Las Ruinas de Hilario representan lo que alguna vez fue la primera instalación metalúrgica del país, se encuentran ubicadas en el departamento de Calingasta, cercanas a los márgenes del río Los Patos.


El papel protagonista del presidente Domingo Faustino Sarmiento en los comienzos de la explotación de la minería en nuestra provincia ha sido tratado en distintas ocasiones en estas páginas de DIARIO DE CUYO. Por ello, sólo recordamos aquí que el primer paso con instrumentos legales que autorizaran, controlaran y administraran la riqueza minera de nuestra provincia, con cuidado del ambiente y del respeto a los trabajadores, fue obra del estadista sanjuanino. Pero antes de su nacimiento, y puntualmente en 1810, año de la Revolución de Mayo, de la que se van a cumplir esta semana 213 años, los movimientos para la extracción y aprovechamiento de metales valiosos de nuestras montañas se intentaron con mucho coraje y buenos deseos por parte del primer gobierno patrio, más allá de los rústicos antecedentes de los propios pueblos originarios y de los colonizadores españoles. 

La Asamblea General Constituyente del año 1813 sancionó una Ley de Fomento Minero "con el objeto de desarrollar explotaciones de recursos naturales tales como minerales, agua, petróleo y carbón".

Ley de fomento minero

Así, cuando el presidente Cornelio Saavedra instruyó a sus funcionarios a realizar las gestiones pertinentes en materia económica que permitieran asistir con recursos necesarios para los gastos del Estado, entre los rubros abordados estaba la minería. Poco después, la Asamblea General Constituyente del año 1813 sancionó una Ley de Fomento Minero "con el objeto de desarrollar explotaciones de recursos naturales tales como minerales, agua, petróleo y carbón".


Las primeras resoluciones que toma el gobierno, según la "Historia de la Minería Argentina", Tomo 1, fueron de carácter político y consistieron "en la supresión de la mita o trabajo obligatorio o forzado de los indios en las minas que se llevaba a cabo por turnos y levas periódicas realizadas en las poblaciones aborígenes".


Una "leva" era el reclutamiento obligatorio de la población civil, "que tenía una duración limitada, sin asentamiento permanente del indígena en la región, remunerado en la práctica con un salario menor que el trabajo libre y aplicado preferentemente a las tareas más penosas del trabajo minero". 


Con esas disposiciones, se considera el comienzo de un periodo para la minería "que podríamos denominar de carácter normativo, en el cual, a través de diversas disposiciones legales y reglamentarias adoptadas, los gobiernos tratan de proteger y estimular, por vías directas e indirectas, el trabajo minero en el territorio argentino". Pero lo que ponía marco a toda disposición oficial era el denominado "Plan de Operaciones que el Gobierno Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra Libertad e Independencia".


Estaba destinado, precisamente, a dar sustento a la Revolución de Mayo y había sido elaborado por Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta, reconocido propulsor de transformaciones económicas y sociales profundas en las Provincias Unidas del Río de la Plata.


En materia minera, Moreno propuso "reservar como monopolio del Estado, por el término mínimo de diez años, la explotación de todas las minas de oro y plata existentes en el territorio de las Provincias", lo que no se llegó a cumplir, en principio por la oposición del presidente Saavedra.


La minería sanjuanina y el Ejército Libertador

Y, ¿qué pasaba mientras tanto en San Juan? Según el historiador Pedro P. Ramírez en su libro sobre "Los Huarpes", "las minas sanjuaninas proveyeron al Ejército de San Martín, en los Andes, de 27 quintales de plomo y gran cantidad de azufre, para la campaña libertadora, tal cual lo hizo en la misma época la Sociedad Patriótica de Minas, en Mendoza, con el mineral de Uspallata".


A su vez, en 1816, el teniente gobernador de nuestra provincia, José Ignacio de la Roza, "respondiendo a una solicitud del general San Martín de obtener mineral de plomo para las necesidades del Ejército, ordena explotar unas minas existentes en Arrequintín" en el departamento Iglesia. Pero también se sugirió "encarar trabajos en las minas del distrito de Guandacol, al norte de San Juan, que ofrecían mayores expectativas", según la "Historia de la Minería Argentina", y "tal vez de este distrito provenían los 27 quintales de plomo que, según Ramírez (con alguna diferencia de fechas), San Juan remitió al Ejército de los Andes".


A su vez, en aquel tiempo de la Revolución de Mayo, también existían en San Juan "minas de plata y plomo en Pismanta, Huayaguaz, El Tontal y Jáchal, y de oro principalmente en las antiguas regiones de Huachi, Papagayos y Gualilán, descubiertas y explotadas en el siglo XVIII y cuyo producido, en gran parte, se remitía a Chile".


Poco después de todos estos episodios históricos de la Patria y la minería entre nosotros, aparecería Sarmiento, provisto de la experiencia que le dio el contacto directo con la industria en sus viajes a Chile. Y esa es otra gran historia.

Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista
Fuentes: "Historia de la Minería Argentina"; Editores Eddy Lavandaio y Edmundo Catalano, Comité Editorial Aseso, Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), Buenos Aires, 2004