La sucesión de hechos en los que no se respetan límites de ninguna naturaleza, hace poco previsible el futuro del país. Algo muy poco edificante para la Argentina que siempre tuvo por meta la cultura y que tiene una historia educativa real, una historia que fue de avanzada ante los ojos de otras naciones.
Hoy. Niños que roban y matan porque saben que les puede tocar la protección del garantismo asimilado legalmente en nuestra jurisprudencia y que si por casualidad no les toca, soportaran algo de cárcel. No mucho.
Matan con conciencia de lo que hacen y con placer si se trata de policías y o agentes de las fuerzas de seguridad. Que la vida de esas personas que custodian a la sociedad dependan de los jóvenes delincuentes está indicando que algo grave y malo ocurre en la sociedad y que afecta a toda la ciudadanía.
Un ejemplo. Que un alumno de nivel secundario ataque a cuchillazos a la directora y al portero de un establecimiento -escuela pública No. 29 Manuel Belgrano del barrio porteño de La Boca- no tiene parangón. Los atacados están internados con heridas de consideración y del atacante nada se sabe lo cual hace suponer que nada le pasó.
Y como si estas incongruencias y deslealtades cívicas fueran poco deterioro para la comunidad, en el Derecho apareció el garantismo como una respuesta frente a la gran divergencia existente entre lo que establecen las constituciones y demás normas superiores de los ordenamientos jurídicos -que consagran derechos y garantías ideales para los ciudadanos- y lo que acontece en la realidad, en donde tales derechos y garantías muchas veces no se cumplen.
Como tema es complicado, como hecho favorece a quienes delinquen tal como lo han expresado públicamente algunos jueces nacionales. Algo que cuesta comprender a primera vista y que afecta el presente y el futuro de las comunidades de nuestro país.
Ahora, quienes cumplen sus obligaciones formalmente y se esfuerzan por hacer mejor las cosas que les corresponde, es muy fácil que se sientan ante una verdadera incógnita y que se pregunten si están o no equivocados. De esa manera se invalidan acciones y hechos que han caracterizado positivamente a la sociedad.
Y¿qué pasa con la educación mientras tanto? Y en la respuesta somos todos testigos porque nunca se habló y se hizo menos por la educación, algo lamentable porque con ella se forma la juventud y sin ella fracasa.
Sin dudas, la sociedad necesita estructurarse con una reconocible base de educación y cultura. La Argentina fue siempre así y por ello no ha tenido los problemas comunes de otros países.
La ley no es letra muerta cuando quienes gobiernan asumen cabalmente sus responsabilidades, la ley es el eje del comportamiento del hombre en sociedad y no tiene exclusiones, lo cual garantiza su efectividad.
Se sabe que la vigencia de la ley necesita de jueces probos, de catedráticos que enseñen a las jóvenes generaciones que les espera una enorme oportunidad pero que no podrán dejar de ser responsables ante ella.
Vivimos una sociedad compleja y de alguna manera violentada por esos jóvenes que matan sin reparo tal vez porque ven el futuro como un juego de azar. No sienten ningún compromiso hacia la sociedad. No les importa su propio destino. Cuesta entenderlos pero en algún lugar de su vida hay un vacío muy grande.
El salvataje existe y por ello hay que apelar rápidamente a la educación, en su ámbito se pueden recrear programas que sirvan para readaptar a esa juventud que no reconoce límites porque no tiene parámetros ni códigos. Son sólo medianamente responsables porque el primer fracaso de sus vidas es la falta de un verdadero marco familiar.
Pensamos en una educación que tal vez no pueda impartirse en las escuelas y o aulas comunes sino en otras instituciones, pero algo hay que hacer antes de que sea socialmente tarde, la responsabilidad en ésto la tienen las autoridades actuales y todos aquellos ciudadanos que piensan.
Ha sonado la alarma y hay que ver los peligros con sinceridad, entre ellos el alto consumo de la droga sin que se hagan campañas públicas para evitar esta situación. Parece -no decimos que así sea- que los narcotraficantes gozaran de alguna protección.
Se necesita limpiar el país de todo aquello que perjudique al ciudadano y sobre todo a la juventud, porque qué hace una nación que no tiene en ella -en la juventud- una garantía para el futuro de todos sus habitantes.
