Nuevas cifras oficiales que muestran que 2019 fue el año más violento registrado en México, y que los homicidios se están extendiendo a algunas áreas turísticas, corroboraron lo que muchos de nosotros sospechábamos: que la estrategia del presidente Andrés M. López Obrador de "abrazar-no-balas" para frenar la violencia es un sueño imposible.


Según las cifras del Ministerio del Interior publicadas el 21 de enero, México vio 35.588 homicidios el año pasado, muchos de ellos relacionados con la violencia del narcotráfico. Eso es un aumento del 2,7% con respecto a 2018, que ya fue un año récord. Igual de preocupante, la violencia se está expandiendo desde los puntos calientes tradicionales, como los estados de Colima, Baja California y Michoacán, a otras partes del país. Incluso el estado de Quintana Roo, parte del circuito turístico Rivera Maya, se ha visto afectado por el aumento de las tasas de homicidios. Ahora, cualquiera que se pregunte si es seguro irse de vacaciones o enviar a sus hijos a programas de intercambio de estudiantes en México, gran parte del país sigue siendo más seguro que varios otros países latinoamericanos, e incluso más seguro que algunas ciudades en los Estados Unidos asoladas por la violencia.

"Los expertos dicen que más del 95% de los crímenes de México no conducen a ninguna condena".

En general, la tasa nacional de homicidios en México es de 27,2 homicidios por cada 100.000 personas, más baja que la de Brasil (31 homicidios por cada 100.000 personas), Venezuela (56 homicidios por cada 100.000 personas) o de varios países centroamericanos que tienen tasas de homicidios mucho más altas, según Cifras del Banco Mundial.


Pero los mexicanos están cada vez más impacientes por la inacción del gobierno para frenar la violencia, y con razón.


En los últimos días, miles de manifestantes contra la violencia marcharon desde Cuernavaca, en el estado de Morelos, a la Ciudad de México en una "Caravana por la Paz", exigiendo una mayor acción del gobierno contra los crímenes violentos y la falta de castigo. Los expertos dicen que más del 95% de los crímenes de México no conducen a ninguna condena.


López Obrador, un populista de centro izquierda que asumió el cargo en diciembre de 2018, pasó gran parte del año pasado culpando de la violencia al uso de la fuerza militar por parte de sus predecesores para luchar contra los carteles de la droga. Dijo que la única forma de reducir las tasas de homicidio será "atacar las causas profundas de la violencia".


Para ser justos, varias de las políticas de López Obrador para ayudar a erradicar la violencia todavía están sujetas a la aprobación del Congreso, y otras pueden necesitar más tiempo para demostrar su eficacia.


Pero, hasta ahora, la estrategia contra el crimen de paz y amor de López Obrador ha sido un fracaso total.


La corrupción y la impunidad están tan arraigadas en el aparato estatal de México que el país necesita urgentemente una Comisión de Verdad y Justicia supervisada internacionalmente para perseguir a los asesinos y a quienes los protegen. De lo contrario, todo seguirá igual y 2020 marcará un nuevo año de violencia récord en México.

Por Andrés Oppenheimer
Columnista de The Miami Herald y nuevo Herald, Miami, EEUU.