Cada año, el Ministerio de Infraestructura del Gobierno de la provincia destina importantes fondos a la refacción de establecimientos educativos que se encuentran dañados, no sólo por el uso normal de las instalaciones, sino por el accionar vandálico que cada vez se hace más difícil controlarlo.

Se han ensayado diversas maneras de controla los desmanes que a diario son denunciados por los directivos escolares, pero es evidente que todavía no se ha encontrado la forma de otorgar total seguridad a las escuelas que siguen vulnerables, especialmente aquellas que quedan sin ningún tipo de custodia en horas de la noche, al haber desaparecido de muchas de ellas la figura del portero que acostumbraba a residir en el mismo edificio.

Hace unos cinco años, en medio de una ola de robos y ataques a las escuelas, especialmente de la zona rural, se dispusieron rondas de vigilancia policial y algunas custodias especiales en un buen número de edificios escolares, que al poco tiempo se fueron flexibilizando hasta desaparecer dejando, otra vez, los establecimientos a la merced de las patotas que, generalmente irrumpen en horas de la noche con total impunidad.

Entre otros intentos, algunas escuelas han sido dotadas de sistemas de alarma o vigilancia electrónica, lo que en la práctica resulta cuestionable ya que hay numerosas pruebas de que en momentos en que los establecimientos están sin actividad escolar, especialmente los fines de semana, la gente de los vecindarios no hace caso a la advertencia, por lo que no recurre a llamar a la policía mediante el 911, ni a ningún otro organismo de seguridad que pueda intervenir oportunamente.

La idea de que los directores depositaran los elementos de mayor valor que dispusieran, como televisores, videograbadores, proyectores, equipos de sonido y equipamiento en general, en las seccionales de policía más cercanas, durante los períodos de receso escolar, tampoco dio los resultados esperados. Esto, debido a lo dificultoso del sistema y la incomodidad que representaba la implementación del operativo. Así, la época de vacaciones sigue siendo una de las más temidas por los responsables escolares, quienes al reanudar sus actividades se encuentran con escuelas desmanteladas, sin los elementos necesarios para el reinicio de las actividades.

En términos generales, los responsables del vandalismo en las escuelas son personas sin escrúpulos a las que no les interesa ni el bien común, ni la función social que cumplen los establecimientos escolares. En la mayoría de los casos los malvivientes residen en las inmediaciones de los edificios, pero no han sido alumnos regulares ni los une ningún sentimiento de pertenencia.

El avasallamiento está motivado por los mismos impulsos que determinan los desmanes en plazas y otros lugares públicos, es decir la falta de conciencia para comprender que son lugares comunes que pertenecen a todos y que los daños que se puedan perpetrar en cada caso, en definitiva cuestan a todos los integrantes de la sociedad.

En el caso de las escuelas, el daño es mayor porque se perjudica directamente a una población estudiantil a la que se le deben garantizar todos los medios. Y cuando esos medios han sido devastados, son los mismos padres los que comienzan a reclamar para que sean restituidos por las autoridades escolares.

Desde el aspecto psico-social existen una serie de recomendaciones para intentar frenar el vandalismo escolar que sería bueno considerar y poner en práctica, para evitar que las escuelas sigan siendo el objetivo de los inadaptados que las eligen para destruirlas y desmantelarlas.

Demostrar en todo momento el interés por mantener en buenas condiciones el edificio escolar puede ser muy desalentador para quienes planean irrumpir en una escuela que se muestra abandonada y poco cuidada. Jardines cuidados, paredes bien pintadas y entornos limpios libres de basura y todo tipo de residuos, transmite una sensación de seguridad que disminuye en gran porcentaje la posibilidad de desmanes. En nuestra provincia se han detectado una gran cantidad de escuelas en muy mal estado de conservación y falta de limpieza por la poca actitud de su personal directivo y docente que no exige un ámbito adecuado ante las autoridades superiores.

De la misma forma, un acercamiento efectivo de las autoridades escolares a los vecinos, puede hacer que se cuente con personas aliadas en la defensa del establecimiento. Lo mismo que hacer posible que siempre haya alguien en las inmediaciones de la escuela, especialmente los fines de semana, lo que resulta muy molesto para quienes tienen planeado introducirse para hacer daño. Esa presencia física puede estar dada por miembros de la propia comunidad educativa, personas que soliciten el edificio para determinadas actividades, o efectivos policiales o de cualquier otro cuerpo de vigilancia dispuestos voluntariamente o asignados mediante algún sistema de contrato.

Preservar los establecimientos educativos es garantizar que se contará con las herramientas necesarias para que los jóvenes completen su etapa de formación, lo que en cierta forma funciona como un anticuerpo a ese vandalismo al que estamos haciendo referencia.