"No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos".

Vimos que el enamoramiento llevó al noviazgo, y este, al matrimonio. La pasión es la emoción física y psicológica de atracción y deseo por la unión con otro. Los esposos viven la "luna de miel" que parece seguirá para siempre; sin embargo, el amor necesariamente evoluciona, progresa, se transforma y madura: se vuelve más racional y objetivo, menos pasional y emocional. La convivencia transforma la idealización en realidad y se empieza a ver al otro de una forma más integral con sus virtudes y sus defectos. 


Escribe el Papa Francisco: "No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad. El amor que nos prometemos supera toda emoción, sentimiento o estado de ánimo, aunque pueda incluirlos. Es un querer más hondo, con una decisión del corazón que involucra toda la existencia" (AL,163).


En los primeros tiempos de casados, los esposos deben esforzarse por ponerse de acuerdo en los asuntos importantes con respecto a su unión. Requiere de un proceso de ajustes, adaptación y tolerancia mutua. Como ya hemos visto, el respeto, el diálogo y la comunicación son herramientas fundamentales para expresar deseos, gustos, preferencias, inquietudes, dudas e inseguridades, para negociar y llegar a acuerdos. Es un grave error pretender que el otro adivine lo que pensamos y esperamos que haga. Por eso, hacerse tiempo cada día para tener una conversación sincera y profunda sobre sus expectativas.


De esta manera, los esposos van aprendido a superar las desavenencias por la confianza de una amistad y un compañerismo inquebrantable a partir de su amor real, fiel y duradero. Aprenden a amar en forma más madura: amar es un verbo, y como tal implica aceptar, servir, cuidar, compartir, entregar, ayudar, apoyar, acompañar, entender, Como sustantivo (amor) es estático y pasivo; como verbo (amar) tiene movimiento y dinamismo: toma la iniciativa, es diligente, se responsabiliza, se compromete. 


Ambos cónyuges se conocen, se valoran, se aceptan, se respetan y se aman como son, no como quisieran que fueran. El "ideal" romántico se ha transformado en amor "real"; el otro no es esa fantasía del "amor de novela". Es el "amor inteligente" que es capaz de amar incondicionalmente, porque han superado el peor enemigo del matrimonio: el egoísmo y amor propio, incompatible con el amor conyugal. Entienden que los defectos que poseen no son porque son malos o no se quieran, sino porque no son perfectos, sino personas con errores e imperfecciones que tratan de cambiar y mejorar buscando la felicidad del otro.


Escribe el Papa Francisco: "todos somos una compleja combinación de luces y de sombras... Por la misma razón, no le exijo que su amor sea perfecto para valorarlo. Me ama como es y cómo puede, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno..." El amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado" (AL,113).

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Lic. en Bioquímica. Profesor.