Nuestra moral social es paradójica.Y como toda paradoja, no encierra una contradicción real, sólo la aparenta. Por algo la filosofía griega enseñaba que la verdad era "aletheia", es decir desvelación (correr velos), en tanto la verdad no está en las apariencias sino por debajo de ellas. Intentaremos, precisamente, correr el velo de las apariencias para encontrar la verdadera dimensión de aquello que se describe.


Vamos al tema que nos ocupa: nuestra moral social. Encontramos aquí una paradoja como es el intentar vaciar de contenido a la Moral, por un lado, mientras que por otro demandamos mayor nivel de eticidad a la sociedad en general. Y la pregunta que nos permite correr el velo es evidente: ¿con qué criterios de moralidad evaluamos la conducta propia y ajena, si rechazamos toda norma que pretenda erigirse como orientadora de la conducta? La aparente contradicción en este punto estaría en promover el relativismo moral, a la vez que lamentamos y reclamamos ser testigos y víctimas de la crisis de valores que padece la sociedad. ¿Pero es este el pensamiento real de nuestra sociedad?

"Todo está por hacer en este bendito país. No hay lugar para el desencanto que lleva al abatimiento y claudicación".


Los espejismos del relativismo moral

Es cierto que nos hemos dejado seducir por los postulados de las sociedades posmodernas. Y así compramos las premisas del relativismo moral y el rechazo a las utopías, ejes centrales del posmodernismo. Aclaremos que la posmodernidad no es una ideología ni una doctrina filosófica, es más bien un estado del ánimo, una especie de desencanto con el gigantesco proyecto de la modernidad. Es el rebasamiento de lo moderno, no su superación y se aplica a sociedades opulentas posindustriales que alcanzaron un nivel de tecnificación que desembocó en una nueva forma de pensar la realidad. Lejos estamos de esa situación económica y social de los países desarrollados.


Todo está por hacer en este bendito país. No hay lugar para el desencanto que lleva al abatimiento y claudicación. Prueba de ello son los nuevos actores sociales que han aparecido en estos tiempos de pandemia, como son las asociaciones de padres organizados que reclaman por el derecho a la educación de sus hijos.


La verdad que asoma debajo de este aparente relativismo ético es una gran reserva moral aletargada de la sociedad argentina. Por supuesto que la ética siempre estará en crisis. La vida moral individual está en tensión permanente. La conciencia es testigo silenciosa de ese debate interno. Pero ello lejos de vaciar de sentido a la ética la reafirma, mostrando la vigencia de los valores morales. No somos una pléyade de ciudadanos autocomplacientes que piensan que todo da igual. La demanda de mayor eticidad a funcionarios, dirigentes políticos, sociales, profesionales, entre otros actores sociales, es prueba de la reserva moral de los argentinos. 


Efectivamente, ¿quién reclama la luz sino aquel que alguna vez la vio iluminar su casa? Y esta reserva ética tiene una razón: la apertura a la verdad y la inclinación al bien está en la naturaleza humana. Hay un conocimiento moral espontáneo y precientífico que nos permite la experiencia de la moral. Ese es el punto de partida de la reflexión ética. Los cuestionamientos morales surgen por sí mismos, porque la persona es ante todo un ser moral.


La memoria moral de nuestro pueblo

Ahora bien, es tiempo de poner en acción esos valores,convertirlos en hábitos (virtudes) y conformar el carácter moral de nuestra sociedad. Cada comunidad tiene su propio ethos cultural, sus valores predominantes que la identifican y distinguen. No hay axiomas ni ideologías que acallen la memoria moral de los pueblos. Sólo debemos correr el velo para comprobar que el relativismo moral es un maquillaje y que debajo de las apariencias emerge la verdadera reserva moral de los argentinos. Sólo así "recuperaremos el sentido ético de lo público y el compromiso por el bien común" (Diálogo argentino. Base para la reforma, principales consensos. Bs. As. julio de 2002).

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo