Deseo compartir con los lectores esta anécdota que nos sucedió en noviembre 2016 con la Virgen del Pozo Salado. Fue en una mañana de diciembre aquella. Era soñada, corría un viento fresco, limpio. 8:30 horas, Víctor, Camilo, y yo, estábamos nuevamente en camino para descubrir antiguas historias, enterradas en el tiempo, o que se esconden en los rincones de Caucete y sus alrededores. El destino era "Pozo Salado'', un paraje que se encuentra en la división del departamento del Este con 25 de Mayo. Allí todo se intensifica, el perfume de la forestación, el verde de las plantas, el viento más hermoso, más sano. Una belleza sin igual. 

El objetivo: encontrar una vieja capilla en honor a la Virgen del Valle (foto), que fue erigida por propio pedido de la Virgen a una niña del lugar, según comentarios populares. La pequeña se había extraviado, todos los vecinos salieron a buscarla encontrándola en ese lugar, en shock, toda llena de rasguños. La pequeña dijo que una señora (describió a la Virgen del Valle) la había salvado y pedido que le construyera allí una capilla. Con el tiempo, la niña vidente se hizo sanadora y buscaban en ella el alivio a sus males muchas personas de toda la provincia. En la actualidad se encuentra viviendo en Mendoza, lejos de toda aquella época. 


Al llegar estacionamos y caminamos unos 200 metros, por el mal estado del camino. El paisaje comenzó a tornarse seco, el verde majestuoso se convirtió en chañares, espinas, y pastos duros. El viento se detuvo, comenzó a subir la temperatura. De pronto sentimos los gritos de una mujer, Camilo y yo nos miramos a los ojos horrorizados por los gritos. Continuamos nuestra marcha y esta vez los cables de alta tensión emitían sonidos similares a los cerdos cuando los están por carnear. Continuamos un poco más, aturdidos. De pronto diviso entre los chañares una construcción que para ser una casa era muy baja. Observamos el altar y la imagen de la Virgen intactas, pero a las imágenes de los santos les habían cortado las cabezas (foto). Además estaban los elementos de un ataúd como el crucifijo, chapa identificadora con el nombre del fallecido que, casualmente era conocido de Camilo. Ante este escenario, nos sentíamos mal y queríamos salir de allí lo más urgente posible.


Sentíamos angustia, que se intensificó al descubrir una Biblia quemada. Aparecieron moscas muy pequeñitas que nos cubrían el rostro. Tomamos las fotografías de rigor y nos fuimos. Al salir de la zona, la tranquilidad como el aire fresco y la mañana radiante volvieron a nosotros. Pasaron unos días y volvimos al lugar, esta vez con mi hija Mariana Narváez y Claudia Cortes, una amiga, en horario de tarde para corroborar si todo lo ocurrido era fruto de nuestra imaginación, o si realmente había ocurrido.


Llegamos a la capilla. Todo sucedió exactamente igual, el viento se detuvo, las imágenes habían sido removidas. Al salir de allí encontramos el brillante auto de color rojo, totalmente cubierto con moscas negras muy nerviosas, agresivas, que no nos permitían subir al vehículo. Claudia logró espantarlas con un pedazo de género. Horrorizadas nos miramos a los ojos con mi hija al escuchar en ese mismo momento el chillido de un cerdo a punto de sacrificar, proveniente de la capillita. Desgraciadamente las fotos que registraban ese momento se perdieron porque al día siguiente le robaron el celular a Camilo. Más todo lo escrito sucedió tal cual se describe. 

Miriam Mabel Fonseca  -  Escritora