Todo un símbolo. La Villa Cornaro, un ícono de la arquitectura italiana imitada en el mundo hasta la actualidad, fue comprada hace tres décadas por un matrimonio estadounidense que ahora la puso a la venta para regresar a su país.

Corría el año 1989 cuando un matrimonio estadounidense, el abogado Carl Gable y su esposa Sally, decidieron comprar por sólo 2 millones de dólares la Villa Cornaro. La histórica casa, ubicada en Piombino Dese, a unos 30 km de Venecia, había sido construida por Andrea Palladio, uno de los arquitectos más importantes del Renacimiento y uno de los más influyentes de toda la historia, al punto que sus diseños son imitados hasta hoy.

La Villa Cornaro luego fue remodelada por Vincenzo Scamozzi, un continuador de Palladio, que no hizo más que agregarle valor a una obra que sería un emblema del Cinquecento italiano. Tanto es su influjo que fue una de las disparadoras del neoclasicismo estadounidense una vez lograda la independencia, al punto que Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos y uno de sus padres fundadores, la tomó como modelo para su mansión de Monticello, en Virginia, y terminó apareciendo en el billete de 2 dólares y en la moneda de 5 centavos.

De alguna forma, la venta de la villa a los Gable (al no encontrar un comprador italiano) representaba, simbólicamente el inicio de la transnacionalización de los capitales que resultó del comienzo de la globalización. Este proceso, que trajo enormes cambios en el panorama mundial, es el responsable de la desarticulación del poder de los Estados-Nación y de la resignación de parte de su soberanía a favor de una mayor integración económica, de beneficiar intereses financieros, de las interconexiones a escala global y de una notable pérdida del poder militar, sobre todo en aquellos países que fracasaron en integrarse al sistema económico de escala planetaria.

La transformación de la economía internacional afecta no sólo a los países, sino también a las instituciones, a las familias y a los individuos, y ha traído como consecuencia un debilitamiento constante -y cada vez más profundo y permanente- de los vínculos, haciendo que se pierdan las relaciones de familia y las lealtades nacionales y llevando a que las sociedades locales se encaminen a una sociedad global.

Este nuevo modelo de sociedad, que en realidad es más de alcance occidental e intrínseca a las grandes urbes, fue construyendo, o se le fue imponiendo, su propio esquema de valores. Pero pronto, el fenómeno de las grandes migraciones la enfrentó a la penetración de mareas humanas que no han pasado por el tamiz de lo políticamente correcto y la exponen a sus contradicciones.

Así, el islam -con sus valores- ha poblado Europa Occidental, y su explosión demográfica arriesga un proceso de reemplazo poblacional relevado en el hecho de que el nombre Mohamed, con todas sus variables y traducciones, sea el más elegido para los recién nacidos en ciudades como Londres, Berlín, Bruselas, Oslo o Cardiff, con particularidades: en Bruselas es el nombre más elegido anualmente desde 2001, y resulta el primero en Alemania, Holanda y Austria.

Esta explosión demográfica, generada por las masas de inmigrantes, también ha tenido impactos económicos y políticos. Económicos, porque ha llevado a una devaluación del costo de la mano de obra en los países europeos más industrializados, que buscan hacer competitivas sus manufacturas para defenderse de la producción china; y políticos, porque líderes desaprensivos, como los del Partido Demócrata Italiano, intentan llevarlos hacia sus filas para engrosar, en muchos casos, la lucha por causas anticuadas a la luz de las actuales transformaciones.

Pero la intimidación malthusiana africana amenaza con presionar aún más a Europa. Nigeria en treinta años superará la población de los Estados Unidos y en cincuenta a la de Europa. Este crecimiento en muchos casos está promovido por líderes irresponsables, como el presidente de Tanzania, John Mangufuli, que invitaba recientemente a las mujeres a "liberar sus ovarios", en un país que se encuentra al borde de una crisis sanitaria, en el que las mujeres en edad de procrear ya tienen un promedio de cinco hijos y en el que el sida es la principal causa de muerte entre los adultos.

Ante este panorama, el temor de los sectores medios europeos no se iba a hacer esperar. Esta reacción se ha podido apreciar en el campo de las letras, donde aparecieron novelas apocalípticas o con contenidos contrafactuales, como la famosa "Sumisión", del polémico Michel Houellebecq, que cuenta cómo sería el futuro inmediato de Francia donde, ante el temor del avance de los identitarios liderados por Marine Le Pen, toda la clase política decide apoyar la llegada al poder de un líder musulmán carismático y supuestamente moderado, Mohammed Ben Abbes, que termina llevando al país a un proceso de islamización acelerado.

La novela, que ha sido un enorme éxito de ventas en Francia, Alemania, España y la Argentina, está antecedida en este recorrido por la ficción de otro francés, el recientemente desaparecido Guillaume Faye, llamada "Arqueofuturismo". Faye plantea un mundo jaqueado por catástrofes étnicas, económicas y ecológicas, donde el europeo, embebido por dogmas progresistas y postrado por el individualismo y el igualitarismo que lo alejan de la realidad, deberá luchar para renacer en un futuro donde el triunfo sólo puede ser posible en el marco del rescate de ciertas conductas tradicionales y de la apropiación de la técnica en el sentido del Futurismo italiano y, si se quiere, jungeriano.

Esta unión entre lo viejo y lo nuevo, entre lo arcaico y el futuro, comienza a tener un reflejo en las sociedades nacionales europeas que buscan un renacer y un refugio en los movimientos identitarios que han surgido en los últimos años. Pero este renacer del espíritu europeo no parece razonable en un futuro inmediato, más si consideramos que, ante la reciente tragedia que significó la destrucción de un símbolo de la cultura europea como la catedral de Notre-Dame, se lamentó el hecho más como la pérdida de un atractivo turístico que como una calamidad religiosa o espiritual.

Frente a esta realidad se podrían justificar tanto la tardía aparición de los movimientos identitarios y nacionales, entendidos como una legítima rebeldía de las sociedades y grupos étnicos que se sienten superados por la globalización, como también el surgimiento de figuras polémicas de la talla de Le Pen, Salvini, Petry, Kurz, Johnson, Bolsonaro, Putin, Xi Jinping y el mismísimo Donald Trump, entre tantos otros, que serían reacciones ante la "nostalgia de ya no ser".

Ahora, al parecer, estaríamos frente a una revitalización del Estado-Nación por sobre la experiencia multilateral, que se hallaría representada por las empresas, el sistema financiero, las organizaciones no gubernamentales, las instituciones internacionales y por la Unión Europea, el gran modelo de estructura multinacional.

Mientras tanto, el matrimonio de los Gable ha puesto en venta Villa Cornaro por una cifra varias veces millonaria, y espera venderla pronto para volver con el capital definitivamente a los Estados Unidos, su país de origen. Casi como la metáfora final de los tiempos que corren.