El polvo de estrellas originado por el estallido del Big Bang, sometido a leyes físicas inexorables, dieron lugar a la diversidad del Universo. Y entre tantos productos originados, están las sustancias radiactivas.

En 1896, el físico francés Becquerel descubrió que la pechblenda (un mineral que contiene uranio), emitía radiaciones que impresionaban una placa fotográfica en ausencia de luz. Más tarde, en 1898 los esposos Curie, estudiaron el fenómeno, al que llamaron Radiactividad.

En cualquier lugar que nos hallemos, siempre estamos involucrados con la Radioactividad. En la naturaleza hay elementos inestables que tienden a estabilizarse por desintegración radiactiva, liberando energía, confirmando la suposición de Einstein: "’la materia es energía almacenada”.

Marie Curie descubrió que la radiactividad se origina en el núcleo de los átomos y no en los electrones de sus órbitas que intervienen en las reacciones químicas. Es un fenómeno espontáneo que no requiere de energía externa, como la luz o el calor. En la pechblenda, descubrió dos elementos mucho más radiactivos que el Uranio, a los que llamó Radio y Polonio. Este último, es el primer elemento químico que recibió su nombre por razones políticas ya que Marie era polaca. Se nacionalizó francesa al casarse con Pierre Curie. Ambos, trabajando en un cobertizo, manipularon 8 toneladas de pechblenda, para obtener 1 gramo de cloruro de Radio, por lo que se volvieron famosos. Sin embargo, decidieron no patentarlo y lo ofrecieron a la comunidad científica.

Por sus investigaciones sobre la Radioactividad natural, recibieron el Nobel de Física en 1903, compartido con Becquerel. Marie se transformó en la primera mujer en recibir un Premio Nobel. En 1906, Pierre murió atropellado por un coche de caballos. Entonces Marie rechazó una pensión vitalicia y se hizo cargo de la cátedra de su esposo en La Sorbona, convirtiéndose en la primera profesora en esa Universidad de Paris. En 1910, recibió el Nobel de Química por el aislamiento puro del Radio y fue la primera en obtener dos premios Nobel, en dos campos diferentes. La científica incansable, murió en 1934. Una de sus hijas, Irene, junto a su esposo, Jean F.Joliot, al año siguiente obtuvieron el Nobel de Química, por sus trabajos sobre Radiactividad inducida o artificial.

El ancestral sueño de los alquimistas (crear oro a partir de otros elementos) se hizo realidad, pero por requerirse mucha energía para transformar Mercurio en Oro, el proceso no fue rentable.

Actualmente, la Radiactividad se aprovecha para obtener energía por fisión ó división nuclear del Uranio en proceso controlado. Tiene la ventaja de no enviar a la atmósfera, gases que originan el efecto invernadero y la lluvia ácida, pero siempre hay residuos radiactivos que aún no se sabe cómo destruir. En 1943, una fisión similar (en cadena) permitió a los estadounidenses, fabricar la bomba atómica, lanzada sobre Japón en 1945.

Como contrapartida, la aplicación en Medicina (ya estudiada por Marie Curie desde el Instituto del Radio, fundado por ella en 1914), ha contribuido en el tratamiento del cáncer de tiroides, en la detección de pequeños tumores, mientras que para radiodiagnóstico de huesos se usa el Tecnesio y el Estroncio. Para el tratamiento de cáncer de mama, ahora se usan aceleradores lineales, que producen radiaciones precisas y menos dañinas para los tejidos sanos.

Entre tantos aportes de la radiactividad, destaco el estudio del genoma humano (soporte de la herencia) y el funcionamiento por años, de las baterías de los satélites, gracias a la energía provista por isótopos.

Por último, la fusión nuclear (unión de núcleos livianos para formar uno pesado), semejante a la que ocurre en el sol, produce mayor energía que la fisión. Es la base de la bomba de Hidrógeno y sería un modo de obtener energía limpia, que no deja residuos radiactivos. Pero para activar la materia, se necesitan temperaturas del orden de millones de grados centígrados y ningún recipiente es capaz de soportarlas. Se prevé que en unos 40 años, el Uranio escaseará, por lo que urge encontrar reactores que soporten el proceso de fusión.

Vemos que la ciencia nuclear toca casi todas las facetas de la vida humana. Y si bien las radiaciones naturales son inofensivas para un uso eficaz de las artificiales, implicadas en las confrontaciones bélicas y en la salud, se necesita que el hombre combine sabiamente ciencia y política y haga prevalecer siempre, el valor de la vida humana.

(*) Licenciada en Bioquímica.