"De halcones y palomas'', es el título de la película inédita de Mario Cañazares (Argentina,1986). Pero también nombra un clásico de la política que cobra protagonismo en épocas electorales. La identificación con halcones o palomas, tiene que ver con estilos en el discurso sobre todo en tiempos de campaña. Pero esto que puede limitarse a una estrategia electoral, también puede ser una forma negativa de entender y hacer política. Pondré foco en este segundo aspecto.


La política como arte de gobernar

En primer lugar, debemos recordar que la política es ante todo el arte de gobernar. Y como todo arte, supone vocación y habilidades puestas al servicio de esta noble tarea. Por eso, quienes hacen política siguiendo ese llamado interior, priorizan el campo del hacer, dominio propio del arte, que mira sobre todo la perfección de la obra (gobierno de la cosa pública) Se entiende así que los políticos se sientan atraídos por el orden de lo práctico más que por lo puramente teórico. Ello no va en detrimento del orden especulativo ni del valor que los políticos atribuyen al conocimiento. Sólo que el gozo por el saber está puesto en otro lado. Se conoce no sólo para descansar en la verdad y gozar de ella, sino fundamentalmente para orientar esos conocimientos a una correcta y eficaz manera de hacer política. Es inconcebible un político de oficina, alejado de la gente, de sus aspiraciones y necesidades. Más calle y menos escritorio, sería la consigna en ese caso.


Como arte de gobernar la cosa pública, la política también tiene sus reglas. Normas éticas relacionadas no ya con la obra (la gestión) sino con el que obra (los políticos). En ese sentido, la sociedad reclama de los políticos liderazgos éticos basados en el servicio y la empatía. Liderazgos que se edifiquen a partir de la práctica de virtudes que van moldeando el carácter moral de un líder. 


La política como arte de llegar al poder


Sí la política en cambio es entendida como el arte de llegar al poder y perpetuarse, requerirá liderazgos de poder centrados en la confrontación. Líderes que dinamitan los puentes que conducen al otro, porque el otro, el adversario político, siempre es un enemigo a destruir. Líderes más cercanos a los halcones que a las palomas, indudablemente.


Dicho esto, se comprenderá que la opción entre halcones y palomas ofrece serios reparos éticos. No olvidemos que el halcón es un ave de presa, conocido por su crueldad de caza. Con preocupante liviandad, adoptamos metáforas impuestas por la moda sin mayor espacio para la reflexión. ¿O acaso el estilo de liderazgo que pide la ciudadanía, tiene que ver con políticos que hacen del odio, la persecución y la destrucción del adversario, sus notas características? 


No renegamos de la confrontación de ideas propias de una sociedad democrática y plural. Lo que se cuestiona aquí es la confrontación personal que hace de la política, especialmente en tiempos de campaña, un verdadero pugilato. Por el contrario, la política como arte de gobernar garantizando el bien común, requiere más palomas que halcones. 


Es evidente que la sociedad identifica a las palomas con personas caracterizadas por el estilo mesurado, la capacidad de escucha y de lograr acuerdos. El humor social muestra el hartazgo ciudadano a la confrontación y vociferío estéril como estilo discursivo o de conducción. En una sociedad donde sobreabunda la violencia física, moral, institucional y simbólica, un poco de cordura en los escenarios públicos no vendría nada mal.


Ahora bien, es cierto que en la mesura hay una cuota de ingenuidad, hija dilecta de la honestidad. En eso precisamente consiste su fuerza moral, que los halcones de la Política no deberían despreciar. Sin embargo, cuando hablamos de palomas y mesura, no estamos proponiendola pusilanimidad o cobardía como estilo de liderazgo. Todo lo contrario, la política requiere de líderes audaces y decididos. Pero esa audacia no es sinónimo de autoritarismo ni intolerancia. La política no es un ring donde todo vale, ni la República una presa a merced de aves rapaces.

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo