En el actual conflicto bélico que se desarrolla en Siria, a las armas químicas se le atribuyen las muertes de miles de personas en Alepo, en Damasco y el último 25 de agosto, en las afueras de Damasco (masacre de Goutha), constituyendo la peor matanza tóxica en el mundo, en los últimos 25 años.

Desde tiempos remotos el hombre ha usado sustancias tóxicas, para molestar al enemigo e inducirlo a la rendición. Los chinos producían ceguera con polvo de pimienta. Los romanos, lanzando caballos al galope, dispersaban tierra, cal viva y azufre y los griegos añadieron Realgar un cristal con arsénico, fácil de obtener.

Se dice que Leonardo da Vinci, se interesó y aprobó estos métodos, aunque a su vez, fue el primero que estudió sistemas de protección y defensa y que Leibniz, famoso filósofo y matemático alemán, asesoró en el uso de arsenicales.

Sea por cuestiones humanitarias o por el peligro que entrañaba su diseminación, ya que muchas veces el viento jugó en contra y los victimarios pasaron a ser víctimas, no todos estuvieron de acuerdo en usarlos. En el siglo XVII, Luis XIV de Francia, bajo pena de muerte, le prohibió al médico Dupré que continuara con sus experimentos y Napoleón se negó a usar proyectiles de artillería llenos de ácido cianhídrico.

Más tarde, y sin intenciones bélicas, la química comenzó a elaborar en laboratorios, productos de gran importancia para el progreso humano que revelaron propiedades tóxicas más letales que las conocidas hasta entonces. En 1812, se descubrió el Fosgeno, usado para teñir tejidos de algodón en Inglaterra y Alemania. Accidentes mortales en las fábricas, mostraron que era de las sustancias asfixiantes más tóxicas producidas por el hombre.

El espectro de la guerra comenzó a perfilarse en toda su gravedad. En 1899, 25 países se reunieron en La Haya, en una Conferencia Internacional de Paz y se comprometieron a no usar proyectiles que liberaran gases asfixiantes o venenosos, en las contiendas bélicas. No obstante, en la 1ra Guerra Ruso-japonesa, las naves japonesas dispararon contra las rusas, granadas cargadas con gases venenosos. Una nueva Convención se reunió en La Haya en 1907, prohibiendo las armas químicas. Sin embargo, en la 1ra Guerra Mundial, (1914-1918), Alemania fue la primera en usar gases clorados y entre todos los países involucrados, se usó una gran variedad de asfixiantes. Muchos consideran que esa fue la 1ra Guerra Química Moderna, por la gran variedad de sustancias químicas tóxicas que se usaron. Al final de la guerra, derrotado el imperio Otomano, los británicos ocupan la Mesopotamia (actual Irak) y ante la rebelión de los kurdos, Churchil autoriza el uso de gas mostaza, por considerar a estas tribus incivilizadas.

Desde 1936 a 1944, Alemania descubre los gases neurotóxicos Tabún, Sarín y Somán. Para la época de la 2da Guerra Mundial (1939-1945), los alemanes habían fabricado gran cantidad de neurotóxicos pero no los usaron pensando que los aliados podían contar con armas químicas más poderosas, aunque luego se supo que no era así. Los aliados usaron bombas con fósforo blanco en Alemania y Napalm sobre Tokio y Okinawa. Sin embargo los nazis, a la hora de exterminar judíos en los campos de concentración de Auschwitz y Majdanek, usaron el insecticida Zyclon B que contiene cianuro de hidrógeno, veneno sanguíneo que inhibe el uso de oxígeno por los tejidos, por lo que los órganos vitales mueren en minutos.

En 1964, los militares americanos usan el Agente Naranja, en la guerra de Vietnam.

En 1983 a 1988 las armas químicas vuelven a usarse en la guerra Irán-Irak, muriendo miles de personas. Irak usa un neurotóxico, el VX, desarrollado por los británicos en 1952 y considerado por la ONU, "’arma de destrucción masiva”. En 1991 la ONU, ordena a Irak, destruir sus armas químicas.

Ante las devastadoras consecuencias de esa guerra, en 1993, 188 países, firman el Convenio de Armas Químicas, que entra en vigencia en 1997 y que no solo prohibe sus usos, sino también la fabricación, almacenamiento y transferencia y permite inspeccionar plantas militares e industriales en los países miembros, los que se comprometieron a deshacerse de ellas en un plazo de 10 años, que se ha extendido hasta 2015. Siria, Angola, Corea del N, Egipto y Sudán del S, no lo han firmado y Birmania e Israel no lo han ratificado.

A través de esta apretada cronología, observamos que las armas químicas usadas en las confrontaciones bélicas, han producido efectos horrorosos en los seres humanos y en la tierra, donde en muchos lugares aún permanecen.

Si al peligro y efectos devastadores de las armas químicas, se suman los de las armas biológicas, constituidas por bacterias, virus y rikettsias productores de enfermedades con un alto porcentaje de mortalidad (ántrax, ébola, cólera, tularemia, brucelosis, tifus, psitacosis, fiebre amarilla, viruela) y los de las armas nucleares, el panorama de la vida de los seres humanos en el planeta, resulta desalentador.

Junto al papa Francisco, el mundo debe expresar su repudio a las guerras. Con tantos años de civilización no se puede seguir invocando la hora de la espada.

(*) Licenciada en bioquímica MPn¦ 53