Una de las pinturas de Sandro Botticelli: Satanás tienta a Jesús sobre un edificio diciéndole: "Si tú eres hijo de Dios, arrójate".

Hoy, miércoles 17 de febrero, la Iglesia Católica da inicio a un tiempo litúrgico de preparación para la Pascua de Resurrección llamado "Cuaresma". Este tiempo se caracteriza por la oración, penitencia y conversión para culminar en la más importante verdad de fe del cristianismo, la cual es, que Jesús venció a la muerte con la "resurrección". Estos cuarenta días de cuaresma son una reminiscencia de los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, tal como se relata en el evangelio del domingo 21 de febrero, donde una de las notas más salientes es que el mismo Hijo de Dios fue tentado por el demonio, allí la tradición sitúa la lucha cuerpo a cuerpo de Jesús con satanás.

Podemos cuestionarnos: ¿el tentador existe, o es sólo un invento para asustarnos? Hoy parece que nos "hemos librado" del demonio. Resulta desconcertante que eso ocurra en el ámbito de los creyentes. Hay quienes niegan su existencia, Herbert Haag, define al demonio como "una simple personificación de la idea del mal y del pecado, pero que no existe en cuanto ser real y concreto". Sin embargo, su existencia y su acción tentadora sobre el ser humano son parte evidente en el Magisterio de la Iglesia. Pablo VI ha dicho: "quien rehúsa reconocer su existencia se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica…".

En el Nuevo Testamento queda claro que el demonio es una realidad viva y no una simple figuración. José Luis Martín Descalzo, refiere que: "dicen ciertas falsas devociones cristianas, que Jesús fue tentado "de mentiritas", que la escena de las tentaciones sólo tendría un valor pedagógico". La verdad es que no fue así, la tentación cruzó la vida de Jesús. En las tres tentaciones del desierto, el demonio iba a tratar de herirlo en lo esencial: en la misma esencia del mesianismo de Jesús.

Lo que aquí está en juego es el sentido y la dirección de la obra redentora de Jesús. Satanás sabe que Jesús es el Mesías. Por ello parece dar por supuesta esa condición de Hijo de Dios en Cristo. Pero busca la manera de conducirlo a un mesianismo distinto del querido por Dios. Así, satanás, propone a Cristo elegir entre el bien tal y como es querido por Dios y otros aparentes bienes de categoría humana. Satanás propone a Cristo, no el mal, sino algo muy inteligente: la redención sin dolor, es decir, atajos para no pasar por la cruz.

La primera tentación propone a Cristo que reduzca su misión a una "reforma social". Él puede convertir las piedras en pan, primero para Él y luego para todos. Frente a este mesianismo Jesús recuerda que Él no es un repartidor de pan, que trae algo más importante: la Palabra de Dios, el único alimento que puede saciar corazón de la humanidad.

Tras esto, satanás propone el mesianismo "milagrero". ¿Por qué Jesús no se arroja desde la parte más alta del templo y hace así una espectacular presentación ante los hombres? Un éxito como ese hará que todo el pueblo lo siga. No será necesario predicar, mucho menos morir. Bastará con triunfar. Esta tentación pone en juego el concepto que Jesús tiene de Dios, Dios sería sólo una fuente de beneficios. Por eso el diablo incita a Jesús a usar a Dios. Es ésta la tentación de la "eficacia apostólica". Este dilema sigue vivo hoy; y puede formularse así: ¿hay que suavizar la palabra de Jesús para hacerla más fácil de digerir para la humanidad? Jesús se niega a la milagrería. 

Será en la tercera tentación donde satanás mostrará su verdadera naturaleza. En una montaña muestra a Jesús todos los reinos del mundo, le dice: "Todo esto te daré si, postrándote ante mí, me adoras". El diablo se muestra aquí como un ídolo, un anti-dios. Piensa el demonio que, si ven a Jesús subido en un trono, lo seguirán más que si lo ven subido en una cruz. Jesús recordará que sólo Dios es el Absoluto. "Sólo a Dios adorarás". 

No estamos en esta escena ante una anécdota, sino ante un prólogo. Si satanás esperaba milagros, los encontró. Milagros tan importantes como preferir el servicio y el amor a la victoria fácil del poder; como aceptar los caminos dolorosos y dejar de lado los esplendorosos. 

Como corolario, quisiera citar la Carta de San Pablo a los Hebreos, Cap. 2, versículo 18: "Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, Él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba". Jesús no es un teórico, él mismo experimentó la tentación y el sufrimiento; y puede ayudarnos.

 

Por Juan Manuel García Castrillón
Abogado