La consideración de la enseñanza como progreso de los pueblos en el siglo XXI ha tomado un papel de suma trascendencia; con ella el bicentenario ha dado suficientes motivos para pretender de nuestro ciudadano una formación íntegra marcada por antecedentes de arduos y trabajados senderos. Considerar estos impulsos como oportunos es mantener para la educación de un pueblo los valores, tradiciones culturales y principios científicos que rigen el conocimiento. Al mismo tiempo el ciudadano contemporáneo merece una reflexión realista que luego del despliegue de todo un ciclo lectivo, de una visión auspiciosa del futuro inmediato que la educación debe enfrentar.

No hay discusión alguna de que enseñar es una ciencia y que sus presupuestos son anteriores a la ciencia misma. Pues quien enseña lo hace con el respaldo profesional de una ciencia que es la Pedagogía, y el conocimiento por el cual se forma el ser humano pertenece a un determinado cuerpo del saber al cual llamamos cuerpo científico para una delimitada ciencia.

En nuestro país, desde que Sarmiento incorporara desde EEUU maestras tituladas como tales, la labor educativa comenzó a tomar tinte profesional, pues específicamente quien se había formado en el saber de enseñar no sólo lo hizo en su nación de origen sino que también llegó hasta nuestro suelo para cumplir con el mismo fin pretendido.

Más adelante el movimiento normalista o bien las escuelas normales, vinieron a continuar lo que Sarmiento ya había vislumbrado; que cada alumno tuviese frente a sí a una maestra, formada pedagógica y científicamente en ciencias y materias afines.

Hoy la evolución de la enseñanza y la formación inicial y profesional de sus actores, ha devenido en la creación de profesorados de enseñanza superior terciarios no universitarios y universitarios para la promoción de profesores especializados que según el nivel alcanzado, con tres, cuatro o cinco años académicos se formaban simultáneamente en ciencia y metodología para la enseñanza para distintos niveles y modalidades del sistema educativo.

No presenta ninguna duda el nivel alcanzado por la Pedagogía para sustentar la enseñanza con presupuestos de rigor científico. Quien lo cuestiona o realiza semejante observación evidentemente desconoce la competencia profesional de la ciencia pedagógica, su cuerpo y fundamentación científica y su valoración e inserción académica. Por ello es necesario dar crédito al progreso que evidencia los avances en los procesos de conducción del aprendizaje, de manera tal que quien se aproxime a los mismos logre una visión y comprensión general del desarrollo que la ciencia de enseñar ha tenido hasta hoy.

Al mismo tiempo, es oportuno conocer cuáles son aquellos presupuestos de rigor científico con que los profesionales de la educación deben hacer frente a la enseñanza hoy, demostrando en la praxis que quien está frente a un estudiante, alumno, educando o persona interesado en aprender, tiene una sólida formación y que para la docencia sólo un profesorado la puede brindar.

Desde principios del siglo XX y hasta la década del "50, los momentos fundamentales del proceso de enseñanza estaban señalados como instancias lógicas para el desarrollo del aprendizaje que se dividían en: a- Invención o gestación, b- Plan o disposición y c- Elocución o expresión. A partir de los "50 y hasta la década del "60, los mismos eran considerados como: a- Motivación, b- Desarrollo y c- Conclusión. Más tarde, desde la década del "70 y hasta fines del siglo XX estos momentos de la enseñanza tomaron por nombre los siguientes: a- Apertura, b- Actividades y c- Evaluación.

Los momentos señalados en última instancia hoy continúan, sin embargo, nuestro aporte de solidez científica sustentado por la tecnología educativa, propia de los avances de la pedagogía, ha quedado establecido desde este nuevo ciclo educativo en: a- Origen del tema, b- Desarrollo y análisis del contenido c- Transferencia de los resultados.

Creemos pues, que esta nueva propuesta contiene y supera los alcances de las anteriores y logra un nivel de respaldo científico propio a las exigencias de la ciencia de enseñar, ya que ver la enseñanza como arte es sólo un reduccionismo librado sólo a la iniciativa de quienes quieren mostrar y construir una realidad muy limitada al conocimiento y propuesta por quienes no alcanzaron el nivel y rigor científico que amerita la educación.

La ciencia de enseñar, se rige por leyes las cuales establecen que a las mismas causas corresponden los mismos efectos. El criterio y la disposición alcanzada por el profesor hacen de este el profesional idóneo para establecer que en el número de casos suficientes las fórmulas educativas se aplican de la misma manera para iguales resultados. Entonces, comprender la enseñanza en proyección al futuro significa que la simple capacitación docente no podrá ser un presupuesto sustentable para enseñar, sí por el contrario, la formación adquirida en los profesorados los cuales garantizan la calidad de la enseñanza y por ende la calidad de la educación.