Desde el mismo momento en que tomó la decisión de convertirse en médico, cuando era apenas un niño y empezaba a cursar los primeros grados de la escuela Leandro N. Alem, en Capital, Antonio Oliveros hizo todo lo posible para que nada se interpusiera en su objetivo de transformarse en uno de los traumatólogos más destacado de la provincia.
Hoy, a poco de cumplir sus 87 años de edad y con más de 50 años de ejercicio en la profesión, considera que ha sido un privilegiado de la vida al haber concretado su sueño, rodeado de numerosas personas que lo ayudaron de diversas maneras, entre ellos sus padres, hermanos, maestros, profesores, autoridades de gobierno y, especialmente, colegas que le permitieron desarrollarse en el plano profesional.
A pesar de pertenecer a una familia formada por humildes inmigrantes españoles, en la que abundaban las necesidades y con la que había que trabajar en la tierra para colaborar con el sustento, logró en cada uno de los niveles educativos destacarse de tal manera que siempre fue tenido en cuenta por su aplicación y conducta.
Después de haber sido abanderado en la primaria, repitió ese logro en el Colegio Nacional Mon. Pablo Cabrera, donde también obtuvo la medalla de oro con que se distingue a los alumnos notables. Esta etapa de su vida lo marcó a tal punto que hoy al recordarla sostiene que: "llevo en lo más profundo de mi corazón al Colegio Nacional, de la misma forma que lo hago con el Servicio de Traumatología del Hospital Guillermo Rawson, donde pasé momentos inolvidables formándome y desarrollando mi profesión".
Estudiar en la Universidad Nacional de Córdoba no fue nada fácil para el hijo de un sereno bancario que debía asegurar el sustento, junto a su mujer, de cuatro hijos varones más. Así fue como ese trabajador pidió un préstamo y luego otorgó el consentimiento para que solicitara una beca al Gobierno de la provincia que encabezaba en ese entonces Pedro Valenzuela.
La capacidad y dedicación al estudio hizo que Antonio no sólo obtuviera la beca, sino que la conservara durante los años que estuvo estudiando en la docta.
Durante los últimos años de la carrera, por concurso fue designado practicante, y finalmente se recibió con uno de los mejores promedios.
La terminación de sus estudios tuvo gran repercusión en San Juan, desde donde personalidades como el rector del Colegio Nacional, doctor Juan Videla Cuello; el propio Gobernador Valenzuela y el creador y fundador del Servicio de Traumatología, Ortopedia y Rehabilitación del Hospital Rawson, doctor Ramón Peñafort, lo saludaron vía telegramas, en los que se lo felicitaba e invitaba a ejercer la profesión de médico en la provincia.
Sin dudarlo, Oliveros junto a quien sería su esposa y compañera de toda la vida, la doctora Dolores Nelly Bózzoli (oriunda de Mendoza, ya fallecida) se trasladaron a San Juan para empezar una dilatada carrera profesional, que lo llevó a ocupar los más diversos puestos dentro del sistema de salud pública.
A pesar de sus múltiples ocupaciones nunca dejó de lado a su familia, por el contrario se dio tiempo para ver crecer a Liliana Beatríz (doctora en bioquímica y profesora universitaria); Oscar Raúl (médico cirujano, también traumatólogo) y Guillermo Antonio (Guille), "el ángel Down de la familia" como él mismo lo define a ese hijo querido.
Un párrafo aparte otorga Oliveros a su vinculación con el doctor Ramón Peñafort, a quien reconoce haber sido un maestro que le enseñó todo lo que después pudo aplicar como traumatólogo. "Con Peñafort tuvimos la posibilidad de vivir la época de oro de la traumatología de San Juan, en la década del ’60. Este profesional se había encargado de crear y dar forma a uno de los servicios hospitalarios que era admirado a nivel nacional y que dio muestras de su organización en varias ocasiones. Afortunadamente tuve la posibilidad de hacer mi especialidad en este lugar, lo que me permitió ganar tiempo y experiencia a la par de tan destacados profesionales", manifestó.
Su admiración por Peñafort lo llevó posteriormente a ser uno de los impulsores, junto a Pablo Ramella y Horacio Videla, de que el actual Servicio de Traumatología del Rawson lleve su nombre, en reconocimiento al aporte realizado a la medicina sanjuanina.
Es extensa la lista de instituciones y entidades de las que formó parte Oliveros, entre ellas la Asociación Médica Argentina, Asociación Médica de San Juan, Sociedad de Asistencia y Rehabilitación de Menores (SARM), Asociación de padres y amigos del Insuficiente Mental (APADIM), Rotary Internacional y colegio Médico de San Juan. También fue designado socio vitalicia del Colegio Nacional Mons. Pablo Cabrera y obtuvo el premio Probus 1999.