Mañana será recordado un nuevo aniversario del fallecimiento del General Don José Francisco de San Martín, Generalísimo de la República del Perú, fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile y Brigadier General de la Confederación Argentina. Fue un día sábado, precisamente el 17 de agosto de 1850, en que el Libertador murió a las tres de la tarde en Boulogne-sur-Mer. Félix Frías, testigo presencial de la muerte relata que tuvo la dolorosa satisfacción de contemplar los restos iluminados de éste hombre, cuya vida estará escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable.

Su cuerpo fue embalsamado y preparado para ser transportado, lo que ocurrió finalmente el día 20, a las seis de la mañana. en la ocasión el carro fúnebre recibió el féretro, que fue acompañado en su tránsito silencioso por un modesto cortejo. El acompañamiento era humilde y propio de la alta modestia, tan digna compañera de las calidades morales y de los títulos gloriosos de aquél hombre eminente.

Volviendo al sábado 17 de agosto, se conoce que el General se levantó sereno y con las tuerzas suficientes para pasar a la habitación de su hija, donde pidió que le leyeran los diarios, lo que por el estado de su vista no podía hacer por sí mismo. Hizo poner rapé en su caja para convidar al médico que debía venir mas tarde, y consumió algún alimento. Nada anunciaba en su semblante ni en sus palabras, el próximo fin de su existencia.

San Martín fue un hombre comprometido con las ideas revolucionarias del Siglo XVIII, las cuales no solo llevó adelante como brazo armado de la Revolución de Mayo, sino además con la educación, pues sabía perfectamente que la regeneración de los pueblos daría origen a ciudadanos virtuosos con capacidad suficiente para ser buenos estadistas.

San Martín no careció de espíritu federal y republicano, sino que sus debates relacionados con la espera de esa forma de gobierno fue solo en razón de la imperiosa y necesaria guerra revolucionaria. Quizás el apresuramiento de quienes no pensaron como él e intentaron una rápida mutación pasando del absolutismo a la república en momentos inapropiados, dieron lugar al baño de sangre que dejaron las guerras civiles a las cuales tanto se opuso el Libertador.

Le escribió a Estanislao López: "’Paisano dejemos las luchas internas y nos avoquemos a la guerra por la independencia”. Nadie lo acompaño y debió irse, en 1824.

Regresó en 1829 y se encontró con el fusilamiento del legítimo gobernador de Buenos Aires, Cnel. Manuel Dorrego, en manos de su compañero de armas, el Gral. Juan Galo Lavalle, fiel instrumento de una desgraciada orden impartida desde el unitarismo -entre otros- por el sanjuanino Dr. Salvador María del Carril. Años mas tarde, el propio Lavalle escribía "’era muy joven, me hicieron cometer un crimen”.

El libertador no desembarcó y se dirigió a Montevideo, donde permaneció algunos pocos meses. Desde allí se dirigía a Lavalle en estos términos: "’Sin otro derecho que el de haber sido su compañero de armas, permítame general, le haga una sola reflexión…en la situación en que Ud. se halla, una sola víctima que pueda economizar a su país le servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el resultado de la contienda en que se halle Ud. empeñado; porque esta satisfacción no depende de los demás sino de uno mismo.

Mientras se mantuvo embarcado y en balizas, recibió la visita del Cnel. Don Manuel Olazábal y del Mayor Don Antonio Álvarez Condarco, a quienes le manifestó que conoció en Río de Janeiro de la Revolución de Lavalle y en Montevideo del fusilamiento de Dorrego y entonces se decidió no desembarcar y regresar a Europa y exclamó: "Mi sable, no, jamás se desenvainará en guerra civil”

Por su parte, al Ministro de Gobierno de Lavalle, Gral. Díaz Vélez, le escribió: "En vista del estado en que se encuentra nuestro país y no perteneciendo a ninguno de los partidos en cuestión, he resuelto pasar a Montevideo, desde donde dirigiré mis votos por el pronto restablecimiento de la concordia.”

San Martín nunca más volvería a su querida patria.

Ese fue el hombre que dio la libertad a media América del Sur. El más grande de los grandes argentinos.

Como todos los años, mañana a las 14.30, pueblo y gobierno nos reuniremos frente al monumento ecuestre del Parque de Mayo para rendirle homenaje.

(*) Presidente Asociación Cultural Sanmartiniana. Académico de número del Instituto Nacional Sanmartiniano.