Con el emperador Augusto, el Imperio Romano iniciaba el camino para ser el más vasto y mejor organizado de toda la antigüedad. Poblado por más de ochenta millones de habitantes, comprendía las tierras de tres continentes distintos: Europa, Asia Anterior y Norte del Africa. La importancia histórica del imperio romano radicó en haber creado, con los diversos pueblos de la cuenca del Mediterráneo, una sola nación. Sin embargo la expansión territorial introdujo en Roma, los cultos de los pueblos conquistados, sumadas a las creencias tradicionales de los romanos. Este hecho al parecer negativo, no lo fue tanto, pues los cultos egipcios, asiáticos, llámese Isis, Osiris, Cibeles o Mitra esta última divinidad persa, todos contribuyeron no sólo a la decadencia de la religión tradicional romana, sino que facilitaron el triunfo posterior del cristianismo.

Durante el reinado de Augusto (44 aC 14 dC) en Belén, pequeño pueblo de Judea al sur de Palestina, entonces provincia romana nació Jesucristo. Fundador de una nueva religión: el Cristianismo. Que se fue propagando poco a poco, venciendo una tenaz resistencia terminará por imponerse en todo el mundo romano en el siglo IV.

Los apóstoles después de la muerte de Cristo en el reinado de Tiberio (14-37 dC) continuaron por el ecumene la prédica de su doctrina. Su progreso fue lento, pero ya en el siglo II, existían en todas las ciudades del Imperio, comunidades cristianas que se denominaban iglesias (asamblea o reunión).

Primera etapa: Organización de la Iglesia primitiva.

Los cristianos vivían ajustando su conducta de acuerdo a las normas formuladas por Jesús, se reunían diariamente para leer en común: libros santos, orar y cantar, la ceremonia principal era la Eucaristía, en recuerdo a la última cena de Jesús con sus discípulos. Los dirigentes eran los clérigos; los simples creyentes: laicos. En el clero se distinguían los diáconos (servidores) encargados de la administración de los bienes. Los presbíteros, se ocupaban de las ceremonias del culto y enseñanza de la religión. En cada comunidad existía el jefe de la comunidad cristiana, que era el obispo (el que vigila).

Considerados como sucesores de los apóstoles. Al frente del conjunto se hallaba el obispo de Roma.

Si bien los romanos fueron tolerantes con los cultos extranjeros, no lo fue con el cristianismo, por diferentes motivos que no es del caso detallar. Fueron calumniados y perseguidos. Considerados fuera de la ley y enemigos de Roma. La primera persecución se dio en el gobierno de Nerón (54-68 dC) "Extraña clase de hombres”, al decir de su biógrafo Suetonio. Se los acusaba entre otras cosas del incendio de Roma. A su suplicio cuenta Tácito, se añadía "la irrisión”; se les envolvía en pieles de bestias para que los perros los devorasen, se les ataba en cruz o se les embadurnaba el cuerpo en resina, incendiándoseles por la noche como antorchas para alumbrarse. Nerón había cedido para este espectáculo, sus propios jardines. Orosio añade que iguales horrores fueron ejecutados en las provincias.

Según la tradición las persecuciones fueron diez, fueron intermitentes y locales, otras veces generales y duraban años.

Durante el gobierno de Aureliano, (270-275) se dio cuenta de que la monarquía solo podía sostenerse si estaba edificada sobre una base absolutista, con él se inicia el paso del principado al de dominación, y empieza la divinización imperial en vida: reconoce al sol como dios supremo, institución de fiestas periódicas en su honor y construcción de templos al "Sol dominus imperio romani”. El emperador era emanación del sol y dios en la tierra. En las monedas de la época aparece la leyenda Deus et domines. Pero el cristianismo no acepta la formula que Aureliano le ha dado al sincretismo religioso, influenciado por su madre que había sido sacerdotisa del sol en Oriente.

Seguidor de esto será Diocleciano (285-305) Se hacía llamar "Dominus est Deus”. Su persona era considerada santificada, introduce la proskynesis. Según Eutropio, Diocleciano ha transformado el Imperio romano en monarquía. Ordena que se le adore. El traje, el rito y la corte son formas de subrayar el carácter sagrado del emperador. Como una forma de consolidar la unidad imperial, consideró necesario la eliminación de los cristianos. No iba a ser fácil, porque ahora ya había practicantes y adeptos de la religión de Cristo en la misma familia imperial y en las clases altas. En el año 303 se desató la más cruel y última de las persecuciones, prolongada por ocho años, recién en el 311 el emperador Galerio ordenó el cese de la misma. Todas dieron a la Iglesia numerosos mártires y santos. Esta sería la primera etapa del cristianismo en Occidente.

(*) Profesora de Historia.