Durante el acto partidario en la Plaza de Mayo, del 25, la vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández, intentó un repaso de 12 años de  kirchnerismo, de 2003 a 2015, ignorando los tres y medio que arrancaron  en 2019 con ella y Alberto. 


Casi sin variantes, respecto de nuestra opinión del pasado domingo, pasó el discurso de Cristina de este jueves. "Una Cristina previsible", dijimos entonces, con la relación a la entrevista por C5N, de esa semana. Y esta nueva aparición, en Plaza de Mayo, fue más de lo mismo. Sólo que esta vez, intentó un repaso de 12 años de kirchnerismo, de 2003 a 2015, ignorando los tres y medio que arrancaron en 2019 con ella y Alberto. Otro intento de negación.


De ese repaso de la Vice, rescato la cita, "en 2003, encontramos un Estado así de chiquitito". Pensé "qué bien estábamos entonces", porque lo cierto es que había caído la convertibilidad y para los especialistas se debió, entre otras razones, a la combinación explosiva de aumento del gasto, emisión, e incremento de la brecha cambiaria. O sea, crisis de gasto y de deuda. Un Estado "así de chiquitito", luego no era tal, y ese error de diagnóstico hizo hinchar aún más un cuerpo que ya venía con una alta carga de inflamación.


El Estado cuando asumió Kirchner

Veamos, con cifras oficiales, cómo era ese Estado con el que asumió Néstor. El gasto público nacional era de 12,3% del PBI. Es decir, de cada 100 pesos de producto bruto interno, la Nación gastaba 12,3. Cuando Néstor le entregó el poder a Cristina, en 2007, esa proporción había pasado a 15%. Luego se produjo, con Cristina, una extraordinaria expansión del gasto público. De aquel porcentaje, pasó a 24% en diciembre de 2015. Es decir que duplicó el gasto.


Si extendemos el análisis a los tres niveles de administración (nación, provincias y municipios), esa expansión fue similar. Al final de la presidencia de Néstor la relación gasto-PBI era de 32%, y Cristina elevó ese indicador a 46%, hasta 2015. En rigor de verdad, Cristina corrigió, para mal, aquel "Estado chiquitito", en un Estado gordinflón, alimentado, o financiado, en base a emisiones, toma de deuda e incremento desmesurado de impuestos. 

Perón dividió la plaza en dos, y obligó a que "esos imberbes que gritan", por los jóvenes, la abandonaran y, acto seguido, pasaran a la lucha clandestina. Perón había dado su veredicto y escindía a los movimientos juveniles, corporizados en Montoneros, el ERP y otros, como ajenos al peronismo.

Mal manejo de las finanzas públicas

Esos desequilibrios, que denuncian una fuerte incompetencia para el manejo de las finanzas públicas, se desbordaron durante el periodo de la "negación" de Alberto. Para colmo complicados por el covid, las guerras, las sequías, y la administración intermedia de Macri. Este partió su presidencia en dos. Una, hasta 2017, cuando se impuso en las elecciones de medio término, en que logró una restricción del gasto, por lo tanto del déficit y la inflación. Y otra entre 2017 y 2019, cuando le "soltó la mano" al gasto, volvió al retraso de tarifas y el tipo de cambio, viéndose obligado a tomar más deuda y "podrir" todo el esfuerzo de sus primeros dos años. Esa experiencia, para mí nociva, de votar cada dos años, y la perspectiva, también en cuestión, de poder jugar a la reelección, es la que hace torcer rumbos virtuosos en orden a perpetuarse en el poder. "Las segundas partes nunca fueron buenas" enuncia un dicho muy conocido.


Una plaza inversa

Lo otro que sí rescaté del acto del jueves 25, fue el fijarme no tanto en las presencias, sino más bien a las significativas ausencias. Del Presidente, y del Gabinete actual. Como de la casi totalidad de los gobernadores peronistas (salvo Alicia Kirchner, Kicillof y el riojano Quintela) y de representantes del sindicalismo de la CGT.


Se me representó inmediatamente la plaza del 1 de mayo de 1974, por su mensaje inverso para la interpretación histórica. Sé que es un tema delicado abordar todo lo que tenga que ver con los 70. Son hechos históricos que aún dividen aguas, porque no están todas las heridas cerradas. Pero los hechos son los hechos, y la interpretación es personal. Doy la mía y lo proyecto a la actualidad. Digo que esta fue una plaza inversa, porque en aquella, Perón dividió la plaza en dos, y obligó a que "esos imberbes que gritan", por los jóvenes, la abandonaran y, acto seguido, pasaran a la lucha clandestina. Perón había dado su veredicto. Se recostaría en lo que fue siempre su columna vertebral, el sector trabajador, los sindicatos, y escindía a los movimientos juveniles, corporizados en Montoneros, el ERP y otros, como ajenos al peronismo. 


La grieta interna abierta

Esa grieta abierta nunca fue saldada. Aun más, muerto Perón al año siguiente, dejó como sucesora a Isabelita y en un personaje oscuro, como era López Rega. En febrero de 1975, Isabel firmó un decreto, de carácter secreto, que facultaba al Ejército a la "ejecución de las operaciones necesarias para neutralizar o aniquilar el accionar de la subversión". Clarito. 


O sea, aquellos que echó Perón y luego persiguió Isabelita, tarea cruelmente continuada por la dictadura militar, vienen siendo los herederos de la "generación diezmada", que reivindicó el kirchnerismo y que acaba de bendecir Cristina como quienes deben tomar la posta. Sindicatos y gobernadores, aparte. ¿Se entiende la asimetría histórica entre esta y aquella plaza? Esto es historia pura. Las interpretaciones quedan por cuenta de quien está leyendo.


Orlando Navarro
Periodista