El problema de la memoria se ha convertido en una preocupación para historiadores y teóricos críticos. Se precisa aún resolver la relación entre memoria e historia y se debate intensamente su traslado a cuestiones estéticas, éticas y políticas. ¿Qué aspectos del pasado deben recordarse y cómo hacerlo? ¿Existen fenómenos cuya naturaleza traumática bloquea su comprensión y perturba la memoria?
Nuestro énfasis está puesto sobre las interacciones entre historia, memoria y preocupaciones ético-políticas tal como fueron surgiendo en el período posterior a la Shoá, el mayor genocidio sistemático del siglo XX, al que entendemos como un complejo fenómeno en la intersección entre historia y memoria que aún tratamos de aprehender. Para ello examinaremos ciertos planteos como el así llamado "Debate de los historiadores" de 1986, una polémica que planteó temas fundamentales, especialmente en relación a las funciones de la memoria histórica vinculada a la identidad nacional.
Mencionaremos dos conjuntos urgentes de razones para el giro a la memoria y su relación con la historia. Primero, está la importancia del trauma, incluyendo la demora en el reconocimiento de la significación de la serie traumática de acontecimientos de la historia reciente, acontecimientos que preferiríamos olvidar. El acontecimiento traumático tiene su mayor efecto sobre la víctima, pero de maneras diferentes afecta también a cualquiera que entre en contacto con él: victimario, colaboracionista, testigo, resistente, los nacidos a posteriori. Especialmente para las víctimas, el trauma produce un lapsus o ruptura en la memoria que interrumpe la continuidad con el pasado, poniendo de este modo en cuestión la identidad al punto de llegar a sacudirla generando problemas de identidad. El acontecimiento traumático resulta reprimido o negado y queda registrado sólo oscuramente luego de pasar por un período de latencia. Este efecto de oscurecimiento ha sido un aspecto manifiesto del Holocausto en la medida en que toca no sólo a Alemania y a los alemanes sino también a otras naciones y grupos. Una segunda razón, ampliamente cultural, para el reciente giro hacia la memoria ha sido el interés en los sitios de la memoria.
El pasado reciente ha quedado marcado por la proliferación de museos, monumentos y memoriales dedicados al Holocausto. Los testimonios de los sobrevivientes ocupan un lugar de especial significación entre los sitios de la memoria y tienen un espacio importante entre museos y exposiciones. Junto a estos sitios físicos, los testimonios de los sobrevivientes, de los victimarios y de los testigos involucrados forman el núcleo de la Shoá. Y testimoniar, sobre todo los testimonios basados en el recuerdo, se ha transformado en un modo privilegiado de acceder al pasado y a sus traumáticas circunstancias.
Por supuesto, el reciente interés por la memoria es un fenómeno sobre determinado. Entre sus muchas razones se puede mencionar también el aumento de la conciencia, la preocupación por el pasado y la necesidad de reescribir la historia desde distintas perspectivas manifestadas por diferentes grupos.
El testimonio es una fuente fundamental para la historia. Y es más que una fuente. Le plantea a la historia desafíos diferentes. Puesto que pone en evidencia que los historiadores u otros analistas se convierten en testigos secundarios, que allí hay una relación transferencial y que debe elaborarse una posición subjetiva adecuada respecto del testigo en su testimonio. Aquí la transferencia implica la tendencia a quedar emocionalmente involucrado con el testigo y su testimonio, acompañada de una inclinación a pasar al acto una respuesta afectiva hacia ellos.
Uno de los motivos del reciente interés por los testimonios tiene que ver con la avanzada edad de los sobrevivientes y la sensación de que el tiempo es escaso antes que la memoria viviente del Holocausto según sus víctimas sea también cosa del pasado.
El testimonio es una condición necesaria de la acción y en ciertos casos es todo lo que cabe esperar de alguien que ha pasado por una experiencia límite.
Sin embargo, la memoria no es idéntica a la historia. Pero tampoco es su opuesto. Su relación puede variar a lo largo del tiempo, pero no como una función de una oposición categorial entre "nosotros" y "ellos". La memoria es una fuente fundamental para la historia y mantiene una relación complicada con las fuentes documentales.
Ya que la Asamblea General de las Naciones Unidas en su sexagésimo período de sesiones decidió designar cada 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración anual en Memoria de las víctimas del Holocausto, este artículo constituye un sencillo homenaje a la memoria de los 6 millones de mártires que murieron en manos de la política de exterminio llevada a cabo por la Alemania gobernada por el nacionalsocialismo entre 1933 y 1945.
(*) Estudiante de Filosofía en la UNSJ.