Con pocas palabras "Hágase la luz'' ordenadas a un insondable abismo sumido en negras tinieblas, la tierra yerma se colmó de claridad brillante pero suave, y todo fue visible.

Otras pocas palabras que no fueron palabras de vida, sino de muerte, "No te sirvo'' vociferadas por el ángel más bello, el príncipe de este mundo, quedaron en el frontispicio de su reino mentiroso desde siempre, hasta que fue limitado por otras dos palabras llenas de poder "Apártate Satanás''. De las garras y poder demoníaco fuimos rescatados por los méritos de la Cruz y las consoladoras palabras "Yo he vencido a la muerte, alegraos''.

Y así la parte dramática de este primer acto tuvo un resultado feliz. Triunfa la palabra usada para el bien, es vida, surco para fructificar, abre la trascendencia y cuando son nacidas de la contemplación el cosmos vibra por su poder vital y el hombre en su ascenso espiralado, ensancha su conocimiento y el ardor del alma.

Veamos un primer ejemplo donde la palabra fue un medio indispensable. Fray Aníbal Fosbery OP., en su último libro, cuando se refiere a la proto-cultura y la cultura, señala sus tres estadios: el primitivo llamado mítico, el segundo corresponde a la razón y el tercero caracterizado por la mística.

Los pueblos míticos eran los pre-hispánicos, los indígenas primitivos, en su pre-cultura no había lugar para la razón, estaba cerrada a la trascendencia, a la universalidad, era insuficiente la luz que Dios puso en cada hombre, nunca articularían "el verso y la canción profana'' mucho menos llegarían a domar el "rebelde y mezquino idioma''. Imposible porque el alimento de lo mítico es la magia.

La civilización del estadio de la razón fue la greco-latina y la actual racionalista fundadas en el discurrir.

Y la cultura del estadio místico es la católica, judía, islámica.

Los jesuitas se encontraron en América con quechuas, guaraníes, etc., todos pueblos míticos.

¿Qué hicieron para romper la barrera de la incomunicación? Crearon el alfabeto de su propio lenguaje, alfabetizaron su propio idioma, sobre elevaron su modo de expresarse dándoles la gramática. Con estos agregados e indispensables complementos, los indígenas pudieron aprender el español y pudieron articularse con el conocimiento universal. Los indígenas saltaron al mundo de la razón y posteriormente a la etapa de la cultura mística. El milagro a través de la palabra con sentido y el beneficio del concepto.

"Dios no me dio tesoro que cuidar, ni poder para ejercer, pero me dio el beneficio de saber decir''.

Esta magnífica obra de caridad de los padres jesuitas fue el basamento para generar un imperio cultural y económico, como no hubo otro en América.

El otro ejemplo donde la palabra tiene su majestad esta expuesto en un artículo de D'Angelo Rodriguez, relacionado con las críticas que Gramsci les hacía a sus pares comunistas y sus métodos fracasados en todo el mundo. Les recriminaba por la insistencia en viejos métodos pasados de moda e ineficaces, les insistía en que el determinismo histórico; las profecías de huelgas revolucionarias; de menos ricos que serían cada vez más ricos y cada vez más pobres que serán cada vez más pobres; y la exportación de la revolución a sangre y fuego no dieron los resultados esperados o fracasaron rotundamente. Observen les decía Gramsci, que hay algo nuevo en la sociedad, está creciendo una extensa clase media, está creciendo el sector servicios, debemos cambiar de tropa, la verdadera batalla ya no es entre proletarios y burgueses, la batalla ya no es económica ni social, es cultural. Por lo tanto los proletarios ya no cuentan, nuestros objetivos se cumplirán con los intelectuales. Vamos por los "servicios'' vamos por los oficios que no son ni proletarios ni campesinos; debemos ir por los periodistas, comentaristas, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas, escritores, cine, televisión, docentes, los que trabajan con la computación etc. Todos éstos tienen algo en común, no usan mayormente actividad física sino mental; su principal instrumento es la palabra, son los hombres de la palabra y los más poderosos son los periodistas y los docentes.

Ahora no necesitamos ni hoz ni martillo ni balas, nuestra infantería está en los progresistas verborrágicos con micrófono en mano; a los enemigos hay que quitarles el micrófono, a los párrocos dejarlos sin predicación, hay que robarles la palabra.

Una advertencia final se trata de una involución un retroceso de lo racional a lo mítico, de la palabra que deja su reinado a la magia, la magia de la televisión y semejantes, de los efectos de luces y sombras con ausencia de ideas, de palabras de vida. La madre que dialoga con sus hijos desde temprana edad incorpora en el niño una cantidad enorme de palabras con una gran diferencia en los niños que no tuvieron igual suerte y que viven en el mundo sin sentido de la magia que provee la pantalla.