La lucha del peronismo contra el golpe denominado "Revolución Libertadora'', del 16 de septiembre de 1955 y la vuelta de la democracia, ha sido ardua, arriesgada y fatal. Es probable que algunos dirigentes del actual justicialismo no la conozcan, y muchos de los militantes de la Juventud Peronista (JP) de nuestros días están a tiempo de conocerla. La realidad es que la JP nació en aquellos años, con el partido Justicialista proscripto, como protagonista de la "resistencia peronista'', que tuvo a su primer mártir conocido en el general Juan José Valle, fusilado junto a un grupo de seguidores suyos, en junio de 1956. Fue por orden de uno de los militares cabecillas de aquel golpe y segundo presidente, tras Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio Aramburu. Estos fusilamientos que tuvieron lugar durante cuatro días en "José León Suárez'', partido de "San Martín'', Norte del Gran Buenos Aires, incluyeron civiles y militares. Luego fueron el argumento del clásico libro "Operación Masacre'', del periodista y escritor Rodolfo Walsh, integrante de Montoneros y de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). A su vez, esa resistencia peronista tenía como consigna revolucionaria el retorno de Perón. El propio expresidente la definió como "una lucha intensa diluida en el espacio y el tiempo''.


Se trataba de una ofensiva que contó con su líder en exilio que duraría 17 años, y que se prolongó sobre todas las dictaduras siguientes, con algunos saltos democráticos de 1958 - 1962 y 1963 - 1966, marcados por la exclusión peronista. Hasta 1973, cuando se convocan elecciones libres. Recordemos que tras el golpe de 1955, la mayoría de los dirigentes orgánicos del peronismo fueron a la cárcel. Y, los principales de ellos fueron confinados, para lo que la dictadura de Aramburu y Rojas contaba con la Peninteciaría Nacional de Las Heras, el Regimiento de Granaderos, el vapor Washington, y después el antiguo edificio de la cárcel de Ushuaia y el Penal de Río Gallegos.


En la actualidad hay ciudadanos militantes políticos, gremialistas, representantes de organismos sociales y empresarios que están detenidos en complejos penitenciarios, sobre todo en los de Ezeiza, Marcos Paz, en Jujuy, etc. por motivos que merecerían un análisis puntual y respetuoso. Esto en el marco de las leyes vigentes y de la auténtica aplicación de la prisión preventiva. Pero cuyo origen procesal nada tiene que ver con aquellas osadas y bravas luchas por las libertades, por las instituciones de la República, por las que bregaron cientos de dirigentes argentinos bajo las dictaduras, varios de ellos sanjuaninos.


Entonces, provoca un desprecio a la memoria de todos aquellos perseguidos, secuestrados, torturados y asesinados por pensar ideas surgidas de la doctrina del hoy partido Justicialista, como de otros partidos políticos, en dictaduras, que a militantes políticos, gremialistas de varios sindicatos, dirigentes sociales, empresarios, etc. detenidos en los últimos tiempos se les llame "presos políticos''. 


Ni siquiera se llegaría a lo que también algunos observadores han calificado de "presos de la coyuntura política''. Un preso es un "preso político'', según el Consejo de Europa, cuando su encarcelamiento y condena contradicen la Convención Europea de Derechos Humanos y las garantías fundamentales, en particular la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, libertad de expresión y de información, libertad de reunión, de asociación, y cuando la detención ocurrió por razones puramente políticas, no relacionadas con un delito (...)".


 

 > Una anécdota

Guillermo Patricio Kelly, entre finales de los años 80 y comienzos de los "90, viajaba con frecuencia a Madrid y otras ciudades del resto de Europa. Era para realizar "investigaciones periodísticas'', como él mismo las calificaba. Me contó sobre los padecimientos de los presos políticos de entonces y puntualmente en aquel presidio que pudieron abandonar gracias a una riesgosa fuga, calificada de cinematográfica. Con él estaban entre otros Héctor J. Cámpora, luego presidente de la Nación, John W. Cooke, valedor de la izquierda peronista, y Jorge Antonio, el empresario amigo de Perón, que luego le ayudó económicamente al líder en su exilio español. Pero no hay que ir muy lejos en el tiempo y la distancia, si le ponemos el oído a los sanjuaninos prisioneros a partir de la acción de la Triple A y del golpe de 1976 y que lograron sobrevivir.

Luis Eduardo Meglioli -  Periodista   Autor de "Perón - Frondizi, la conversación''