El 24 de abril de 1877 se creó la comisión pro repatriación de los restos de San Martín y el 28 de mayo de 1880 llegó, procedente de Francia, el buque "Villarino”. Domingo Faustino Sarmiento fue nombrado el orador para recibir en el muelle de Santa Catalina, la urna funeraria que contenía las cenizas del General San Martín, que debían ser depositadas en el Mausoleo que le fue erigido por disposición del Congreso, en una de las capillas laterales de la Catedral Metropolitana.
La ceremonia de repatriación hizo de aquel día uno de los más solemnes de nuestra historia. El cortejo fúnebre recorrió la calle Florida acompañado por la música de todas las campanas de la ciudad. En el atrio de la catedral fue recibido por el presidente Dr. Nicolás Avellaneda.
Ante la recordación de este acontecimiento cabe mencionar que José Francisco de San Martín nació en Yapeyú, Virreinato del Río de la Plata, el 25 de febrero de 1778. Fue un militar argentino, cuyas campañas fueron decisivas para las independencias de la Argentina, Chile y el Perú. El 6 de diciembre de 1783, con aún cinco años, y previa estadía en Buenos Aires, emigraría por primera vez a España con su familia, pues su padre había sido destinado a Málaga. Comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Ingresó posteriormente en el ejército haciendo su carrera militar en el Regimiento de Murcia. Combatió en el norte de África y luego contra la dominación napoleónica de España, participando en las batallas de Bailén y La Albuera.
Durante los años que duró su segundo exilio voluntario, San Martín mantuvo contacto con sus amigos en Buenos Aires, tratando de interiorizarse de lo que sucedía en su país de origen. En 1831 se radicó en Francia, en una finca de campo cercana a París. Por esos años tiene lugar su afortunado encuentro con su antiguo compañero de armas en el ejército español, Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, quien, convertido en un exitoso banquero, designó al General San Martín tutor de sus hijos, con una generosa paga. Tres años más tarde y gracias al dinero ahorrado trabajando con su amigo y a la venta de las fincas con que lo habían premiado el gobierno de Mendoza y el de Perú, se mudó a una casa que compró en Grand Bourg (Francia).
Recibió la visita de varios personajes americanos, habitualmente jóvenes románticos y liberales, exiliados de su país, como Juan Bautista Alberdi (en 1843) y Domingo F. Sarmiento (entre 1845 y 1848), quien viajó a Europa por encargo del gobierno de Chile y se encontró con San Martín en Grand Bourg en varias oportunidades. Hasta sus últimos años, San Martín mantuvo correspondencia con su gran amigo Tomás Guido, quien lo mantenía informado sobre la situación política en América.
En marzo de 1848, al estallar la revolución de ese año en París, se traslada a la ciudad costera de Boulogne-Sur-Mer, estableciéndose en una habitación alquilada. Allí falleció a la edad de 72 años, a las 3 de la tarde del 17 de agosto de 1850, en compañía de su hija Mercedes y de su yerno Mariano Balcarce. Según cuenta la leyenda, el reloj de la casa dejó de funcionar a esa hora y aún sigue marcando las 3 en punto.
En 1861, sus restos fueron trasladados a la bóveda de la familia González Balcarce, ubicada en el cementerio de Brunoy, Francia. Luego hubo varios intentos de repatriarlos a los que se opuso su hija, quien como esposa del embajador en Francia y afincada en ese país, prefería que permanecieran cerca de su residencia. Luego de la muerte de su padre, y con el retiro de Mariano de la diplomacia, la familia Balcarce se mudó a Brunoy (cercanías de París). Mercedes moriría allí a la edad de 58 años. En 1951, su cuerpo, como el de su esposo y su hija mayor, fueron repatriados y ahora yacen en la Basílica de San Francisco, en Mendoza.
A la muerte de Mercedes San Martín en febrero de 1875 se activaron las gestiones y durante la presidencia de Nicolás Avellaneda se creó la "Comisión encargada de la repatriación de los restos del Libertador”.
Los restos del patriota fueron conducidos a Buenos Aires por el vapor transporte Villarino en su viaje inaugural, arribando en una masiva ceremonia.
En el mausoleo se encuentra escrito: "Triunfó en San Lorenzo, afirmó la Independencia Argentina, pasó los Andes, llevó su bandera emancipadora a Chile y al Perú”.
Monseñor Dr. Pablo Cabrera afirmó: "Los grandes hombres no mueren, por el contrario, recién cuando concluyen su carrera comienzan a vivir. Cuando la eternidad se ha sentado con todo su peso sobre la losa que cubre sus cenizas, aparece sobre su pedestal la figura del héroe bañada por el sol de la inmortalidad. La Patria entonces pronuncia su fallo: le decreta honores e inscribe su nombre en el granito o en el bronce, o más bien, en el corazón agradecido de los pueblos”.
(*) Bibliotecaria Nacional. Matrícula Profesional 068.