Horace Mann fue abogado y vivió durante gran parte de su vida en Boston, Massachusetts, EEUU. Prefirió abandonar esa profesión, que le habría dado brillantes satisfacciones materiales para elegir ser empleado de una oficina pública de Educación, quizás con vista a hacer algo en esa área en favor de los pobladores, primero de Massachusetts y luego de todo el país.

Domingo F. Sarmiento, con 35 años de edad, venía de recorrer varios estados europeos con el afán de conocer lo que se hacía en materia educativa y en otros aspectos geopolíticos. Con el objeto de aprender algo más en torno a tan importante actividad visitó a Horace Mann, quien estaba admirado por este joven entusiasta que expresaba gran interés por la educación y ostentaba un amplio espíritu de progreso.

El encuentro dio lugar a que dialogaran ampliamente, pero no solo de los éxitos que estaban obteniendo, sino por el contrario Mann le contó a Sarmiento que fuertes intereses se oponían a sus ideas y tarea educativa. Le dijo también que había poca cultura en ese medio social y que quienes disfrutaban de los beneficios de la ignorancia y esclavitud se oponían tenazmente. Por entonces el país del Norte pasaba por serios momentos de inestabilidad política.

No obstante las distintas creencias religiosas que habían llegado a EEUU, con las migraciones europeas, aquéllas se habían fortalecido en aspectos metafísicos y de fe. Muchas iglesias habían dejado tal carácter y se habían transformado paulatinamente en sociedades de Cultura Etica con algunas diferencias entre sí, en temas de cultos, pero guardando un extraordinario espíritu de concordia, tolerancia y solidaridad recíproca.

En ese ambiente cálido y de entendimiento único en prácticas e interpretaciones morales, Domingo F. Sarmiento, por las noches, asistía a las conferencias que en los distintos templos eran dictadas por los pastores. Para él era grato y significativo que el pastor de una sociedad disertara en el templo de otro signo y mística. No había para Sarmiento cansancio por tantas horas de arengas vistas y escuchadas, sino entusiasmos y más huellas morales en el comprovinciano.

Horace Mann fue, sin duda, un gran modelo para Sarmiento. Sus pensamientos y acciones en favor de la educación fueron forjadas con el aporte de destacadas personalidades de la cultura, pastores religiosos, intelectuales y eticistas. Sostenía lo siguiente:

"La ignorancia es casi un delito, que presupone la infracción a las leyes morales y sociales". "La asociación de los hombres tiene por objeto la elevación moral de todos y el auxilio mutuo para asegurarse su quietud y su felicidad". "La libertad supone la razón colectiva del pueblo". "La producción es obra de la inteligencia".

Llegado Horace Mann a la Política y al Congreso se propuso romper con la esclavitud y establecer la libertad de personas. También contribuyó a crear el primer Hospital para alienados.

Reiteradamente donó sus haberes como funcionario para la construcción de escuelas. Su esposa Mary Peabody fue fiel intérprete de los ideales de Mann, y una excelente e infatigable colaboradora.

En reconocimiento a tan fecunda y brillante labor el pueblo, los pastores religiosos, eticistas y gobiernos alzaron en la memoria de Mann un monumento frente al Capitolio, sede del Gobierno Federal de los Estados Unidos de Norteamérica.