– sábado 16-10-10
A menudo se está más cerca de la sombra que de la luz entendiendo por la primera las consecuencias de los conflictos y por la segunda la claridad de las ideas y, por la tanto, de las posiciones esgrimidas.
En realidad el hombre, que se mueve entre esos paradigmas, será juzgado sólo por el valor de sus actos. Entendiendo -por cierto- que el error suele ser la plataforma para mejorar una posición que no estaba clara.
Todo depende de los enfoques culturales, de la posición del ciudadano ante sus propios problemas y ante los problemas de los otros lo cual permite una visión más clara de la sociedad en estos tiempos.
Hoy preocupan la inflación, la adecuación o no de los sueldos a ella, las promesas oficiales con respecto a un mejoramiento de la economía en el terreno de sueldos y jubilaciones y poder disfrutar de la convivencia, es decir no temer.
Por ello, preocupa la frecuencia de los crímenes a mano armada, el enfrentamiento sin sentido de grupos políticos, ciertos pronunciamientos oficiales sobre verdades que no están ocultas.
Es decir preocupa el hoy como dando por sentado que mañana será otro día con otras demandas que pueden o no ser atendidas y saber que todo dependerá de las situaciones políticas, más que de la justicia de los hechos.
Preocupan también los incidentes inesperados como el de los mineros de Chile porque el ser humano asume el dolor ajeno como propio ante eventualidades propias de una catástrofe.
Es decir que el hombre va de la mano de los conflictos en tanto pueda soportar las tensiones que ellos provocan que, como bien se sabe por la psicología, no son pocas ni mucho menos.
En el caso de Chile apareció el sentido de la solidaridad del ser humano que tanto ha ayudado al destino del hombre y de la sociedad. La solidaridad es justamente eso, ser parte del dolor del otro.
En Chile se vió, asimismo, que el dolor no tiene color político ni social y que lo que afecta a un hombre afecta a todos, de allí que el concepto de humanidad represente un continente más que un concepto.
Cosas que hay que tener presente. Justificar en el otro aquello que uno justifica para sí mismo va de la mano con un aspecto de la superioridad que no hace a quien lo detenta ni más grande ni más chico sino más real.
Un pensamiento aclaratorio que perteneció al poeta y novelista italiano Ippólitto Nievo: "La superioridad, la fuerza, la magnanimidad y la cordura son el apoyo de saber desear vehementemente y de valerse de todos los medios para dar satisfacción a la propia voluntad. De tal temple son los hombres que llevan a cabo grandes cosas, sean éstas buenas o malas”.
Es decir, el hombre hace porque necesita hacer pero la calidad de su acción no está vinculada con esa fuerza íntima y profunda que lo lleva a ejecutar acciones de distintas naturaleza.
Hacer es la meta del ser humano y los resultados quedan para un análisis posterior. Hacer es además el camino elegido para alterar rutinas y conquistar nuevos territorios dentro de los proyectos personales.
En la actualidad se mezclan muchos factores en torno de la actividad del hombre. Necesidades, deseos de progresar o de mejorar su medio social como una compensación natural a tiempos de trabajo y de reflexión.
Pero dado la complejidad de los momentos actuales el hombre está condenado a trabajar sin mirar el pasado y no tiene mucho tiempo para elaborar los esquemas del futuro como le gustaría hacer. Todo es hoy en el derrotero de una vida agitada. Todo es sólo la actualidad como si el hombre no tuviera historia o como si la comunidad recién estuviera edificando sus esquemas.
Esto se ve más claramente en los jóvenes a quienes no les interesa qué pasó ni lo que vendrá. Viven el presente como un todo y a veces se encuentran en el tobogán de una vida sin sentido.
Hay como un desconocimiento ex profeso del tiempo como el escenario en el que se desarrolla la vida, aunque la razón indique que en él acaece todo y que a través de él todo se juzga.
Se sabe y se entiende que es el tiempo el que permite ordenar la secuencia de los sucesos generando un pasado, un presente y un futuro. A partir de allí, vino el orden de los acontecimientos.
Y en ese orden que parece preestablecido sucede todo lo que el ser humano puede hacer independientemente de la calidad de sus actos, es decir sean éstos espontáneos o premeditados.
Estas pequeñas verdades, que aparecen a través de la reflexión y de la asociación de hechos, caracterizan la vida del ser humano en todo momento y lugar y muchas veces va más allá de la voluntad.
