En el día nacional de la memoria por la verdad y la justicia, que será recordado el lunes 24 del corriente, lo más asombroso de la naturaleza humana es la patente evidencia de que somos iguales no sólo ante Dios sino también ante todos los hombres. Sólo así es posible el respeto por la vida humana, desde la gestación hasta el desenvolvimiento de la más noble tarea, identificándonos exclusivamente por el don de procrear y ser familia hasta el más digno grado de hermandad, sabiéndonos ser de una misma cultura aunque de pensamientos distantes.

Todo argentino debe reconocer su verdadero origen tanto el causado por su padre y madre como el otorgado por la patria. Por el primero confesamos nuestra cultura y tradiciones, nuestra sangre y nuestra génesis. Por el segundo somos sucesores de nuestra tierra y herederos de la libertad.

No basta con recordar nefastos tiempos de persecuciones y pérdidas de vidas humanas cuando nuestro sentir se trunca por la falta de afecto y aceptación del otro. Atrás deben quedar nuestros rencores y desalientos, angustias y pesares, porque siendo conscientes de que muchos de nuestros propios hermanos desaparecieron tan sólo casi cuatro décadas atrás, un desgarrante vacío de afecto a quedado que sólo puede ser cubierto con amor y unión entre todos nosotros, familiares y amigos, vecinos y foráneos, defensores y opositores, propios e inmigrantes, conocidos y extraños, distinguidos y olvidados. Todos somos el pueblo argentino, un crisol de razas pero uno en corazón, como es una nuestra bandera, como es una nuestra nación, aunque pensemos diferente, aunque nuestra apariencia nos distinga.

Como un simple ciudadano, uno más entre todos, quiero sumar un espacio, queremos completar un vacío, colmarlo de un sincero encuentro en el que todos tengamos permanente memoria y conciencia de nuestros actos. Que en este tiempo mediando el siglo XXI, las palabras se tornen hechos ya no solamente por el recuerdo sino para el presente, en el que la seguridad nos guarde, la justicia llegue oportuna, el conocimiento no nos limite, la ideología no nos turbe y la diversidad incluya valores y principios. Porque es solo por ellos donde reconocemos nuestros errores, faltas y caídas, omisiones y desviaciones, prejuicios y desaciertos.

Crecemos por la memoria, porque supimos lo que hicimos y sabemos lo que vendrá, conservamos nuestros recuerdos y rescatamos la verdad. Crecemos con la memoria porque reconocemos la realidad y pretendemos la justicia.

Este día de la memoria debe significar una revolución para nuestras mentes, un despertar del letargo y un incentivo para el esfuerzo y el trabajo. Es un eficaz instrumento para acciones educativas, propuestas de proyectos y reflexiones para gobernantes y políticos. Frente al infausto recuerdo deben aparecer las luces de libertad, el respeto por el otro y una democracia participativa que suceda en poder y que demuestre que no somos lo único, que podemos alternar, porque hay diversidad, porque debe haber pluralidad.

Nuestro horizonte como nación de futuro nos da la posibilidad de reflexionar acerca de nuestra trágica historia y de la incansable lucha de los organismos de derechos humanos contra la impunidad y así mismo poder observar cómo será el porvenir. Debe ser nuestro objetivo: impulsar en toda la comunidad social modos de acuerdo caracterizados por el respeto, la libertad y la tolerancia, valores fundamentales de un pueblo íntegro y plural, de consistencia como país y de dinámico contenido republicano.

Robustecer la presencia de un pueblo unido es demostrar la vocación de sociedad, formando sentimientos para aprender a compartir desestimando todo tipo de autoritarismo y autosuficiencia proclamada en una vigente humildad cívica, alentando la paz y pregonando la justicia para niños, jóvenes y abuelos proponiendo el respeto por la vida y protegiéndola de cualquier arbitrariedad.

(*) Filósofo, pedagogo. Estética del Arte. Autor de la Disciplina Artística Integrada. Orientador escolar. Escritor.