En este domingo meditamos el Evangelio de Mc 1, 21-28: "En la ciudad de Cafarnaúm, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
"¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios".
Jesús lo increpó: "¡ Cállate y sal de él!".
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen".
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Hoy se nos presenta la primera actuación de Jesús después de haber llamado a los discípulos. Entran en Cafarnaúm y después en la sinagoga. Este es un relato que forma parte de un conjunto teológico, formal y literario, que se conoce como la "jornada de Cafarnaúm (1,21-3,6)". Esta escena tiene mucho de programa. Es ahora cuando se va a describir qué es el tiempo nuevo que anuncia Jesús.
Los personajes son la "gente" y un "endemoniado", es decir, los sencillos, vulnerables y oprimidos. Jesús es para ellos. No ha venidos a los sanos. Varias cosas debemos retener de esta narración: Jesús es invitado a comentar las Escrituras, y desde el comienzo, su enseñanza provoca la admiración, con toda seguridad por lo que dice. La gente le reconoce "autoridad", cuando sabemos que Jesús no se había formado a los pies de un rabino, sino que todo lo sacaba de sí mismo, desde su experiencia interior, en sintonía profética con Dios Padre.
El "exorcismo", como centro del relato, es la excusa "histórica" para que la gente respire con la llegada de este profeta a la sinagoga. La gente intuye que no es un comentador ramplón de textos de la Ley o de los Profetas, sino un verdadero creador de buenas noticias. El objetivo en este caso es poner de manifiesto la "fuerza" liberadora y salvadora de la palabra sanante de Jesús. No sabemos si está comentando un texto de la Torá (de la ley) o de los profetas, como sucede en la narración de Lucas, en Nazaret (Lc 4,16ss). Pero el espíritu del relato apunta al mismo tenor de las buenas noticias, por las que al hombre "enfermo" le aflora lo "endemoniado" que siempre había creído ser.
La mentalidad de la época sobre el "endemoniado" debe tenerse en cuenta. La palabra profética de Jesús hace que de aquél hombre salgan sus males, su misma mentalidad demoníaca. Hay un trasfondo religioso que no podemos olvidar. Si era un enfermo, estaba pagando alguna falta; esa era la tesis tradicional en el judaísmo de la época. ¿Pero esto era así? No, Jesús rompe barreras; pone de manifiesto la falsedad de una teología que atribuye a Dios lo que es de los hombres. Como si Dios no tuviera corazón de Padre. Su interpretación hace de la sinagoga un verdadero ámbito de libertad, donde se escuchan palabras de vida y no de muerte.
En este relato tan particular se enfrentan dos mundos, el del enfermo y endemoniado con su doctrina y su mundo roto en mil pedazos y el del Jesús, el profeta que, de parte de Dios, anuncia un tiempo nuevo. El que era enfermo y ahora sano "grita" a todos que El Señor es el "santo de Dios". Y al revelar al endemoniado quién era Jesús, estaba poniendo de manifiesto que era capaz de reconocer la mano providente de Dios, que escribe recto con renglones torcidos. El es capaz de darnos tiempos "nuevos" y mejores. Confiemos en Dios. Las buenas noticias que vienen de Él, liberan psíquica y espiritualmente.
Por el Pbro. Dr. José Juan García