Promover la antropología digital es el camino para alcanzar un auténtico desarrollo educativo.


Aprovechando el impulso mundial generado por la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Transformación de la Educación de septiembre de 2022, se me ocurre pensar en un nuevo aire para dar un paso adelante a fin de promover una estudio analógico, con un tríptico de coordinadas esenciales: la ética, la educación y el derecho.


La orientación que se tome, va a repercutir en toda la familia humana. Por eso, hoy más que nunca, sumidos en un contexto de recesión mundial, desigualdades crecientes y crisis climática, necesitamos invertir en las personas y, la mejor forma de hacerlo, radica en priorizar la educación, sin obviar la moral y el espíritu legal. No hay otro modo de sustentar sociedades legítimas e igualitarias, que contar con el potencial de cada persona. Aquí no cabe la exclusión de nadie. Además, tenemos el horizonte de la inteligencia artificial tan próxima a nosotros, que hay que poner esta tecnología al servicio del bien colectivo, custodiando la casa común, pero también este desarrollo tecnológico debe estar al servicio, no sólo de los privilegiados, sino de todos y en cualquier lugar del planeta.


Es verdad, que la complejidad del mundo técnico nos exige una articulación deontológica que active el alma.


Para empezar, el auténtico progreso es el que pone la tecnología al alcance de toda la ciudadanía. Cuánto la inteligencia artificial esté cada vez más presente en cada aspecto de la vida de cada uno de nosotros, con un buen uso y un mejor servicio, la vida se nos hará más llevadera. Sin ir más lejos, las ciencias biológicas se sirven cada vez más de los dispositivos posibles gracias a la era digital.


No olvidemos que nuestra principal tarea está en hacer caminos diversos, pero conjuntos; con diversidades de ideas basadas en la atenta escucha, pero poniendo en contacto la experiencia y la reflexión. De ahí la importancia de ser instruidos. 


Esto demanda ayuda y apoyo a través de las fuerzas pedagógicas, que son las que verdaderamente nos reeducan, reorientándonos en la responsabilidad. En este sentido, nos alegra que cada día sean más las naciones, que garantizan este espíritu educativo, convirtiéndolo en pilar básico de las políticas e inversiones públicas. En consecuencia, ha llegado el momento de poner fin a esas prácticas que discriminan y que entorpecen el buen acceso a una antropología digital. 


Volvamos, pues, a ese vigor educacional en un mundo cada día más interconectado, lo que requiere de un entorno tecnológico mucho más sostenible e inclusivo. Es posible que se necesite un enciclopédico marco normativo mundial, pero también es necesario aumentar el intercambio de conocimientos especializados sobre métodos, porque estos ayudarán a identificar y a responder mejor a los posibles riesgos que puedan surgir.

Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor