La ola de episodios violentos mortificó el pulso del país y se tradujo en alarmantes actos delictivos. Los periódicos oscurecen sus páginas con el relato de dramáticos hechos e imágenes. Cada nota gráfica visualiza en las páginas el duro reinado de la violencia, un fervor bélico con actos que todos conocemos y lamentablemente acostumbrados a verlos periódicamente. También sabíamos de actos de pedofilia seguidos de muertes. Pero jamás podríamos haber imaginado que estos aberrantes delitos se realizaran como una forma de abuso organizado a menores en lugares dedicados al deporte oportunamente publicados. ¿Qué nos está pasando? Nuestro país no está bien. Esta frase adquiere plena ciudadanía dando paso a la locura de la sinrazón. 


Es lógico que nos preocupemos por la contaminación ambiental, la desforestación, el calentamiento de nuestro planeta o la enfermedad que nos puede transmitir un insecto con riesgo de transformarse en una epidemia. Pero los actos de agresividad de todo tipo y maneras sobre todo los relacionados al abuso de menores, ¿no "contaminan'' la atmósfera?

Estamos aspirando cotidianamente actos como otra forma de epidemia. Sociólogos, políticos y autoridades aportan y contribuyen con posibles soluciones disímiles, pero coinciden en buscar la clave de este proceso en esferas próximas a factores sociales, ideológicos y económicos. Aunque la civilización regla las conductas, pareciera que no es suficientemente efectiva. En ocasiones nos preguntamos si el delito debe ser severamente reprimido.


La certeza de la impunidad o la condena leve son factores que impulsan a delinquir. Se advierte una clara y manifiesta crisis de autoridad en muchos hogares, escuelas e instituciones. Se están carcomiendo pilares fundamentales en los cuales se apoya el normal desenvolvimiento de vida del ciudadano que se atiene a las elementales reglas de convivencia y que no desea otra cosa que vivir sin sobresaltos.


Según especialistas reunidos recientemente en París, "cualquier acto de tipo delictivo, debe ser racionalmente sancionado, caso contrario será inevitablemente repetido. "Lo realmente peligroso es que se termine aceptando este estadio de cosas como parte de una forma de vida y nos acostumbremos a ella. Nuestro país pareciera estar enfermo y no sabemos qué médico o remedio podrán hacerle recuperar su pulso normal.




 

Carlos R. Buscemi    Escritor