" El Estadio es demolido y en esa operación caen en sangre más de 200 árboles. El Parque pudo ampliarse sin herirnos de muerte en la nostalgia...".


El ídolo encabeza el pelotón. Embarrado y final, trata de entrar al velódromo por el acceso habitual de calle San Luís, pero no encuentra el portón, no lo puede creer. 


El crédito sanjuanino, elegante estampa, está dando como puntero la última vuelta de la final del Campeonato de Persecución, pero no halla la meta de llegada, como si hubiera sido borrada.


El Campeonato Argentino de velocidad ha puesto a través de los años a más de 6 sanjuaninos en diversas finales que ganarán frente a verdaderos monstruos que ostentan la camiseta de campeones nacionales, remera blanca con dos rayitas azules. Todo es difuso, nadie nos explica por qué el velódromo ya no está.


El magno escenario se viste de gala con el Campeonato Sudamericano de atletismo. Jabalinas y garrochas de nuestra América imploran al cielo por un espacio donde soportar recuerdos. El viejo Sporting, que entrenaba allí, derrota fácilmente a equipos de rugby de Mendoza, porque entonces éramos netamente superiores. Dos pioneros sanjuaninos vuelan con sus Harley en torneos locales y argentinos de motociclismo. 


La noche es novia bajo las estrellas más brillantes del mundo. Al centro del gran escenario -tribunas repletas- nuestro querido Carlos Montbrum Ocampo ha colgado del cielo sus Alegres Fiestas Gauchas. Años después, allí se desarrolló el Campeonato Argentino de Karate.


Llega el viejo Lanús de los "albañiles'' Silva y Acosta, famosos por sus "paredes'', y nos hacen 8, parecido a como nos tratan todos los equipos capitalinos. Diez años después, en ese escenario, San Martín y Sportivo les ganaban a los mejores del fútbol profesional.


Aguilera, lagrimeando, revienta en sus manos una copa en el camarín, luego que San Martín le ganara a Independiente 2 a 1 la final del fútbol sanjuanino a estadio repleto. Mis ojitos de niño buscan la escena en las esquinas del viento.


Nada es hoy. En pequeños silencios la historia se destroza en el polvo de la topadora. De pronto, la máquina destructora mira con odio la tribuna oficial y alguien, desesperado, grita a tiempo que esa tribuna no se toca porque fue centro clandestino de detención y tortura durante el Proceso. Se salva. Es lo único que sobrevive al desentendimiento con el pasado, nuestra historia deportiva y cultural. Se salva, pues, es la historia del dolor y se mata la historia de nuestras alegrías. Casi eso somos, una contradicción doliente inserta en las venas.


El Estadio es demolido y en esa operación caen en sangre más de 200 árboles. El Parque pudo ampliarse sin herirnos de muerte en la nostalgia, en la historia, con el solo hecho de voltear las rejas del antiguo escenario, dejándolo indemne con sus tesoros y recuerdos.


Anoche soñaba que volteaban la capillita de Achango para construir una plazoleta. Juraría que lloré sobre la almohada.

Por Dr. Raúl De La Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.