Victoria Sánchez, en el centro de la foto, junto a parte del grupo que participó de la investigación.

Un poco hastiado de hablar de las tacañerías de cierta clase política, no es toda, me inclino hoy por transcribir este relato, que sirve de antesala a una noticia científica, que nos alegra y enorgullece.

La historia cuenta que un hombre se encontraba perdido en el desierto, ya casi a punto de morir de sed. Caminaba, caminaba y caminaba, hasta que divisó a lo lejos algo que parecía ser una casa. Se fue acercando y pudo observar que era una vieja casita que se estaba desmoronando; sin ventanas, sin techo; se notaba que había sido construida hacía un largo tiempo. El hombre merodeó por allí y se encontró con una pequeña sombra donde se acomodó para huir del calor. Miró hacia su alrededor y a escasos metros de distancia vio una vieja bomba toda oxidada. Se arrastró hasta allí, tomó la manija, y comenzó a bombear una y otra vez. Nada sucedía. De pronto cayó hacia atrás, muy cansado, desanimado, y se quedó dormido.

Al mediodía despertó y notó que cerca de la bomba había una botella. La miró, se acercó a ella y comenzó a remover el polvo que poseía, limpiándola para ver qué contenía. Vio que estaba hasta el borde de agua y que llevaba grabado un mensaje que decía: "Antes que nada, debes llenar la bomba con toda el agua de esta botella, mi amigo. Luego vuelve a llenar la botella nuevamente antes de partir".

En el país hay gente que estudia, trabaja, hace ciencia, silenciosamente, cumpliendo una misión de servicio para sus congéneres y las generaciones venideras.

El hombre sacó la tapa de la botella y comprobó que era agua lo que contenía. Estaba casi llena. Luego de varios cabildeos, finalmente echó toda el agua en la vieja bomba, volvió a tomar la manija y comenzó a bombear. La bomba chillaba pero nada ocurría. Se desesperaba pero igual continuó bombeando hasta que comenzó a salir el primer hilo de agua. Luego fluyó una gran cantidad de agua limpia y fresca. Él tomó hasta hartarse y aprovechó a llenar la botella para la siguiente persona que por allí pasara, la tapó y agregó unas pequeñas líneas al anterior escrito. "Esto verdaderamente funciona, tienes que verter todo el contenido para obtenerlo otra vez".

Este cuento, como casi todos los cuentos, tiene que ver con nosotros. Somos ese hombre, que camina, sediento de paz, de justicia, de igualdad, de seguridad, de vivir dignamente. Tanto andar y parece que todo ese conjunto de anhelos está cada vez más lejos. Hasta que aparece algo diminuto, como esa botella, con el agua milagrosa, que alguien dejó con el encargo de verterla en la bomba, tomar hasta saciarse y luego dejar nuevamente llena la botella, para que otro continúe con el proceso virtuoso.

LA JUVENTUD CIENTÍFICA

Con este propósito, hay gente que estudia, trabaja, hace ciencia, silenciosamente, cumpliendo una misión de servicio para sus congéneres y las generaciones venideras. Así, como es el personal que habita el Conicet, que representan la juventud que lejos de los despropósitos de la clase política, se aplican con dedicación, esfuerzo y profesionalismo, a buscar soluciones para los semejantes. Esa juventud es el agua de la botella. Son nuestra esperanza de un tiempo, que tal vez el que escribe no alcance a ver, donde brillen la sensatez, el mérito, el premio al esfuerzo, la sana competencia y la honradez, sobre todo.

María Victoria Sánchez, sanjuanina, orgullo nuestro, de su familia, vecina del barrio Universitario, es investigadora del Conicet en el Instituto de Medicina y Biología experimental de Cuyo. Es líder del estudio que probó con éxito en ensayos de laboratorio, una formulación vacunal, que demuestra el potencial de adyuvante para promover una respuesta inmunológica de protección contra el virus SARS-COV-2. 

Explica la Licenciada Sánchez que "un adyuvante es una sustancia capaz de dirigir y potenciar la respuesta inmune hacia un antígeno determinado. El uso de adyuvantes ha permitido incluir antígenos en las vacunas que antes se descartaban por su baja o nula capacidad de inducir una respuesta inmune. En nuestro caso, el antígeno que utilizamos no es suficientemente bueno inmuno genéticamente y por eso le añadimos este adyuvante que es específico y que funciona dentro de las células inmunes".

Un adyuvante sería, entonces, una sustancia que se usa para ayudar a reforzar la respuesta inmunitaria a una vacuna, de modo que se necesite menos cantidad de la misma.

Aparte de la noticia, el fondo de esta nota es revelar que existe una juventud en la cual podemos recostarnos para intuir que más allá del estropicio, hay una luz esperanzadora para los años venideros. A eso debemos apostar. Argentina es un país inmensamente rico, no sólo por sus recursos naturales, sino sobre todo por la calidad de sus habitantes. Sobre todo los jóvenes. Como es el caso de la Lic. María Victoria Sánchez, a la que felicitamos sinceramente.

 

Por Orlando Navarro
Periodista