Muestras de dolor en la localidad de El Paso donde un asesino solitario mató a 22 personas, 8 de ellas mexicanos.

 

México merece crédito por convocar un encuentro iberoamericano el 28 de agosto para diseñar una "estrategia común” contra la xenofobia y el racismo hacia los latinos en Estados Unidos. Es una buena idea, pero sería mucho más convincente si México mostrara igual preocupación por otras atrocidades contra los derechos humanos en su país y otros, como Venezuela.

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador convocó a la reunión exploratoria de embajadores extranjeros en México después de la reciente matanza en El Paso, Texas, donde un asesino solitario mató a 22 personas, incluidos ocho ciudadanos mexicanos. El asesino de El Paso había escrito previamente un manifiesto criticando la supuesta "invasión” hispana de Texas, haciéndose eco de los discursos del presidente Donald Trump sobre una presunta "invasión” de indocumentados latinoamericanos.

El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, dijo que la reunión de países iberoamericanos es necesaria porque la matanza de El Paso fue un "punto de inflexión” en la lucha por la protección de los hispanos en Estados Unidos, "ya que fue un ataque terrorista doméstico, sustentado en un discurso de xenofobia en contra de nuestros pueblos”.
No me cabe duda de que México tiene derecho a preocuparse por la escalada de los crímenes de odio contra los hispanos en Estados Unidos, y a alzar su voz contra ellos. Ni Ebrard ni otros funcionarios mexicanos han mencionado el nombre de Trump en todo este asunto, pero el manifiesto del asesino de El Paso y las encuestas hablan por sí mismos.

Una encuesta del Pew Research Center de 2018 dijo que casi la mitad de los hispanos de EEUU consideran que su situación había empeorado desde el año anterior. Comparativamente, solo un 32% habían dicho lo mismo cuando Trump fue electo en 2016.

A la luz de todo esto, hay pocas dudas de que una reunión iberoamericana para llamar la atención sobre los crímenes de odio en Estados Unidos debería ser bienvenida. Si bien lo más probable es que no ayude mucho para que Trump abandone su retórica antiinmigrante, podría ayudar a mantener el tema en las primeras páginas y presionar a los legisladores estadounidenses para que aprueben medidas contra las armas de guerra, y tomen otros pasos para detener esta locura.

Pero para que la cumbre iberoamericana propuesta por México sea efectiva, López Obrador necesita revisar sus propias políticas de derechos humanos. El mandatario no solo está minimizando el número récord de asesinatos en México -ha expresado escepticismo sobre la cifra de 17.608 personas que han sido asesinadas en México durante los primeros seis meses de este año, según datos oficiales citados por el sitio web Animal Político- sino que no está haciendo lo suficiente para proteger a los migrantes centroamericanos en sus países de origen y en su propio territorio.

De manera que me parece fabuloso que México convoque un encuentro iberoamericano para denunciar el racismo y la xenofobia en los Estados Unidos de Trump. ¡Ojalá se haga esa reunión!

Pero para que sea creíble y exitosa, el gobierno mexicano debería alzar su voz sobre la ola de crímenes en su propio país y en Centroamérica, y contra los crímenes de estado en Venezuela.