La semana pasada leí un tuit que preguntaba qué significaba una larga secuencia de unos y ceros (01000010 011010011). Me hizo recordar con nostalgia cuando trabajaba como ingeniero de sistemas y era capaz de interpretar el significado de expresiones en secuencias binarias, almacenadas en lo que eran considerados en esos tiempos "grandes" equipos de computación. Hasta podía programar complejas aplicaciones bancarias en Assembler que era el lenguaje en código binario con el cual se programaban al principio las computadoras cuando recién aparecían los primeros cajeros automáticos.
Recuerdo también haber utilizado el lenguaje APL (por las siglas en Inglés de A Programm Languaje) un conjunto de complejas instrucciones matriciales que permitían realizar operaciones científicas que hoy puede resolver casi cualquier persona sencillamente utilizando una hoja de cálculo.
Es menos complicado intuir hasta dónde puede llegar la tecnología, que discernir qué es lo que haremos los humanos con ella.
Hacer funcionar aquellas computadoras era una tarea muy compleja que requería de profesionales altamente capacitados en la ciencias de la computación. No ha pasado tanto tiempo y, si bien todavía sigue vigente la necesidad de conocimientos especializados para desarrollar complejos algoritmos, los avances en materia de accesibilidad han simplificado enormemente nuestra convivencia con las máquinas.
Inclusive, hace poco, se han desarrollado programas que son capaces de codificar los complicados algoritmos que hacen funcionar finalmente las aplicaciones que utilizamos con tanta frecuencia.
Así como los humanos podemos comunicarnos y entendernos si usamos el mismo idioma, a las máquinas les sucede lo mismo y por eso en aquellos tiempos, era tan complicado comunicar dos o más computadoras si no eran de la misma marca y usaban el mismo lenguaje de programación. Esto fue así hasta que apareció primero el protocolo IP y luego Internet.
A todo lo que ya ha facilitado Internet y la inmensa cantidad de propuestas en línea que permiten las redes, sin las cuales muchas tareas serían imposibles de sostener, se suman ahora los desarrollos con inteligencia artificial en redes neuronales a través del aprendizaje profundo.
La empresa SourceAI acaba de anunciar una aplicación que permite generar programas en muchos idiomas diferentes, ayudando así a automatizar y multiplicar la creación de más software. Los creadores sostienen que se ahorrará mucho tiempo en la codificación y que además, personas sin conocimientos de programación también podrán, sin grandes dificultades, desarrollar aplicaciones. ¡Y muchos que creíamos que un programador tenía su futuro laboral asegurado…!
Hoy casi nadie tiene idea que pasa dentro de los circuitos de un dispositivo y cada vez más se los puede hacer funcionar simplemente hablando en lenguaje humano. Los asistentes personales inteligentes en nuestros teléfonos celulares como Siri o Google Now dan una idea clara de esta tendencia.
¿Cuáles pueden ser los futuros desarrollos sobre actividades que ahora hacemos los humanos? ¿Cómo podemos prepararnos para que no nos sorprendan distraídos estos cambios? ¿Qué puedo hacer para que todo este progreso se piense siempre desde una perspectiva humana y no sólo comercial?
Creo que es menos complicado intuir hasta dónde puede llegar la tecnología, que discernir qué es lo que haremos los humanos con ella. Mientras tanto, sigamos aprovechando la imaginación, el ingenio y la creatividad que junto con las emociones y los sueños nos hacen, por suerte, tan diferentes a las máquinas.
Por Gustavo Carlos Mangisch
Director de Innovación y Calidad en Educación del Espacio Excelencia y de la Maestría en Nuevas Tecnologías (UCCuyo)
