" ...cuando se está retirado físicamente de la redacción, quedan los recuerdos y el desafío amigo del papel en blanco sobre la Olivetti o la pantalla, que también espera ser llenada".


Dice el poeta Julio Le Pera que 20 años "no es nada" y es verdad, pero 65 años... pesan, en particular cuando no se trata de la edad, sino de las vivencias de una profesión tan amplia como lo es el periodismo, a las que suma la responsabilidad de seguir escribiendo.


Sin embargo y parafraseando el tema musical "Resistiré", continúan "soplando fuerte" los vientos, pero también no cesan de correr las brisas de la vida, las brisas del alma, las brisas de los sueños, las brisas de las gracias, esas que viajan desde el amor, desde los sentimientos para que el amor sea amado.


Es la misma sensación de escribir sobre las olas que se deslizan en busca de los brazos abiertos de una playa para recalar y donde, quizás, habrá alguien que espera el mensaje.


En realidad, son bastantes y muy variados los mensajes o las brisas a enviar, y no es necesario hurgar profundo en los tiempos para encontrarlos. Precisamente de eso se trata, de entregar mensajes cuando se escribe una nota. A propósito, quienes hemos transitado casi todas las secciones de un diario, desde cronista gráfico -fotógrafo- como es mi caso, no olvidamos como todo el que publica, preguntarnos si será de interés para el lector. 


Es que cuando uno está en actividad es interminable lo visto o escuchado, pero cuando se está retirado físicamente de la redacción, quedan los recuerdos y el desafío amigo del papel en blanco sobre la Olivetti o la pantalla, que también espera ser llenada.


¿Y dónde están las brisas? En el aire puro como la inocencia, como la bondad, como en el principio, como las partidas hacia todos los caminos. No olvidar que en los recuerdos, los lejanos o los más cercanos, ahí también hay brisas que esperan ver la luz; están en las lágrimas o en las risas, en la enfermedad o en los brindis. Son las brisas del alma que acompañan en este peregrinar por los senderos del destino. Por eso os digo promesantes del amor: lo importante es no desalentarse por más lejos que se encuentre el santuario de las esperanzas.


Todo bien exige algún sacrificio o alguna entrega a cambio. Es que las mieses, si hay fe, serán abundantes y eternas.

Por Carlos H. Quinteros
Periodista