En los Estados Unidos, el gobierno quiere devaluar. En China, el gobierno quiere que la moneda china sea débil. ¿Cómo se explica que las dos mayores potencias económicas no quieran tener una moneda fuerte? En realidad, lo que no quieren es tener una moneda demasiado fuerte.


En la Argentina, a menos que se tenga nociones de economía, es casi imposible desentrañar esta paradoja. Por eso, la creencia general es que toda devaluación es mala. El valor del peso se mide por el valor de las monedas de otros países. En particular, de aquellos con los que tenemos intercambio comercial. Aquellos a los cuales les exportamos y de los cuales importamos.


Un país con una moneda débil (pero no mucho) vende más que el que tiene una moneda fuerte (pero no mucho). Si Brasil devalúa el real pasa a vendernos más, y nosotros pasamos a venderles bien.


Lo que ocurre es que cada país es como un comerciante. El que vende barato, tiene más clientes y gana. El que vende caro, tiene menos cliente y pierde. Pero si uno vende demasiado barato y el otro demasiado caro, se funden los dos. Por eso, si el peso es demasiado fuerte (como ocurría en los tiempos de la convertibilidad) la devaluación, a menos que sea exagerada, es buena. A nosotros, a partir de 2002, nos permitió volver a crecer y disminuir el desempleo.


El problema es que, en la Argentina, la inflación crónica ha hecho que se desconfíe del peso. Siempre se supone que el año que viene, o el mes que viene, o la semana que viene, ocurrirá lo que decía Perón: que el peso suba por la escalera y los precios por el ascensor. Por eso, a quien le sobra un poco de dinero compra dólares. Cuando hay inflación, cambia dólares por dólares y, casi siempre, puede comprar las mismas cosas que antes de la inflación. No ha perdido nada.Es lo que se llama dolarización de la economía.


Pero en el 2002, el que no había tenido para comprar dólares, o había contraído deudas en dólares, en 2002 sufrió mucho. Lo peor fue la imposibilidad de pagar las cuotas de las hipotecas, contraídas en dólares. Después el país creció, pero mucha gente quedó herida.


La dolarización crea, así, otra paradoja: lo que es bueno para el país, es malo para muchos argentinos. La explicación que acabo de dar puede parecer escolar. Como si yo subestimara al lector. Pero la gente no tiene por qué saber de economía y el sentido común la lleva a pensar que, siempre, "fuerte+ es mejor que débil".


El llamado "tipo de cambio" (en verdad debería llamarse "tasa de cambio+) es uno de los factores que mueven la economía mundial. Esto pasa en todos los países del mundo. Si la moneda local es muy fuerte, se exporta menos y se importa más. Eso lleva a un déficit que termina en endeudamiento e inflación. Por supuesto, no se puede bajar o subir el precio de la moneda a voluntad.


Lo ideal es buscar el equilibrio, que permita financiar las importaciones con las exportaciones e, idealmente, tener un margen para exportar más. Y que esa relación sea estable. Es algo que no pueden hacer libremente los gobiernos. El valor de la moneda está dado, también, por los mercados. Un mercado nervioso desestabiliza. Para mantenerlos tranquilos, hay que ganar confianza en la economía del país. No siempre es fácil.

"Si el peso es demasiado fuerte (como ocurría en los tiempos de la convertibilidad) la devaluación, a menos que sea exagerada, es buena.''



Por Rodolfo Terragno, Político y diplomático. Embajador argentino ante la UNESCO.