Demandas populistas. El Área Metropolitana de Buenos Aires, una zona que ejemplifica los "continentes populares" descriptos por el geógrafo francés Christophe Guilluy.

 

Probablemente se trate de la parte más silenciosa de la sociedad, la que menos manifiesta su voto o la más temerosa a la hora de hacerlo. La aparición de una gigantesca masa conformada por familias marginadas o semi-marginadas del sistema productivo, otras con absoluta dependencia de un sistema de solidaridad estatal creciente, el cada vez más grande sector de empleados estatales, de trabajadores precarizados y de jubilados con la mínima constituyen una masa creciente que busca cierta seguridad y un discurso positivo.

Se trata de una especie de estamento que no vive en los lugares más favorecidos de las urbes, en los ejes que concentran el mayor nivel de vida, sino que lo hacen en las áreas periféricas de mayor crecimiento demográfico, ya sea natural o por la llegada de inmigrantes. Periféricas desde una mirada del "centro" porque, a rigor de verdad, constituyen verdaderos núcleos urbanos consolidados que se manejan en una dirección absolutamente independiente con respecto a los centros, no dejándose llevar por las tendencias de consumo de estos y, sobre todo, por sus discursos culturales e ideológicos.

Esto está generando un verdadero divorcio en todas las sociedades occidentales, donde un nuevo populismo, no precisamente ideológico, vota masivamente de acuerdo a sus miedos y necesidades, todo muy lejos de las sugerencias de los medios de comunicación, redes sociales, personalidades del campo de la cultura e incluso influencers.

Esas áreas, por su fortaleza demográfica, ya prácticamente definen el futuro de un país o el gobierno de una provincia, puede ser al AMBA, el Área Metropolitana de Buenos Aires, pero puede ser el eje norte-sur de San Juan, donde los departamentos de Rawson y Chimbas son cada vez más determinantes a la hora de elegir un gobierno. El proceso de concentración demográfica en las márgenes ha consolidado este modelo, fenómeno que se suma al decrecimiento, o al menos estancamiento, del centro.

Las periferias gozan de ciertas ventajas. La posibilidad de adquirir bienes, servicios y alquileres más baratos o una mayor abundancia de lotes y superficies en venta a un costo reducido con respecto a los ejes más desarrollados favorecen sus altas tasas de crecimiento, pero también de precarización, lo que condiciona la selección de un destino político. Cuando se analiza coloquialmente que a tal o cual candidato "no le entran balas", en realidad, más que una virtud del candidato es una decisión del voto periférico o popular que, como consecuencia de sus urgencias, ya migró hacia ese candidato al que considera que va a defender mejor sus intereses, sus "derechos". Acá radica el error de los que prometen sangre, sudor y lágrimas o más sacrificios para salir de las crisis. En las nuevas sociedades, con sus siempre inmediatas necesidades, este relato es inviable.

Estamos asistiendo a la desaparición de las clases medias, estas han sido reemplazadas por grandes masas a las que ya no les importa un proyecto nacional, estamos en una época donde los individuos tienen hasta lealtades compartidas, donde se puede ser argentino e italiano o boliviano a la vez, estar vinculado a los problemas de un sector que consideran propio y al mismo tiempo conectado a problemáticas regionales, fanatismos y creencias religiosas que exceden el marco de lo local. El geógrafo francés Christophe Guilluy plantea que estos nuevos "continentes populares" se corresponden con "las zonas que crean menos empleo y concentran la mayoría de la acción social" al tiempo que "representan a la mayoría de los territorios", lo que claramente constituyen un sector con demandas populistas muy alejado de las ideologías predominantes, de ahí el reciente fracaso del discurso del "antikirchnerismo".

Así, ciertas demandas y necesidades de determinados valores por parte del "centro", como el combate a la corrupción, la investigación de la época oscura de la pandemia, una mejor educación, detener el narcotráfico o mejorar la seguridad urbana, mueren frente al pragmatismo de los continentes populares.

La deconstrucción, quizá disolución, de Juntos por el Cambio no sólo representa el fracaso de un proyecto electoral que unía sectores de ideologías diferentes, sino el error en la lectura de esta nueva realidad, con demandas y discursos completamente alejados de los sectores altamente precarizados generados por el propio oficialismo, su competidor electoral, que supo por su propia constitución histórica leer mejor esta realidad. El ejemplo de los dos meses del populista "plan platita", una ligera reducción de la presión fiscal y un discurso optimista focalizado en el temor que despiertan en los sectores periféricos los otros modelos competidores, lo demuestra.

Ahora es este nuevo continuum populista es el que margina al "centro", el que impone condiciones desde una "no ideología", el que genera su propia cultura y el que no necesita del aspiracionismo que posee y busca imponer el centro. Es la "periferia" la que aísla, la que desmantela al "centro", la que lo pone en crisis y la que destruye los proyectos políticos basados en ideologías, ya sean de izquierda o de derecha. Estamos asistiendo al nacimiento, al parto con dolor, de un nuevo paradigma social.

El "centro" ha sido derrotado cultural y políticamente por las nuevas periferias; la moral, la academia, las modas culturales, ciertos valores, los criterios estéticos, los próceres y hasta la educación planificada han muerto. Todos estos postulados construidos por los "centros" a lo largo de las épocas dejarán su lugar o plantarán cara en una nueva grieta cultural a las creaciones del continente popular. Una nueva sociedad ha llegado.

Por Eduardo Carelli
Historiador, investigador y analista internacional