantamiento del Gueto de Varsovia y en homenaje a las víctimas del holocausto.
Cuando hablamos de memoria en el sentido cronológico, como memoria sobre el pasado, con compromiso con el presente y el futuro, no cabe la indiferencia. Por ello la Sociedad Israelita de Beneficencia de San Juan, en la fecha del 70 aniversario del levantamiento del Gueto de Varsovia, que en el calendario hebreo se designa como Día del Holocausto y del Heroísmo, rememora la valentía de los combatientes del Gueto, recuerda y rinde homenaje a las víctimas del Holocausto y ratifica su compromiso en la construcción de una sociedad justa y fraterna.
(*) Presidente de la Sociedad Israelita de Beneficencia de San Juan. Presidente de la Filial DAIA San Juan.
