En el cultivo de tomates se observa claramente la incidencia de la retribución de los factores de la economía.

 

En estos días en que se ha desarrollado el V Encuentro Nacional del Tomate en San Juan, trascendió públicamente una opinión del sector, que indica que se vería como viable y alternativo el cultivar menos superficie a fin de no perder margen en la tasa de retorno en punto a la operatividad y capacidad de reinversión para el productor. Es decir, menos superficie producida para que la oferta no supere la demanda, y con ello no baje el precio como modo de mantener o inducir una tasa de reintegro suficiente que evite pérdidas. Esto demuestra la vigencia del problema que representa el tema de cuánto es lo que se le paga, o mejor dicho, se le debe pagar a cada factor para que no registre déficit.

Teorizando el tema, se distingue técnicamente entre el valor de un bien antes de ir al mercado (valor de uso), y el importe final con el cual es comerciado, al momento de la interacción entre la oferta y la demanda de bienes (valor de cambio).

Hay que llamar la atención sobre la alta incidencia de este tema, porque entre el primer tramo del ciclo de las mercancías y el final, se ponen en juego mecanismos de transferencia continua, y, por lo general, desiguales de pagos, que discurren a través de las periódicas contrataciones que se organizan en cada etapa del mercado. Urge tener puestos los cinco sentidos sobre estas inconsistencias a fin de solucionar estas versatilidades, que ahogan al productor.

Es de interés práctico para la economía que exista una armonía realista de compensaciones dinerarias que plasme una razonable distribución entre los agentes económicos. Pues, las cosas en la economía no se mantienen estáticas, sino que se van modificando, hasta el momento en que se forma el precio abonado por el consumidor final. Esta problemática forma parte de un círculo no lineal ni simplista, sino, complejo, el cual, exige ser tratado desde el poder público, con un criterio de administración que con real eficacia modere todas las variables operantes.

Estas asimetrías cuantitativas y las aceleraciones de los precios que objetivamente se exteriorizan en la circulación total de los bienes, no deben ser dejadas a la buena del mercado, adoptando unas posiciones prescindentes.

Se puede observar, a su vez, que hay un elemento que complica, aún más esta situación y que presiona permanentemente sobre el retorno del productor, que es la cuestión del rol de la infraestructura del transporte y la distribución de los bienes en los puntos de abastecimiento masivo en las ciudades, y, sobre todo, en los centros de gran concentración urbana.

Esta complicación se configura, porque resulta ser que en el tramo de la distribución y la comercialización en góndola, es donde queda anclado a título de costos y ganancias, los números más grandes en términos de dinero contante y sonante.

Sólo una política de estado que organice un serio contrato social y económico que sujete convenientemente el real y justo interés de todos los actores económicos, podrá iniciar un camino que mitigue los efectos adversos que este contexto crea para la economía en general.

 
Por el Dr. Mario Alfredo Luna y Fabián Alberto Nuñez –  Expresidente y exasesor del Concejo Deliberante de Jáchal, respectivamente.