La globalización empresaria, especialmente, para la de origen estadounidense, se ha configurado en un laberinto cuya salida se ha tornado de difícil delineación para las compañías que han quedado incluidas en las medidas y contra medidas arancelarias que se han suscitado en el marco de la guerra comercial entre EEUU y China, pero que en mayor o menor medida abarca a todo el mundo.


Las empresas estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial y hasta los '80, tuvieron una performance competitiva basada en el pago de salarios en dólares desde que la radicación de las empresas estaba principalmente en el ámbito del país del norte.


Pero a partir de los '90 con la instalación y consolidación creciente de las condiciones de la globalización basada en el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación sumado a la permanente búsqueda de la maximización de la ganancia, llevó a acelerar el proceso de la globalización, siendo Asia el destinatario preferido de esa migración empresaria.


Fue un mix de condiciones favorables a la acumulación de la ganancia que llevaron a que las empresas buscaran aprovechar de cada región del mundo lo que más margen de rentabilidad les ofrecía extraer.


Así fue que de Asia obtuvieron las ventajas de los salarios bajos en términos cuantitativos y la competitividad cambiaria, desde que el signo monetario de esos países resultaba muy devaluado en relación a las divisas de dominio mundial, sobre todo el dólar.


Y de EEUU obtenían los mercados de destino, a través del ensamble industrial de los productos importados y generados a costo bajo para elaborarlos como producto final dentro de EEUU. Con la misma lógica también se destacó la importación directa lisa y llana de los productos terminados en otras regiones. Obviamente que esa situación le generó a EEUU un déficit comercial progresivo porque cada vez producía menos para vender al mundo, y cada vez compraba más productos generados en el exterior, con lo cual, se veía constreñido a profundizar el déficit de divisas para sostener ese comercio, convirtiéndose en un mayor emisor de dólares abultando la deuda del país con el sistema financiero gobernando por la Reserva Federal.


De modo que los objetivos de la globalización en la forma de mercado libre con movilidad del capital se convirtieron en un chaleco de fuerza para EEUU, porque el sistema resultante de esos principios, en la práctica lo llevó a ser el financista de última instancia para sostener el negocio productivo de mayor entidad fuera de las fronteras del país. En ese contexto Trump ganó las elecciones porque propuso repatriar fabricaciones para repatriar salarios, es decir, pagar menos salarios en el extranjero para pagar más salarios dentro del país.


Ahora bien, el problema se lo pretende resolver mediante la escalada de barreras arancelarias con China, lo que se ha convertido en una guerra porque el gigante asiático le ha devuelto con la misma táctica alcista el nivel de los aranceles a la importación correlativos.


La complejidad de este laberinto con salida de pronóstico reservado por ahora, ha llevado a que más de 500 empresas de EEUU se hayan pronunciado contra las subas arancelarias de los dos lados porque las perjudica de modo claro ya que la proporción de esa suba la deben afrontar ellas al momento de importar. Y aunque no lo digan como crítica todavía, la molestia de fondo es que se perjudican porque la ecuación del salario de producción en el extranjero ahora se vuelve menos atractivo para extraer plus valor.

Por el Dr. Mario Luna y el Prof. Fabián Núñez 
Profesionales jachalleros.