Recientemente el galardonado israelí, Dr. Daniel Kahneman, premio Nobel de economía (2002) y un colaborador de la Universidad Princeton EEUU, han publicado sus investigaciones sobre los dos tipos de felicidad que experimentan los estadounidenses.

Los investigadores analizan con técnicas estadísticas avanzadas las más de 450.000 respuestas de la encuesta Gallup sobre el bienestar, realizada en los Estados Unidos, y encuentran que el bienestar emocional (medido mediante preguntas sobre la experiencias emocionales vividas el día anterior) y la satisfacción sobre la vida en general (determinada mediante otras preguntas específicas utilizadas en la encuesta) están relacionadas con el dinero de manera diferente.

El estudio revela que el salario y el nivel educativo (que muchas veces van de la mano), están relacionados con el nivel de felicidad relativo a lo satisfechos que estamos con nuestra vida pasada y con los logros conseguidos. Sin embargo, el dinero está poco relacionado con el bienestar emocional experimentado en el día a día. En este caso, aspectos como la salud, el cuidado dado a los demás (hijos, familia, etc.), la soledad, condicionan las emociones diarias que sentimos de manera mucho más importante que el dinero. No obstante, afirman los investigadores, que el bienestar emocional sí aumenta con el poder adquisitivo, con un salario equivalente al nivel gerencial o ejecutivo. A partir de dicho nivel salarial, ganar más dinero no hace a nadie más feliz y son otros aspectos de la vida los que influyen entonces de manera determinante en la sensación de felicidad o infelicidad que podamos sentir.

Así pues, las conclusiones de este trabajo de investigación sugieren que el dinero sí puede comprar un tipo de felicidad, la satisfacción que sentimos con nuestra vida, pero no el otro, el nivel de bienestar emocional cotidiano que experimentemos.

Sin embargo, lo más preocupante es que el estudio también demuestra que la falta de dinero y los bajos salarios están asociadas con una baja satisfacción sobre la vida y, además, exacerban la tensión emocional cotidiana causada por otros infortunios, como la enfermedad, o la soledad.

En una palabra mejorar la calidad de la vida familiar es un modo de reducir y de eliminar la pobreza, porque dentro de la familia "se cumplen tantas acciones de amor gratuito, se crea un clima virtuoso de buenas relaciones que generan confianza y esperanza''.

Por el contrario -precisó el doctor Zivkovic- cuando la familia es monoparental, dividida, separada es más fácil que se desarrollen fenómenos de pereza, a menudo irracionales, promiscuidad, alcoholismo, toxicodependencia, juegos de azar, Sida. Se crean de esta manera unas condiciones de sufrimiento y disgusto que favorecen la pobreza.

Donde se afirma la presencia estable y duradera de familias naturales, la degradación moral es rechazada y la calidad de vida mejora. Por esto la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que la mejor prevención para evitar el Sida u otras enfermedades de transmisión sexual es "la relación fiel de dos personas sanas''.

En las familias en las que domina el respeto de sí y el respeto a los demás, el afecto, la atención y las relaciones de amor hacia todos los miembros de la familia, hacen que fenómenos como el alcoholismo o la toxicodependencia sean muy raros o inexistentes.

Según esta investigación, el apoyo a las familias es decisivo también para garantizar muchos sanos y generosos nacimientos. "Es evidente hoy para todos -destacó el doctor Zivkovic- que la caída demográfica produce enormes daños económicos sobre todo respecto al sistema de las pensiones. Si el número de jóvenes es inferior al de los ancianos -precisó- será imposible garantizar, en el futuro, los fondos para las pensiones''.

Por el contrario, el crecimiento demográfico -sugirió- con más niños, más jóvenes, más parejas, es una garantía para sostener el sistema de pensiones. "'Además en los países subdesarrollados, las familias numerosas contribuyen a tener una vida mejor y ayudan además a reducir la pobreza de las personas ancianas''.

"En este contexto -concluyó Marijo- la Iglesia Católica, las otras iglesias cristianas, el Islam y el resto de comunidades religiosas están haciendo mucho por promover la calidad de la vida familiar y de este modo contribuir a la disminución y eliminación de la pobreza''.

Estos estudios deberían servir de base en nuestro país, para iluminar los proyectos legislativos que pretenden legalizar el aborto, contracepción y cualquier otra forma de degradación del ser humano, olvidando que la verdadera felicidad se encuentra en la familia.