
Por Juan C. González Aubone (*)
Como sabemos, desde hace muy poco tiempo contamos en nuestra provincia con un Centro de Educación Ambiental que tiene como finalidad crear, promover educación y difundir cultura, para formar ciudadanos ambientalmente responsables y copartícipes del desarrollo sostenible a nivel provincial y regional.
Con un hermoso edificio construido en lo que fue un basural a cielo abierto, es hoy una muestra emblemática del diseño bioclimático que enorgullece a todos los sanjuaninos.
Muy acertadamente a este centro se lo llamó "Anchipurac”, palabra huarpe que significa "rayo”, como evocando a este fenómeno precursor de la lluvia que le daba vida a la "Pacha Mama”. Nuestros antepasados locales, sabían muy bien que tanto ellos como nosotros sus descendientes, necesitábamos cuidar celosamente nuestra madre tierra para asegurarle la supervivencia a las futuras generaciones.
A muchos sanjuaninos pareciera no importarle en absoluto el daño que su negligencia le puede causar al ambiente que afortunadamente compartimos sin diferencias de clases sociales. Esta relación ancestral con la naturaleza que heredamos, se ha deteriorado peligrosamente en los últimos años. Muchos han olvidado que lo más elemental para nuestra supervivencia es el cuidado del agua. Esa bendición que Dios nos regala todos los días y que fluye inmaculada de nuestra generosa cordillera.
Recuerdo cuando niño después del terremoto del 44, con las cañerías de obras sanitarias destruidas, en casa de mis abuelos estaban las famosas piedras que filtraban gota a gota el agua que traíamos del canal. Así de a poco se llenaba la tina de barro y con gran placer bebíamos del jarrito que colgaba del gabinete de madera que la protegía. Lamentablemente todo se perdió, nuestros canales y acequias están infectadas por basura. Muchos inadaptados y desaprensivos, que aun contando con una infraestructura moderna de recolección de residuos, prefieren tirarlos a los cauces de agua sin importarles los nefastos resultados que deberán afrontar sus hijos y nietos.
Hay recorridos estratégicos por calles y avenidas importantes que llevan a hermosos parajes, pero lamentablemente podemos también observar en su trayecto, los innumerables montículos de desperdicios que se acumulan en compuertas y pasantes que ofrecen un espectáculo de desidia y falta de educación que debería avergonzarnos. Las "tazas” de los árboles de nuestro centro se llenan de basura cuando al limpiar la veredas, se usan como boca de recepción de todo lo que se barre, total el agua de las acequias se encargará de hacerla desaparecer.
Con esta actitud vemos que por un lado se pone en marcha al servicio de la comunidad, un centro ejemplar como Anchipurac para crear conciencia sobre el cuidado del medio ambiente y que es anunciada como Política de Estado. Pero por otra parte se siguen envenenando los cauces de agua, lo que muestra una gran pasividad para que ese objetivo se cumpla.
El estado debería tomar urgentes y severas medidas para aquellos que utilicen nuestros canales y acequias como recolectores de residuos. Ellos fueron construidos por generaciones para llevar vida no desperdicios.
(*) Ingeniero.
