Después de la guerra entre ambas Coreas (1950-1953), la antigua capital al norte del paralelo 38¦N -por sobre el que serpentea la frontera con el sur-, fue reconstruida totalmente, llevándosela a un paisaje atípico de modernización y urbanización exaltados, con amplísimas avenidas y espacios verdes, salpicados de contundentes monumentos representativos del ideario comunista, entre los cuales -por su inusual gran tamaño- asombra el de Kim Il-Sung, fundador del país, abuelo del actual líder Kim Jong-un (Ver foto).
Todo ello, y sus enormes y altísimos edificios, no concuerda con la escasa cantidad de gente y tránsito vehicular que se percibe, lo que bien puede tomarse como mutismo de la vida pública ciudadana.
El censo de 2008 le gráfica 3.255.388 habitantes, en 2.000 Km. cuadrados. Es un conglomerado de "álguienes” -vagamente personas (relativizadas)-, ceñidos por la ideología comunista -Inexistencia del derecho natural y el real-, donde el pueblo es solamente un hato numeral humano.
A la llegada de extranjeros a su aeropuerto, la prolijidad escrutadora de la aduana culmina con la retención del pasaporte, a entregársele sólo al momento de abandonar la ciudad. Su destino es ese, su salida es desde allí. Entrado el turista en Pyongyang, y preparado para recorrerla, es acompañado por guardias e intérpretes, que no demuestran animosidad alguna, pero sí indican los sitios donde se debe ir. Ante la estatua del líder "eterno”, el turista tiene que depositar un ramo de flores. La policía es tanto masculina como femenina, y se observan estratégicos carteles dando a conocer prohibiciones, expresadas como "amables consejos”.
No existen bares al paso, ni tampoco lo que nosotros llamamos "boliches”; los lugares nocturnos que pueden dar recreación tienen estricta hora de cierre, alcanzándoles el uso racionado de la electricidad. Los turistas pueden alojarse en hoteles como el Ryn-goyang: con 330 metros de altura y 105 pisos, iba a ser el hotel más alto del mundo, pero quedo sin terminar con una grúa atascada en su cúspide. Otro hotel es el Yanngadkdo, con un restaurante giratorio en el último piso (47), a 170 metros de altura. Son hoteles con todas las comodidades, pero no fastuosos.
En un 68% los norcoreanos son ateos, y los restantes profesan creencias tradicionales, entre ellas el budismo en inferior escala.
El precepto mayor del régimen -concepto laico en política y religión- es "amarás a tu líder por sobre todas las cosas”. Internet no aparece como tenencia particular. Televisión y radio; hay un solo canal-radío oficial, y circula el Rodong Sinmun, diario del partido único de Corea del Norte.
En oficinas, lugares de trabajo, en cualquier lugar público que esté ubicado un cuadro del líder, debe estar colocado con una inclinación de 18¦ hacia adelante, para evitar reflejos y hacer que la mirada del observador sea directa a los ojos de la imagen, que está idealizada.
De cómo se vive en las naciones de occidente, nada más tienen conocimiento por lo que oficialmente les está permitido saber. El pueblo ignora lo que es libertad de expresión, o la actitud práctica de conducir la propia existencia -libre albedrío-, esa potestad que, o desconocen, o carecen, o llanamente no se les permite ejercer. Allí se vive el "’sueño” del comunismo: Igualdad rasa de sus ciudadanos, acatamiento chito a sus normas de vida, sumisión ciega hacia el líder, que representa y tiene supremacía absoluta sobre todos y cada uno de sus habitantes.
La cultura en general es inducida -literaria, musical, artísticamente-, con casi absoluto predominio de la propia; se "’descarta” la música popular extranjera, y son contadas las obras literarias que se les permite entrar, tanto es así que hasta Karl Marx (socialismo) y Mao Tse-tung (Mao Zedong) -aunque aquí sorprenda por haber participado en la fundación del Partido Comunista Chino-, están prohibidos. A los estudiantes se les inculcan como primordiales los principios del comunismo.
El gobierno asigna una vivienda al ciudadano, una cuota de electricidad, cierto tipo de vestimenta, se hace cargo de la salud pública, subviene la alimentación, y "regala” al pueblo -por familia- una cesta grande con víveres, el día que cumple años el líder.
Culminantes desfiles militares -con notable presencia femenina- pueden homologarse con los soviéticos estalinistas, o los germanos hitlerístas, exhibiendo una actitud amedrentadora, más que una muestra de su capacidad de defensa.
Lo dicho hasta aquí es una visión fugaz, sucinta, incompleta, de cómo funciona el comunismo en la "intimidad”, visto como compartimento estanco de esa ideología de extrema izquierda. En nuestra libérrima manera occidental de expresión social -sobre todo en Argentina-, no se entiende la existencia de esa "’otra” manera de subsistir, dirigida férrea y compulsivamente con "’letanías” de rigorismo.
(*) Escritor.