Al tener empleos relativamente móviles, los informáticos ocuparon un lugar destacado entre los muchos rusos que huyeron  después de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero pasado.

El sector ruso de las tecnologías de la información corre el riesgo de perder a más trabajadores en el nuevo año debido a una legislación prevista sobre el trabajo a distancia, ya que las autoridades tratan de atraer de vuelta a algunas de las decenas de miles de personas que se han ido al extranjero sin llevar a que corten sus lazos por completo.

Al tener empleos relativamente móviles, los informáticos ocuparon un lugar destacado entre los muchos rusos que huyeron  después de que Moscú envió su ejército a Ucrania el 24 de febrero y los cientos de miles que le siguieron cuando inició una movilización militar en septiembre.

El gobierno calcula que 100.000 especialistas en TI trabajan actualmente para empresas rusas desde el extranjero. Ahora se está debatiendo una ley para principios de este año que podría prohibir el trabajo a distancia en algunas profesiones.

Los legisladores de línea dura, temerosos de que un mayor número de informáticos rusos acabe trabajando en países de la OTAN y compartiendo inadvertidamente información sensible en materia de seguridad, han propuesto prohibir que algunos especialistas en tecnología de la información salgan de Rusia. Pero el Ministerio de Asuntos Digitales dijo en diciembre que una prohibición total podría hacer que las empresas rusas de TI fueran menos eficaces y, por tanto, menos competitivas: "Al final ganará quien pueda atraer al personal con más talento, incluido el extranjero”.

 "Negociar con terroristas”

Aunque muchos jóvenes rusos desilusionados se han marchado a países como Letonia, Georgia o Armenia, donde se habla  ampliamente el ruso, varios han dado un salto mayor: a Argentina.

Roman Tulnov, informático de 36 años, afirma que no piensa volver a Rusia bajo ningún concepto.

"Hacía tiempo que quería marcharme. El 24 de febrero todo se aclaró. Comprendí que ya no había vida en Rusia”, comentó,  atribuyendo especialmente a la movilización la oportunidad de trabajar a seis husos horarios de distancia y conservar su empleo.

"Antes de la movilización, nadie pensaba en dar el visto bueno para que la gente se trasladara a quién sabe dónde”.

Viacheslav Volodin, el poderoso presidente de la Cámara Baja del Parlamento ruso o Duma Estatal, ha declarado que quiere que  se aumenten los impuestos para los trabajadores que se han trasladado al extranjero.

La diseñadora de productos Yulia, de 26 años, calcula que  una cuarta parte de su equipo preferiría dimitir antes que regresar a Rusia bajo coacción.

"Una opción tan poco alternativa es un poco como negociar con terroristas: "Vuelve o haremos imposible tu trabajo, y el de tu empresa y empleados”, dijo.

A algunos rusos expatriados también puede disuadirles de pagar impuestos por completo. El impuesto sobre la renta del 13% se deduce automáticamente a los empleados residentes, pero los que trabajan para empresas rusas desde el extranjero son  abandonados a su suerte.

El jugador profesional de póquer en línea Sasha, de 37 años, también residente en Argentina, declaró que había dejado de pagar impuestos rusos.

"Cuando pagas impuestos apoyas al Estado y su expansión  militar”, dijo. "Yo no pago y no pienso hacerlo”.

 

 

>> TRES POSIBLES ESCENARIOS DE GUERRA EN UCRANIA
Por Mark Harris
The Economist
Cualquier analista de inteligencia experimentado se habría burlado si le hubieran dicho en marzo de 2022 que Ucrania seguiría siendo un Estado independiente ocho meses después; que el ejército ucraniano habría matado o herido a 80.000 rusos; que el buque insignia de la Flota rusa del Mar Negro estaría en el fondo de ese mar; y que la fuerza aérea ucraniana seguiría volando. Ucrania ha desafiado las expectativas. Está ganando la guerra. Pero se acerca el invierno y Rusia se está movilizando.
Tres escenarios para 2023
El primero. Rusia arranca la victoria de las fauces de la derrota. El ejército ruso estabiliza las líneas del frente durante los meses de invierno, mientras construye nuevos batallones con reclutas recién movilizados. En primavera, las nuevas unidades rusas se lanzan al ataque y obligan a retroceder a unas fuerzas ucranianas cansadas tras meses de ofensiva. Con la llegada del verano, Ucrania se encuentra a la defensiva. Los países occidentales instan a Ucrania a aceptar la oferta rusa de alto el fuego. Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania, no tiene más remedio que aceptar. En los meses, tal vez años, que siguen, Rusia se rearma asiduamente para otro atentado contra Kiev.
El segundo. El estancamiento. Rusia moviliza a cientos de miles de jóvenes, pero no puede convertirlos en combatientes eficaces. Todos los mejores instructores están en el frente. Los oficiales experimentados están muertos o ya han sido desplegados. Los reclutas forman unidades básicas de infantería ligera, carentes de vehículos blindados y no aptas para la ofensiva, pero capaces de llenar trincheras y fortificaciones. Rusia, que había anunciado su retirada de la ciudad de Kherson en noviembre, evacúa sin peligro a los cerca de 30.000 soldados que tenía en la orilla occidental del río Dniéper. Se retiran hacia el este, dejando atrás enormes cantidades de armamento. 
El tercero. Ucrania mantiene la iniciativa y el impulso, infligiendo graves daños a las fuerzas rusas a medida que abandonan Kherson y luego poniendo sus cohetes Himars de largo alcance al alcance de Crimea por primera vez. Las líneas rusas en Luhansk se desmoronan. En primavera, brigadas atraviesan las líneas rusas, cortan el puente terrestre de Putin hacia Crimea. Ucrania desplaza sus lanzacohetes Himars hacia el sur, atacando puertos, bases y depósitos en la Crimea ocupada por Rusia. Ucrania amenaza con entrar en la península. Putin lanza un ultimátum: detenerse o enfrentarse al uso de armas nucleares. La victoria está a la vista. Pero también los riesgos que conlleva.

 

Por Alexander Marrow y Ricardo Figueroa
Agencia Reuters