Entre los horrores de la Guerra Civil Española también se fusilaron a cientos de religiosos y laicos católicos.


Diez años después de la guerra de los cristeros en México, el odio anticatólico que se había difundido en España explota y es causa de una guerra generalizada que va de 1936 a 1939. Es una guerra cuyo escenario es español, pero en realidad sus dimensiones son europeas. ¿Por qué? Porque en defensa de los revolucionarios combaten bolcheviques, comunistas, anarquistas, masones, con el objeto de introducir en la península el comunismo ruso.


En 1931 el primer ministro Manuel Azaña proclama: "España ha dejado de ser católica''. En mayo son incendiadas un centenar de iglesias y conventos y echado el cardenal Segura, arzobispo de Toledo y primado de España. Todo medio era bueno para lograr el objetivo de destruir la Iglesia. El año siguiente son expulsados más de treinta mil jesuitas. Y en 1933 la ley de Confesiones y Congregaciones prohibe a las órdenes religiosas enseñar la fe y todo tipo de actividad. 


Ese año ganan las elecciones el partido de derecha, pero la izquierda radical no acepta el resultado y lanza la revolución. Es el octubre rojo de Asturias. Inicia la persecución violenta. En sólo diez días acaban con la vida de 12 sacerdotes, 7 seminaristas y 18 religiosos; incendian 58 templos. Es en este contexto de furia donde nacen los mártires. Torturados y asesinados por el odium fidei (odio a la fe). Una Iglesia "regada'' por la roja sangre martirial. Francisco Franco por su parte, pronuncia su alzamiento en julio de 1936 y se instala en Salamanca. 


Desde 1931 hasta 1939 mueren asesinados 4.840 sacerdotes, 2.365 religiosos, 283 monjas. No podemos olvidar que en ciertas regiones hay más virulencia que en otras. Baste citar a Barbastro, donde es exterminado el 87% del clero, junto al obispo Fiorentino Barroso. A este mártir le extirparon los testículos después de fusilado y envueltos en hojas de un diario local, lo exhibieron por las plazas y cafés.


Los laicos también sufrieron martirio. Entre ellos, Ceferino Giménez Malla, primer gitano beatificado por Juan Pablo II en 1997. A Ceferino lo matan porque se revela contra el arresto del párroco y rechaza separarse del rosario que aprieta en su mano al momento del fusilamiento.


Época de mártires y época también de genios santos. Como Antonio Gaudí (1852-1926), que concibe la idea de una iglesia maravillosa bendecida en su interior por el papa Benedicto XVI: la Sagrada Familia de Barcelona, símbolo y orgullo de la ciudad.


Juan Pablo II nos dice en el año 2003, refiriéndose a la letanía de mártires europeos: los testigos de la fe "son un signo elocuente y grandioso, que nos pide contemplar e imitar. Ellos atestiguan la vitalidad de la iglesia; aparecen como una luz para la iglesia y para la humanidad, porque han hecho resplandecer en las tinieblas, la luz de Cristo''.


 No es que después de la guerra civil española los mártires dejaron de existir en el mundo. "Por lo que respecta a la Iglesia católica, entre 1955 y 1995 han sido asesinados unos 800 sacerdotes, religiosos y laicos católicos consagrados", expresa el historiador de lo contemporáneo Guido Zagheni. Una vez acabada la guerra civil, sobrevino la paz y la libertad a España. Era hora. Los pueblos no han nacido para las guerras fratricidas. 

Por el Pbro. Dr. José Juan García