"En el principio era la Vida" podríamos decir parafraseando el prólogo del evangelio de san Juan. Sí, la vida es un valor clave de toda cultura y sociedad y por eso mismo las legislaciones varias, de muchos modos, la han protegido. 


Pero hoy nos encontramos con escenarios totalmente complejos y hasta contradictorios. Un viejo dicho dice que la primera víctima de la guerra es la verdad. Y en esta lucha-confrontación, la "verdad" de la vida humana está encubierta por sombras y nubes. No se quiere reconocer plenamente el derecho a nacer del ser humano en el seno materno. 

Promover la vida es promover una sociedad no violenta, pacífica, humana.

Es ya lugar común afirmar que el derecho a la vida está en la base de los demás derechos. Y es muy cierto. Imposible ejercer el derecho a la educación, al transitar libremente, a expresar ideas, a comportarme como ciudadano y no solo habitante, si previamente, no pose el derecho a la vida misma.


Ni siquiera la libertad puede darse sin la vida física: para ser libre es necesario ser viviente. No se puede ser libre si no tenemos la vida. La vida llega anteriormente a la libertad; por eso cuando la libertad suprime la vida es una libertad que se suprime a sí misma.


Las personas no reciben sus derechos fundamentales por adopción o por cesión de los demás miembros de la comunidad. No, esos derechos no son "concedidos" por libre decisión conjunta de los otros. Las personas tienen de por sí esos derechos, que se derivan de su condición humana y cada sociedad está llamada a reconocer la identidad, naturaleza e individualidad de las personas que la componen. Debe reconocer que cada vida humana tiene el derecho pleno a ser protegido por la ley. 


Y dicha protección se extiende a la madre vulnerable, indigente.


La persona no es un principio ético sino la fuente de los principios. La persona es el punto de partida y de conclusión de los argumentos en bioética, porque en su ser hay una dignidad intangible e indisponible que antecede a toda conceptualización. La persona es más que un paradigma o modelo de referencia, porque la persona es un fin y nunca un medio. Antes de los principios, está la persona. Antes de la valoración costo-beneficio, está la persona. Antes del mercado y las políticas sanitarias, está la persona.


El hombre es persona por el hecho de ser humano, con independencia de su capacidad de ejercitar determinados comportamientos o de ejercitar funciones específicas como la perceptividad o la racionalidad. Por tanto, el hombre es más que sus actos; es persona, incluso en el extremo de que no se comporte como persona. Es una totalidad física, psíquica, espiritual, social. La espiritualidad, el elemento metafísico, es la condición y el fundamento de lo psíquico, de lo físico y social.


A nadie le asiste el derecho por ejemplo de acabar con su propia vida -suicidio- o con la vida ajena. Es falso decir sí al aborto porque "es mi decisión': la libertad no puede en su ejercicio arremeter contra la vida humana del inocente e indefenso. No puedo "vender' mi libertad y volverme esclavo. A mayor razón, no puedo arremeter contra la vida física de nadie, ni la mía o la de otro, porque no soy dueño de esa vida. Soy su administrador responsable.


Hay quienes argumentan: "en el caso de embarazo seguido de violación, el aborto es un bien'. El razonamiento es equívoco porque una tragedia -la violación- no se soluciona con otra -el aborto-. Una violencia no encuentra remedio en otra sucesiva. La atenta mirada a la mujer ultrajada e injustamente ofendida, no nos habilita para terminar decidiendo erróneamente, aún con amparo legal, contra la vida indefensa e inocente del niño por nacer.


Pbro. Dr. José Juan García   -  Vicerrector de la UCC. Especialista en bioética.