Si "’el amor es no tener nada y saber que lo tengo todo” indudablemente quien tiene la capacidad de amar no sólo justifica el contacto físico sino que ama para siempre. Así entonces, el amor no puede reducirse al vínculo sexual pues de tal forma se extinguiría con la sola desaparición de la persona, pues como el amor subsiste, su existencia resiste, soporta o desafía toda demostración en su contra. Justamente una de las cualidades que resalta la dimensión del alma precisamente no destaca sus caracteres físicos sino que develan su condición inmaterial.

Este asunto tiende a explicar por qué nuestra alma es esencialmente distinta del cuerpo y que tomando su condición incorpórea no está sujeta a los avatares de los sentidos y menos aún a las transformaciones físicas del cuerpo humano. En otro orden se puede ejemplificar casos registrados relacionados con la cuestión que planteamos.

El movimiento del alma de un ser humano en concreto registra actividad no sólo consciente sino inconsciente. En tal caso hay un sinnúmero de experiencias: San Martín de Porres viajó por todo el mundo sin que su cuerpo abandonase Lima. Sor María de Ágreda evangelizó a los indios en México sin dejar ni un solo día su celda en el convento franciscano de Agreda, en Soria. San Ignacio de Loyola visitó al rector de un colegio en Colonia mientras su cuerpo permanecía en Roma. Son sólo tres ejemplos de los muchísimos que se podrían citar, o los más recientes de Teresa Higginson, una asceta británica que en el siglo XIX también se dedicó a difundir la palabra de Dios entre los indígenas del centro de África, sin salir de Inglaterra, o el del padre Pío, que socorrió a distancia a decenas de personas que aseguraron haberlo visto a su lado, aunque físicamente se encontrase a miles de kilómetros de distancia. En el hinduismo son innumerables los casos de yoguis y swamis a los que se les atribuyen prodigios similares.

Cuantas veces en nuestros sueños hemos tenido experiencias como las de haber estado en otros tiempos o descripciones de lugares del pasado vivido o bien aquellas que rozan la clarividencia o premonición que a menudo no tienen relación con lo que sucede en la vida corporal aunque es cierto que pueden dar origen a prácticas de hechos surgidos mientras dormimos.

Sentir que hay actividad psíquica independientemente del cuerpo es a todas luces una experiencia impresionante. Los sueños son verdaderos porque forman parte de nuestra propia vida. Todos tenemos estas experiencias y son necesarias para nuestra alma que incorpora un importante cúmulo de mundologías cuyos tratos tienen que ver directamente con nuestra capacidad de existir.

La dignidad como cualidad del alma nos introduce en una dimensión valorativa. Por ejemplo: Si somos dignos por el solo hecho de existir, no solo débase considerar al ser humano como un compuesto integral de cuerpo y psiquis, pero si es posible que en él se incorporen conocimientos que a modo de palabras o experiencias revelan que por la misma dignidad de ser existimos y así estemos en el mismo umbral del alma.

La dignidad refiere al valor inherente que el ser humano, en cuanto ser racional, tiene por asignado en libertad y poder creador, esto explica en buena medida el porqué de la propia autonomía del ser humano, "’pues sólo el que sabe tiene gobierno de sí mismo y resulta en dueño de sus acciones” y por consiguiente un sujeto libre.

La educación aquí tiene un papel muy importante, puesto que el auténtico ejercicio de la libertad, exige la formación de la inteligencia y de la voluntad, facultades específicas del espíritu humano que orientan la dignidad a considerar necesariamente el alma como la parte más dinámica de la vida del hombre.

En este propicio esquema es que tales experiencias ya no solo de ensueños sino de vivencias personales el aquí y el ahora es superado por el antes y el después ya que su movimiento -por el dinamismo dimensional del alma- se despliega siguiendo una ley de fuerza intencional tal que el ser humano, "’siempre digno”, porque merece y decide su propio destino puede ser "’algo más” que su propia vida, vida con sentido, vida con propósito.

(*) Pedagogo. Profesor de Enseñanza Primaria y Preescolar, Media y Superior en filosofía y psicología.