La confianza es la mayor víctima tras el robo de datos personales de 50 millones de cuentas en Facebook. Mark Zuckerberg y la ladrona Cambridge Analitycs deben admitir y pagar culpas. Pero los gobiernos, las consultoras y los usuarios también deberían asumir su cuota de responsabilidad.


Zuckerberg es el máximo responsable. Su falta de transparencia derivó en su condena. Salió tarde a dar explicaciones. Supo del robo hace dos años pero esperó a que lo convocaran los parlamentarios de Washington, Londres y Bruselas, siempre hambrientos por regular. Tampoco le ayuda no haber hecho mucho sobre los trolls rusos que bombardearon con noticias falsas a 126 millones de sus usuarios durante las elecciones pasadas en EEUU.

Los rusos o Cambridge Analytics no son los únicos malos de la película. Todos los gobiernos y políticos durante procesos electorales se amañan con modernas consultoras que hacen gala de su eficiencia para manipular electores en las redes sociales. Muchos gobiernos tienen ejércitos de cibermilitantes que navegan las redes apagando fuegos, críticas y disensos. Las actuales campañas en México y Colombia, así como la anterior de Argentina, están regadas de los mismos pecados sufridos en EEUU, excepto que nadie los transparenta.


El caso Cambridge Analytics tiene gran impacto por la masiva fuerza movilizadora de Facebook, pero no implica que los 50 millones de usuarios de ahora y los 126 millones de antes, a los que se bombardeó con noticias falsas y propaganda encubierta, se hayan tragado el sapo de que el papa Francisco apoyaba a Donald Trump o que Hillary Clinton hizo un pacto con el diablo y los terroristas musulmanes. Facebook tampoco es la única empresa que ha sido afectada por robo de datos. Yahoo, MySpace, eBay, Sony, American Express y muchas otras en el mundo sufrieron robos con efectos aún más perniciosos para los usuarios.


Está claro que la mala praxis de Facebook debe ser reparada de inmediato. Pero no hay que confiar en aquellas personas o movimientos que piden a los usuarios boicotear o eliminar sus cuentas de la red social. Es una petición contra natura que afecta libertad de expresión. Los usuarios también tenemos una alta cuota de responsabilidad individual.


Ciertamente que en las redes vivimos sometidos a presiones sociales, somos adictos a los likes y a empatizar con aquellos que piensan como nosotros. Pero no podemos culpar a los demás de todos los males a los que estamos expuestos, así sea a Johnny Walker por nuestro alcoholismo, a Marlboro por nuestro tabaquismo o a McDonald's por nuestra predilección por la comida chatarra. Toda adicción depende de una elección personal.


Más transparencia de Facebook, con más y mejores advertencias, nos ayudaría a los usuarios a tomar mejores decisiones. Sería contraproducente que por esta crisis de confianza perdamos de vista que esta y otras redes sociales empoderan una comunicación más abierta y democrática, o que terminemos por enlodar el clima de libertad de expresión que tanto cuesta conseguir y mantener.