A más treinta años de la conformación del Mercado Común del Sur (Mercosur), se aprecia que ha entrado en una zona de reforma impulsada por Brasil a tenor del paradigma del nacionalismo en clave de conservadorismo que desdeña la integración regional latinoamericana. Ese nacionalismo conservador extremo de Brasil si bien en apariencia choca con la prédica oficial actual en Argentina de que hay que virar hacia reformas de desregulación que den pábulo a mayores índices de libertad para la competitividad comercial y productiva, en el fondo, ambas doctrinas, coinciden en la intención de desmontar la esencia del Mercosur construido sobre la integración y cooperación regional.

En su lugar, reinaría una lógica en que cada país miembro la jugaría por su cuenta mediante un bilateralismo absoluto sin coordinación regional. En concreto se quiere ir de la actual "Unión Aduanera Imperfecta” a otro esquema, echando por tierra el principal instrumento de protección regional, consistente en que cada miembro del Mercosur no haga acuerdos particulares con aranceles diferenciados respecto de terceros países o bloques. Si se desbarata esa idea de protección cada uno podrá negociar sin coordinarse con el resto.

En lugar del Mercosur, reinaría una lógica en que cada país miembro la jugaría por su cuenta mediante un bilateralismo absoluto sin coordinación regional.

Sobre todo Argentina corre un grave riesgo de perder el principal efecto positivo en materia de comercio internacional en el contexto del Mercosur en su reciprocidad económica con Brasil. Ese efecto positivo, o, esos efectos positivos se agenciaron para el país, al abrigo de la legislación que el bloque forjo con mucho esfuerzo. Precisado, inquirimos, ¿en qué consiste esa conquista o efecto positivo de tipo comercial y económico?, en el Arancel Externo Común (AEC), una institución que permite a los miembros del Mercosur comerciar entre sí con ventajas respecto del ingreso de productos de terceros países sujetos a una barrera arancelaria elevada (35%). Mientras que el comercio intrazona paga reducidos aranceles, o, está exento, según el código del catalogo. De este modo el AEC, al ser alto, dificulta en el sentido que protege al bloque de la competencia de productos de terceros países.

Con el actual esquema del arancel externo común argentina en su relación con Brasil, que es el principal mercado para las exportaciones nuestras, ha llegado en 2018 a un equivalente de 11.500 millones de dólares (18% del total de nuestras ventas al exterior). Todo ese volumen comercial se consolido por la norma del arancel externo común.

Esa conquista, aun cuando todavía sea deficitario el intercambio comercial, está a las puertas de digerir una eventual reforma normativa que crea la posibilidad cierta de que sea reducido y/o reemplazado.

Los informes especializados en materia de comercio del Mercosur indican que son 3.000 empresas argentinas, entre ellas, gran cantidad de muchas pymes industriales, las que están comprendidas en ese mecanismo de comercio tan ventajoso. Es decir que ese cúmulo de empresas pueden llegar a ver que su beneficio de ingreso reducido o exención del pago de arancel, seria contrapesado con una competencia que deberían afrontar, con otras empresas de terceros países. Esto implica liberar la competencia con respecto a empresas de terceros países.

Desde el punto de vista del paradigma de la libertad de comercio, tiene su fundamento seductor, pero, desde el punto de vista del interés regional del Mercosur, podría ser una pérdida de ventajas que se supieron extraer de las sinergias de la cooperación de los países del bloque.

Esta reforma flexibilizadora, si se hace, no debe ser sin un atento análisis y, en su caso, sin una transición temporal adecuada y acotada cuidándose de los saltos al vacío, porque, de lo contrario pondrá en crisis el arancel externo común.

Por el Dr. Mario Luna y
Prof. Fabián Núñez
 Jáchal.