Brasil, el gigante sudamericano, enfrenta graves problemas económicos y políticos. La presidenta Dilma Rousseff comienza su segundo mandato como la mandataria más débil de Brasil de los últimos tiempos, con una economía estancada, una oposición considerable en el Congreso y un creciente escándalo político en torno a los presuntos sobornos pagados por la compañía petrolera Petrobras a miembros de alto rango del partido gobernante.

La mayoría de los analistas brasileños coinciden en que el creciente escándalo de Petrobras y la urgente necesidad de revitalizar la economía de Brasil harán muy difícil que Rousseff pueda ejercer un liderazgo en asuntos regionales. En los últimos años, Brasil ha sido la fuerza impulsora detrás de la creación de bloques regionales como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Venezuela, cuya política de subsidios petroleros a más de una docena de países de América Latina y el Caribe, a cambio de su apoyo político, la había convertido en uno de los principales protagonistas de la diplomacia regional, enfrenta ahora la crisis económica más profunda de su historia reciente.

El colapso de los precios mundiales del petróleo han convertido a Venezuela en el país con la mayor inflación del mundo -se estima en un 65 por ciento- y con el crecimiento económico más bajo de Latinoamérica, según el Fondo Monetario Internacional. Desde la revolución socialista del fallecido presidente Hugo Chávez, Venezuela ha destruido su sector privado, y ahora depende del petróleo más que nunca: el crudo representa el 95% de las exportaciones totales del país.

En años recientes, Petrocaribe le había dado a Venezuela una enorme influencia política en las organizaciones regionales, donde los votos de los países cuentan por igual, independientemente de su tamaño.

Pero sin los subsidios de Petrocaribe, y con el petróleo más barato, la influencia de Venezuela en Centroamérica y el Caribe está disminuyendo drásticamente. Incluso Cuba, el aliado más cercano de Venezuela, acaba de aceptar normalizar las relaciones con EEUU, posiblemente por temor a perder los subsidios petroleros venezolanos que mantenían a flote la economía de la isla.

México, aunque ha disminuido su protagonismo regional en los últimos años, difícilmente llenará el vacío de poder dejado por Brasil y Venezuela en la región.

El presidente Enrique Peña Nieto está enfrentando una seria crisis política tras la desaparición y probable muerte de 43 estudiantes por bandas de narcotraficantes colindadas con autoridades locales, y también acusaciones de corrupción en torno a la compra de una residencia de U$S 7 millones de su esposa Angelica Rivera, a una empresa -Grupo Higa- que se ha beneficiado de enormes contratos gubernamentales.

Mi opinión: teniendo en cuenta algunas pésimas decisiones de política exterior realizadas por Latinoamérica bajo el liderazgo de Brasil y Venezuela en los últimos años -como darle la espalda a acuerdos comerciales con la Unión Europea y los EEUU, y apoyar a algunas de las peores dictaduras del mundo- tal vez no sea una mala noticia que la región se encuentre de repente sin países líderes fuertes.

Algunos funcionarios estadounidenses especulan en privado de que el reciente anuncio del presidente Barack Obama de que normalizará las relaciones con Cuba y la creciente necesidad de América Latina de recibir inversiones extranjeras, harán que Washington recupere su influencia en la región. Eso está por verse. Pero el hecho de que muchos países de América Latina serán capaces de mejorar sus lazos económicos con algunas de las principales economías del mundo sin restricciones de Brasil o Venezuela, podría ser una buena noticia para toda la región.