Entre las numerosas fiestas populares religiosas en nuestro territorio una de las más tradicionales, coloridas y de auténtico abolengo folclórico es la denominada "El Tinkunaco o Encuentro" celebradas en honor de San Nicolás de Bari (Santo Patrono de La Rioja) y el Niño Alcalde en la referida provincia. Los festejos se realizan a fines del mes de diciembre, prolongándose hasta enero. Aunque la principal festividad se lleva a cabo en la capital, también se realiza en algunas localidades del interior de la provincia.
Según los entendidos el término "Tinkunaco" derivaría del quechua y significaría encuentro. Esta es la característica más notoria de esta festividad: el encuentro que se produce entre el mencionado Santo Patrono y el Niño Jesús bajo la advocación del Niño Alcalde.
Origen de la creencia
El origen de este último se remonta al siglo XVII cuando la Iglesia "para hacer comprender a los naturales que el Niño Dios sería el redentor Jesús Cristo, se encontraba representado no sólo en la autoridad celestial, sino también en la temporal, por ello se determinó vestirlo con el atuendo propio de los alcaldes españoles" .
Una nutrida concurrencia presencia este antiguo ritual a través del cual ambas imágenes de bulto que encabezan sendas procesiones se encuentran – el "encontramiento"- según la expresión de un promesante, mientras los creyentes agitan sus pañuelos en un clima de gran emotividad. Luego de esta ceremonia ambas imágenes vuelven, siempre en procesión a sus respectivos asientos, el Santo Patrono a la Catedral y el Niño a la Iglesia de San Francisco.
Encuentro de dos culturas
Según los antropólogos a través de este ritual sacro se reproduce simbólicamente el encuentro de dos culturas: la europea representada por San Nicolás, con la aborigen, simbolizada por el Niño Alcalde. A juzgar por lo que manifiesta el estudioso Julián Cáceres Freyre parte de este juicio se basa en leyenda que le narro uno de sus informantes: "en épocas de la conquista cuando los españoles luchaban contra los indígenas por el dominio de las tierras se estipuló un pacto para poner fin a las hostilidades. En el momento de firmarlo ambos jefes debían levantar sus lanzas para dar a comprender a sus respectivos ejércitos el fin de la guerra. En eso estaban, pero sucedió que el jefe español no hallaba su lanza. En esos instantes apareció entre las malezas un niño blanco y fue él quien firmó el pacto, era el Niño Dios vestido como alcalde y desde entonces los indios lo adoraron."
Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magíster en Historia